Los Diez Mandamientos comienzan con una prohibición de las falsas utopías. Para lxs judíxs, Yahvé era el Dios del futuro, que lxs llamaba a salir de la esclavitud hacia la libertad y hacer imágenes de él era atar este futuro a las cosas del presente. En este sentido, el Bildverbot judaico o la prohibición de las imágenes prohíbe soñar con lo que está por venir. Tal vez sea ésta una de las razones por las que Marx, que una vez le dijo a su compañera que sería mejor que leyera las escrituras judías en lugar de asistir a una iglesia secular, era reacio a predecir la forma de un orden socialista. Las imágenes grabadas son fetiches que, como todos los fetiches, cubren un vacío que es mejor no llenar. (Uno recuerda la insuperable frase inicial de una célebre reseña: "Este libro llena un vacío muy necesario"). Los ídolos y las efigies son dispositivos para protegernos de la naturaleza abierta de la historia. La única imagen verdadera de Yahvé en las escrituras judías es de carne y hueso. Es la ruina de la representación, es decir, que como todos los fenómenos sublimes puede ser conocido no por una imagen sino por un acontecimiento. Sabrás quién es, como comenta el Evangelio de Lucas, cuando veas a lxs pobres ser colmadxs de bienes y a lxs ricxs ser despedidxs con las manos vacías.
Los profetas del Antiguo Testamento no predicen el futuro sino que advierten a su pueblo de que, a menos que dejen de estar neuróticamente obsesionados con los rituales y los sacrificios y hablen en su lugar de justicia, protegiendo a lxs pobres de la violencia de lxs ricxs, no habrá mucho futuro. Lxs adivinxs y clarividentes, por el contrario, son lxs que se contratan para mirar en las entrañas del sistema y asegurar a los poderes dominantes que sus beneficios están a salvo durante algún tiempo. Es el capitalismo, no el socialismo, el que comercia con los futuros. Figuras como Isaías y Jeremías no son adivinos. Lxs adivinxs son reacixs a divulgar las malas noticias, mientras que lxs profetas hacen poco más.
Así que el futuro no puede ser sólo una extrapolación del presente –el presente, como dijo un postmodernista con entusiasmo, con muchas más opciones. Lxs deterministas históricxs de la Segunda Internacional, que sostenían que el socialismo es inevitable pero no podían explicar por qué es deseable, plegaron el futuro al presente precisamente en este sentido. Pertenece a la lógica evolutiva del aquí y ahora, en lugar de establecer una ruptura decisiva con ella. Marx, por el contrario, escribe sobre el socialismo en El 18 brumario que "el contenido irá más allá de la frase", lo que significa que superará nuestro imaginario actual. Esto no es una licencia para soñar con fantasías agradables. El utopista Charles Fourier, que acuñó el término "feminismo", creía que en un futuro ideal el mar se convertiría en limonada, pero Marx lanzó su propia carrera denunciando este radicalismo del tipo "¿no sería bonito? (También se habría decantado por un buen Riesling antes que por algo tan plebeyo como la limonada). Como observa Theodor Adorno, era un enemigo de la utopía en aras de su realización.
Otras revoluciones se han engalanado con la iconografía del pasado, pero el comunismo, insiste Marx, "extrae su poesía del futuro". Y como el futuro no existe, como tampoco existe el pasado, es difícil saber cómo sonará esta poesía. Es especialmente difícil en una época que proclama la muerte de la historia, ya que la muerte de la historia no significa la desaparición del pasado sino la pérdida del futuro. Las cosas seguirán sucediendo, pero el marco en el que lo hacen permanecerá constante. No habrá un desalojo del orden neocapitalista, que constituiría lo que Alain Badiou llama un Acontecimiento. En su lugar, sólo habrá sucesos.
Sin embargo, es posible que el verdadero conflicto no sea por el futuro, sino por el pasado. Mientras las luchas pasadas por la justicia no hayan sido borradas del registro por los poderes soberanos, hay que sentir su fuerza para impulsarlas hacia adelante. Walter Benjamin imagina al ángel de la historia como si fuera arrastrado hacia el futuro mientras su mirada horrorizada se fija en el creciente montón de basura que es el pasado. No son los sueños de nietxs liberadxs, señala Benjamin, los que incitan a los hombres y mujeres a rebelarse, sino los recuerdos de antepasadxs esclavizadxs. En este sentido, las semillas del futuro se encuentran en el pasado, un pasado que el orden actual pretende borrar o, lo que viene a ser lo mismo, convertir en una mercancía vendible conocida como "patrimonio". Sin embargo, Benjamin sabía que el pasado es frágil, quebradizo, que puede ser eliminado fácilmente por aquellxs a lxs que representa una amenaza.
Los intentos de imaginar el futuro suelen acabar domesticándolo, al igual que los relatos sobre alienígenas. Lxs alienígenas son un testimonio de la escasez de la imaginación humana. Pueden ser verdes, oler a azufre y tener un interés perverso en los genitales humanos pero básicamente se parecen mucho a Michael Gove. Lxs verdaderxs alienígenas son lxs que están en cuclillas en nuestro regazo ahora mismo, al igual que el futuro más auténtico es uno al que sólo podemos gesticular. Aun así, de aquello de lo que no se puede hablar siempre es posible decir algunas palabras. Los futuros deben ser factibles, además de deseables, lo que significa que no pueden deshacer por completo nuestras descripciones. Anhelar lo imposible es enfermarse de deseo, una condición que Freud denomina neurosis. No se trata de retratar el futuro, sino de resolver las contradicciones que lo impiden. Es decir, la verdadera imagen del futuro es el fracaso del presente. Por supuesto, debemos tener alguna noción de qué instituciones servirían mejor a la idea socialista. Como escribe Raymond Williams en Cultura y Sociedad, "tenemos que asegurar los medios de vida, y los medios de comunidad. Pero lo que se vivirá con estos medios no podemos saberlo ni decirlo". El equilibrio entre el conocimiento y la nesciencia se encuentra aquí exactamente. Intentar saber demasiado nos perjudica, pero la ignorancia no es una alternativa.
La palabra "sueño" es curiosamente ambivalente: puede significar tanto visión creativa como fantasía ociosa. (Ningún grupo de personas, por cierto, utiliza el término con más frecuencia que lxs estadounidenses, a menos que se trate de psicoanalistas. Lxs estadounidenses tienen esperanzas y sueños, mientras que lxs europexs se limitan a seguir con su vida cotidiana). Los sueños pueden ser una distracción del negocio del cambio político, confiscando algunas de las energías que podrían invertirse en él. Un ejemplo de ello es el malogrado utopismo. Fourier pensaba que la unidad social ideal debería contener exactamente 1.620 personas. Pero para lxs románticxs radicales, soñar significaba liberar nuestras mentes de los grilletes del presente. Ser capaz de concebir un futuro diferente es una ventaja que tiene la criatura humana sobre sus congéneres, ya que sólo se puede hacer dentro del lenguaje. El lenguaje abre un hueco en el presente en el que puede germinar otra cosa. Vivimos en subjuntivo, no sólo en indicativo.
Para la izquierda política, el vínculo entre el presente y el futuro lo constituyen los movimientos socialistas y obreros. Es cuando estos movimientos se sientan capaces de salir del paso cuando sabremos que el futuro ha llegado. Benjamin pensaba que cada momento de la historia es la puerta estrecha por la que podría entrar el Mesías; pero esta es una forma engañosa de pensar en el socialismo. El advenimiento del Mesías no requiere ninguna condición material previa, pero en la opinión de Marx una sociedad de abundancia sólo puede llegar sobre la base de una historia de acumulación material. De lo contrario, es probable que sea presa de alguna especie de estalinismo. Si hay utopías malas, también las hay prematuras. Y como ese proceso de acumulación implica miseria y explotación, la historia se mueve por su lado malo. Desde este punto de vista, la justicia y la libertad que podamos alcanzar en el futuro serán el fruto de la injusticia y la opresión del pasado, un precio que bien podría considerarse demasiado alto. Sin embargo, aunque lo sea, no tenemos elección en el asunto. Tenemos que empezar desde donde estamos, y no podemos deshacer el pasado. Simplemente podemos encontrar formas de utilizarlo para forjar un futuro menos manchado de sangre.
Sin embargo, lxs que luchan por ese futuro pueden no ser ellxs mismxs la imagen más positiva del mismo. El conflicto es necesario para acabar con el conflicto, el antagonismo es indispensable para preparar el camino de la paz. La ironía queda registrada, de forma inolvidable, en los últimos versos del poema de Bertolt Brecht "A los que vendrán después":
Cambiábamos más frecuentemente de país
que de zapatos,
a través de las guerras de clases, desesperados,
porque reinaba la injusticia y nadie se indignaba.
Bien sabemos que el odio contra la ruindad
deforma el rostro
y la rabia contra la injusticia
enronquece la voz. ¡Ah!, nosotros,
que queríamos preparar el terreno para la bondad
no pudimos ser bondadosos.
Pero ustedes, cuando llegue el momento
en que el hombre sea bueno para el hombre,
acuérdense de nosotros con comprensión.
A menos que los valores por los que la izquierda hace campaña estén de alguna manera disponibles en el presente, siguen siendo demasiado abstractos para motivar a los hombres y mujeres a cambiar su situación; sin embargo, las cualidades necesarias para realizar ese cambio pueden vulnerar lo que se espera conseguir. Como todas las contradicciones más vitales, ésta es una que sólo puede resolverse en el curso de su vivencia.
Terry Eagleton es un teórico literario, crítico e intelectual público inglés. Actualmente es profesor distinguido de literatura inglesa en la Universidad de Lancaster.
Este ensayo forma parte de la colección "Futuros de la Libertad" del pilar Plan de la Internacional Progresista. Para saber más, escriba a [email protected]
Diseño: Gabriel Silveira