Arauz: Acciones unilaterales y coordinadas desde el Sur

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Intervención de Andrés Arauz, ex Ministro de Conocimiento de Ecuador, ex Director General del Banco Central y actual Investigador Senior en el Centro de Investigación de Política Económica (CEPR), en el Congreso de La Habana sobre el Nuevo Orden Económico Internacional.

Muy buenos días con todos y con todas. Muchísimas gracias por esta invitación y es verdaderamente un placer estar aquí, en esta isla de resistencia, de historia, de libertad, esta isla de esperanza para todo el mundo, para todo el sur, para todos nuestros pueblos. 

El reto de poder hablar sobre el Nuevo Orden Económico Internacional en el contexto del súper imperialismo que estamos viviendo, realmente es desafiante. Porque tenemos que plantearnos no solo la utopía, el horizonte a donde aspiramos llegar, sino también el trayecto, el camino, cómo vamos a avanzar en esa dirección. Y resulta que, si es que depositamos todas nuestras esperanzas exclusivamente al consenso al que podamos llegar con la fuerza dominante, la del norte global, la del capitalismo financiarizado, la de la hegemonía del dólar, etc., es muy difícil que lleguemos a acuerdos donde ellos decidan ceder su poder. Pero aún así nos quedan algunos espacios, algunas grietas dentro del sistema hegemónico vigente a través de las cuales podemos operar. Pero mi propuesta aquí no va a ser la de construir en conjunto con el sistema hegemónico dominante. Yo les voy a plantear un conjunto de acciones unilaterales que pueden tomar los países del sur, pero de manera coordinada, de manera conjunta.

Estamos reunidos aquí, además, porque la República de Cuba, por primera vez preside el G77, y es un reconocimiento a nivel internacional que hace el Sur Global, sobre el liderazgo de larga data, de décadas de lucha y de resistencia a la República de Cuba. No es un mero gesto simbólico, y yo creo que debemos asumir el desafío también planteado por Cuba cuando acepta esta designación, de enfocar la agenda del G77 en los temas relacionados a la ciencia, la tecnología, al conocimiento, a esa disputa cognitiva, a esa guerra, en definitiva, de carácter cognitivo a la cual está siendo sometida el planeta en estos momentos.

Pero no podemos ignorar que uno de los desafíos más importantes en el marco de ese G77, de la agenda de trabajo de este año, así como el elemento indispensable que debe estar en el Nuevo Orden Económico internacional en su versión para el Siglo XXI, y recogiendo las luchas y aspiraciones del pasado, es efectivamente el poner fin a las sanciones, al bloqueo criminal al cual ha sido sometido el pueblo cubano por la valentía de resistir a ese sistema hegemónico. Así que esa debe ser una de nuestras prioridades. Y perdonen la falta de formalismo, pero yo sí pido un aplauso a ese valiente pueblo cubano que nos ha recibido. 

Yo quiero hablarles sobre el derecho al desarrollo. A veces nos enfrascamos en discusiones que se olvidan de la gran aspiración, con lo cual se fundamentó el Nuevo Orden Económico Internacional hace 50 años, que es el derecho a desarrollar. El derecho a que nos desarrollemos y a poder alcanzar el bienestar, el buen vivir de nuestros pueblos; el poder tener garantizados nuestros derechos humanos alrededor de los elementos esenciales, como los derechos económicos, sociales, culturales y, tan importantes en el contexto del Siglo XXI, los relacionados al ambiente y a la naturaleza. Y yo creo que tenemos que plantearnos una serie de retos en esa dirección.

Comienzo por caracterizar al fundamento de este capitalismo tardío del Siglo XXI al cual estamos sometidos y al cual ya hemos descrito esta mañana. Este capitalismo financiarizado, transnacional, que tiene un elemento cognitivo enorme, —es el que disputa los sentidos comunes, el que trata de alterar nuestro comportamiento y nuestra forma de ver y entender el mundo— tiene un andamiaje jurídico que ha sido construido para ese fin.

Ya decía Yanis que las fuerzas del capital, las fuerzas de derecha, las fuerzas conservadoras y hegemónicas, lograron construir un sistema hegemónico. Pero ese fue un proceso labrado paso a paso, en donde institucionalizaron la filosofía del capitalismo financiarizado en el derecho público internacional. Y estamos hablando de la cristalización de la OMC. En los noventas lo convirtieron en un organismo, todos los países ratificaron el mismo cuerpo legal. 

Y esto es elemental entender porque cuando, quienes hemos participado en proyectos progresistas en el ejercicio de gobierno y a veces recibimos críticas de que no logramos transformar nuestros países o en el mundo entero con una gestión desde un país periférico, dependiente, subordinado en términos de la jerarquía internacional, se olvidan que el capitalismo planetario ha quedado cristalizado en el derecho internacional.

 Es ilegal ser anticapitalista. Es ilegal en términos del derecho internacional plantear una alternativa al capitalismo hegemónico. Y no solo me refiero a la OMC y sus acuerdos en términos de comercio de bienes y de servicios, sino en términos cognitivos de, por ejemplo, el acuerdo de propiedad intelectual. Es ilegal copiar ideas, es ilegal transferir tecnología, es ilegal democratizar el conocimiento. Lo mismo en el acuerdo de comercio relativo a inversiones o medidas de inversiones. ¿Qué quiere decir eso? Que si un país osa regular al funcionamiento de una empresa transnacional dentro de un país,  exigiendo que contrate empresas locales, que pueda tener participación nacional, que pueda transferir tecnología, entre muchas otras condicionalidades que se le puede poner, también se está violando el acuerdo de la OMC relativo a las inversiones. Pero no termina ahí, porque a la final la OMC tiene unos “dientes” que son políticos, en donde hay unos paneles, unos comités de apelaciones, entre otras cosas, y en donde en últimas se negocia entre los Estados.

Pero el capital transnacional no se quedó ahí. ¿Por qué pudieron tener contundentes victorias? Es porque entre los ochentas, noventas, e inicio de este siglo, implementaron una agenda, particularmente a través de los tratados bilaterales de protección “recíproca” de inversiones, que desde mi punto de vista son el pilar fundamental de la operación del capital transnacional en el siglo XXI. Y a través de esos TBIs ejercen presión y chantaje directamente, así, chantaje a los Estados nacionales que osan regular para el desarrollo. Les puedo dar mil ejemplos. Países que quieren establecer regulación ambiental sobre la operación de una transnacional minera en Centroamérica. Les cae un arbitraje en donde en el CIADI, en el seno del Banco Mundial, porque un país decida, se atreve a establecer regulación ambiental a una explotación minera. Podemos hablar de casos en donde se busca recuperar la soberanía de los recursos naturales en materia petrolera. Decir: - Bueno, vamos a cobrar un impuesto extraordinario a la renta petrolera en el contexto del cambio climático, o de la necesidad de superar el extractivismo, y que la renta se quede para los pueblos. - ¿Ah, te atreves a hacer eso? Te cae una demanda en el CIADI. Y a través de estas prácticas de chantaje e intimidación van alterando lo que se considera comportamiento aceptable o no, por parte de un Estado respecto a la regulación de las transnacionales.

Y esto antes solía ocurrir solo a los países del sur como principales víctimas del sistema. Pero ahora estamos viendo que el sistema ha vuelto a morder la cola de quienes lo han venido impulsando y específicamente a los países europeos. Con las regulaciones contemporáneas, las de esta época, las de este año pasado, a las empresas energéticas resulta que les resulta incómodo ahora así, el funcionamiento de los TBIs en el sistema de arbitraje internacional, y solo en las últimas semanas hemos tenido anuncios de potencias como Alemania, Francia, otros como Bélgica, Polonia, que han decidido salirse del Tratado de la Carta de Energía —que es un mega TBI,  un mega tratado de protección de inversiones que le da impunidad a las corporaciones transnacionales, petroleras, energéticas, entre otras. 

Y sin embargo, en el sur no estamos dándonos cuenta de esta enorme contradicción en el seno mismo del capital transnacional, y es una gigantesca oportunidad para  en el Sur —como lo hemos hecho en Ecuador cuando había un gobierno progresista, en Bolivia, en Indonesia, en India, en Sudáfrica— denunciar, dar por terminados unilateralmente los tratados bilaterales de protección recíproca de inversiones. ¿Y cómo? Con los mismos argumentos que están utilizando ahora los propios países europeos para salirse del Tratado de la Carta de Energía. Eso nos va a dar un margen para poder, ahí sí, construir el horizonte, la utopía. Es un elemento de una transición indispensable y necesaria para avanzar. 

Quisiera no detenerme tanto en este aspecto, pero lo considero central en el funcionamiento neocolonial del capitalismo financiarizado y transnacional que vivimos actualmente. Dar por terminados la red de TBIs —que son más de 3000 en todo el planeta y son fundamentalmente de Norte-Sur— es un paso indispensable.

En el Ecuador procedimos con una auditoría a los TBIs, analizamos el fundamento conceptual, legal, político con el cual el Ecuador en su momento, en los 80 y 90, entró a todos estos tratados. Encontramos una serie de irregularidades. Luego analizamos los arbitrajes y encontramos los conflictos de interés de los árbitros que ganan caso por caso y no pertenecen a jurisdicción alguna, y luego analizamos el impacto social, ambiental, cultural, de las transnacionales que habían demandado al Ecuador. Y la conclusión fue que teníamos que escapar de ese régimen neocolonial lo más pronto posible. 

Me enorgullece que aquí están compañeros que acompañaron ese enorme esfuerzo. El Canciller entonces, Guillaume Long fue quien firmó la denuncia de los TBIs, y también está, por ejemplo, Cristian Pino, quien fue el Secretario de la auditoría de los TBIs, que yo considero un elemento central en poder construir una transición hacia ese Nuevo Orden Económico Internacional.

No podemos construir una aspiración de superar al capitalismo, si es que el marco jurídico en el cual estamos operando es el del capitalismo institucionalizado y convertido en derecho público internacional. 

Ahora, eso nos lanza una serie de otras, de otros desafíos e implica bueno, entonces, ¿qué tipo de capitalismo se puede construir, o qué tipo de sociedad se puede construir alternativa al capitalismo financiarizado hegemónico? Y creo que ahí también tenemos avances e instrumentos concretos a los cuales puede dedicarse la energía del G77. Y estoy hablando, por ejemplo, en el Tratado Vinculante en materia de derechos humanos para las empresas transnacionales, porque tenemos que poner los pies sobre la tierra y al capitalismo —quizás en esta versión hegemónica, financiarizada, transnacional, con componente cognitivo cada vez más grande— no lo vamos a poder derrotar de la noche a la mañana, pero sí podemos ir acotando sus abusos.

Y es indispensable que, así como se asumieron compromisos en otras partes de la historia en el siglo 20, de que los Estados tengan que cumplir y someterse a obligaciones vinculantes en materia de garantía de Derechos Humanos, hay que reconocer que en esta época del siglo XXI, más violación de derechos humanos provienen desde las propias corporaciones transnacionales que extraen riqueza, dinero, pero en últimas Derechos Humanos, y que es ahí donde podemos empezar a actuar.

Y bueno, resulta que el Tratado Vinculante de Derechos Humanos para empresas transnacionales no es un sueño utópico, es un proyecto que lleva ya más de una década de trabajo en el seno de las Naciones Unidas, en el seno del Comité de Derechos Humanos, en el Consejo de Derechos Humanos. Y hay que retomar con fuerza eso. 

Un objetivo que se podría lograr en el corto plazo, es implementar este tratado de forma vinculante lo más pronto posible, y en ese tratado reconocer el carácter transnacional de las corporaciones transnacionales. Es decir, que no porque establezcan sucursales en un país, no se le pueda vincular con la matriz desde donde se toman las decisiones con lo que opera esa sucursal. Ese es velo societario ha sido la principal herramienta jurídica a través de la cual las corporaciones trasnacionales evaden el control y la regulación de los estados cuando se les busca que cumplan con responsabilidades con nuestros pueblos.

viYo estoy absolutamente convencido de que, solo si enfocásemos en estos dos elementos deshacer el capitalismo transnacional que quedó instaurado jurídicamente como derecho público internacional, y más bien construir el derecho público internacional alrededor de los compromisos vinculantes de derechos humanos para las empresas transnacionales, daremos un salto enorme en términos de cómo opera ese capital en nuestras economías, en nuestras sociedades. Además, les voy a comentar algo que también está ocurriendo en nuestra América, y que puede tener consecuencias claves, y es una Opinión Consultiva solicitada recientemente por parte de los gobiernos de Colombia y Chile a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, justamente planteando la subordinación de los derechos económicos y los derechos del capital a los derechos humanos. Esa Opinión Consultiva, cuando llegue a responder la Corte, de ser positiva, será un precedente absolutamente clave y que puede tener consecuencias de fondo en cómo se le da el tratamiento al capital, subordinado ahí sí, a los derechos humanos, en particular derechos económicos, sociales y culturales. d

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El reto no termina ahí. Necesitamos avanzar a una descolonización completa del sistema hegemónico. El G77 nace también en el momento de la descolonización. El nuevo orden económico internacional nace como una propuesta de descolonización no sólo formal —de que tenemos fronteras y cada país logra finalmente tener su bandera— si no de una descolonización real en donde se rompa esa relación de poder y de subordinación de los países del sur a las potencias coloniales del norte. Y ahí tenemos que darnos cuenta de que en ese sistema vigente, el principal mecanismo de colonización —como lo explicaron ya varios— es la hegemonía del dólar. Es la hegemonía que permite implementar las sanciones agresivas en contra de pueblos nobles, como por ejemplo los de Cuba y Venezuela. No podemos ignorar el impacto de las sanciones que sólo es posible por la brutalidad hegemónica que tiene un solo país el privilegio exorbitante, como lo llamaron los franceses también hace 50 años.

Tenemos que romper aquello. ¿Y cómo se hace? ¿Esperando la buena voluntad de la potencia del norte? Tenemos que tomar acciones unilaterales, pero coordinadas. No nos pueden sancionar a todo el sur global simultáneamente. Y tenemos que tomar una acción decidida para colectivamente, de forma coordinada, solidaria, implementar sistemas financieros y comerciales alternativos —y que hay muchos los diseños propuestos y técnicamente no es difícil implementarlos— para poder superar este bloqueo criminal en contra del pueblo cubano, en contra del pueblo venezolano.

Tenemos que también avanzar hacia la descolonización de los sistemas de pagos —muy relacionado a lo que acabo de decir. Ahora, si es que queremos hacer comercio entre Uruguay y Costa Rica, tiene que liquidarse esa transacción en un banco en Miami y la liquidez quedarse además ahí, seguramente para comprar bonos del Tesoro y poder alimentar ese apetito insaciable del aparato de guerra de los Estados Unidos.

Necesitamos desmilitarizar el espacio digital. No es solo el capitalismo cognitivo como una fuerza del capital propiamente dicha. El capitalismo cognitivo hegemónico realmente existente en el siglo 21, está hiper militarizado. ¿O ya nos olvidamos de las revelaciones de Snowden? ¿O no hemos visto la reciente vinculación entre el aparato de seguridad estadounidense con los proveedores de contenidos en redes sociales hegemónicos en los Estados Unidos? 

Estamos hablando de un vínculo profundo entre el aparato de seguridad, el aparato militar, con el capitalismo cognitivo, ese capitalismo de vigilancia en donde no es lo único que buscan maximizar ganancias o vender un poquito más de publicidad. No. La gran mayoría del despliegue de  estas Big Tech operan a pérdida. Llevan décadas operando a pérdida. ¿Por qué? Porque no son meros instrumentos desde la lógica del capital, sino desde la hegemonía de la seguridad, de la súper vigilancia, del control militar de dichas tecnologías. Y ahí el reto es cada vez mayor. ¿Cómo podemos combatir todo aquello? 

Tenemos que. Ahí viene el reto fundamental y es la principal debilidad que hemos tenido en el sur global: el avance de nuestra agenda científica y tecnológica. Parte de la Guerra Fría que estamos viviendo ahora es específicamente alrededor de la disputa de los estándares tecnológicos. De quién vamos a depender, de WhatsApp o de WeChat? Pero la discusión no queda ahí. La discusión tiene que ver con todo el proceso material detrás, por ejemplo, de las tecnologías de información y comunicación, porque para eso se requieren cada vez mayor diversidad y cantidades de minerales estratégicos. ¿Y de dónde van a venir esos minerales? Del sur global, de América, del Sur, de América Central, de África. Y vamos a ser meros espectadores en esa inserción internacional que se está disparando. Y todos somos testigos en nuestro día a día. Y cuando analizamos los datos, ¿somos testigos o vamos a actuar nuevamente de forma unilateral pero concertada, unilateral pero coordinada para poder renegociar nuestra inserción internacional en la dimensión material, al menos del capitalismo cognitivo que está vigente? 

Yo creo que ahí, además de las alternativas en términos de los estándares tecnológicos que se están disputando en la actualidad, tenemos que partir de la base material en donde el Sur sí tiene una ventaja para poder avanzar a construir nuestros propios estándares tecnológicos del sur. Si es que no ponemos a la tecnología —el desarrollo científico tecnológico asociado a la garantía de nuestros derechos para el desarrollo— para garantizar derechos económicos, sociales y culturales de nuestros pueblos, vamos a estar siempre en el lado de la periferia de la dependencia. 

Es indispensable construir nuestros propios estándares tecnológicos desde una perspectiva de la tecnología apropiada —no de la tecnología de vanguardia, sino de la tecnología apropiada— para poder solventar las necesidades y los derechos de las personas del sur. Y ahí tenemos cantidades de ejemplos que podemos puntualizar como anécdotas, desde las experiencias que han vivido los países del sur global: soberanía tecnológica, soberanía digital, construcción de alternativas tecnológicas propias, pero todavía tenemos unos retos pendientes. Hay un duopolio de sistemas operativos en los aparatos que usamos todos en el planeta. ¿Por qué no puede haber el desarrollo de un sistema operativo propio que se convierta en el estándar de regulación obligatoria Pero desde las prioridades del sur? Para que no termine almacenando el 99 % de la información de la población del sur en servidores ubicados en Miami o en los servidores ubicados en los centros de datos del norte.

Tomemos un ejemplo: el caso justamente de los medios de pago, de los sistemas transaccionales, de los sistemas digitales de pago. A nivel mundial, los pagos minoristas, de pequeña escala, los que usamos los seres humanos en el día a día en la mayoría del sur global, se almacenan en centros de datos en los Estados Unidos. Me refiero a las tarjetas de crédito —los operadores de tarjetas plásticas, Visa, Mastercard, por ejemplo— se almacenan en servidores de datos de Estados Unidos, y la Ley del USA Patriot Act del 2001 permite al gobierno de Estados Unidos acceder directamente a esos servidores de datos. Pero en esos servidores están los datos de miles de millones de personas del planeta, en donde puede comprar comida en la India, siendo una persona de Singapur con una cuenta bancaria en Malasia, y sin embargo, por el operador de esa tarjeta, se almacenan los datos en los Estados Unidos y pueden tener súper vigilancia de aquello. Lo mismo ocurre con la red de pagos Swift que se almacenan, en el caso de Swift en Bélgica, pero que solo en un país en el mundo ha logrado tener acceso a la base central de datos. Sorpresa:  el gobierno de los Estados Unidos. Y esto es solo una dimensión, la de los pagos, pero que revela mucho sobre nuestro comportamiento individual.

Ni siquiera me estoy refiriendo a la mensajería instantánea. Que resulta que tenemos esta reunión tratando de construir el nuevo orden económico internacional. La mayoría de asistentes seguramente recibieron la invitación por WhatsApp. Bueno, ellos saben todo lo que mandemos a través de ese canal de comunicación. Y necesitamos construir alternativas concretas, reales, desde el Sur, para poder atender a nuestras prioridades, para poder planificar dignamente cualquier acción que pueda tener algo de contundencia y que realmente no sea simplemente un ejercicio retórico. Y eso significa educarnos y significa construir alternativas científicas y tecnológicas desde el sur. Caminos hay muchos por recorrer. No es tan difícil, técnicamente no es complicado. Lo que necesitamos es la voluntad política, La acción coordinada y unilateral para exigir estándares propios que permitan ganar márgenes de soberanía en esos aspectos. 

Tenemos que analizar cómo opera el capital en el contexto del siglo 21. Y hay algo que a mí me ha dejado pensando durante años ya, que es el hecho de que el capital, como le llamo yo, es absolutamente bio ignorante. Y me refiero en el sentido etimológico: bio vida. El capitalismo no entiende de la vida como no entiende la muerte. Para el capital la vida no está incorporada dentro de sus axiomas, dentro de sus valores, dentro de su lógica de operación. La vida, sea o no, es irrelevante. Y ese capitalismo bio ignorante, que ignora la existencia de la vida, es quizás nuestra mayor oportunidad para poder regularlo, para poder domesticarlo, para poder disciplinarlo, para que por lo menos asuma que existe la vida; y la lógica del capitalismo bio ignorante, nace por la insuficiencia del marco conceptual y metodológico en el cual opera el capital.

Perdonen la digresión técnica, un poquito, pero estamos hablando básicamente del concepto de la contabilidad. El capital existe en la contabilidad, sobre todo el capital abstracto del siglo 21, el financiarizado, el de la ganancia rápida, el especulativo, el que puede viajar de una jurisdicción a otra en cinco minutos o en tres segundos. No el capital físico, el activo físico, la fábrica, la maquinaria. No, ese no puede viajar alrededor del mundo en cuestión de segundos. Pero ese capital abstracto —que también fue descrito hace 100 años ya por Hilferding, por Lenin, etc.— ese sí puede viajar en cuestión de segundos y ese capital vive en la contabilidad. Bueno, y quién define las reglas de la contabilidad? ¿Quién define las reglas de la contabilidad? ¿Las Naciones Unidas? No. ¿Quién define las reglas de la contabilidad? Son un conglomerado de cuatro grandes empresas privadas que tienen hegemonía sobre la información financiera a nivel planetario. Me refiero a las famosas Big Four: Pricewaterhousecoopers, Deloitte, Ernst & Young, KPMG. Cuatro grandes firmas auditoras que establecen el estándar mundial de la contabilidad —que es un activo, que es un pasivo, como a qué cuenta debe registrarse— y el capital opera en esa lógica de la contabilidad.

Y resulta que si nos ponemos a analizar esa contabilidad y decimos y bueno, veamos ahora los activos ambientales, los pasivos ambientales. ¿De qué estás hablando? Eso simplemente no existe en la contabilidad. ¿Dónde está la responsabilidad de las empresas frente al medio ambiente, frente a un proyecto? ¿Dónde está la responsable del capital frente a la muerte? En la contabilidad no existe y eso hace que proyectos que financieramente fueran otrora no viables —porque incurren en demasiados costos vinculados a la muerte, a disminuir la vida— como no existe en la contabilidad, resulta que son extremadamente exitosos y negocios prósperos y rentables. Pero si incorporamos la valoración de la vida dentro del marco de la contabilidad, se pudiera cambiar qué tipo de proyectos son, no son viables y el capital puede de esa manera ser disciplinado desde una perspectiva de los derechos humanos, de los derechos a la vida.

Esto tiene su versión también desde la lógica macroeconómica. Muchos habrán escuchado la posibilidad de dejar de depender del PIB como medida de bienestar y buscar otras alternativas. Pero no es suficiente con simplemente crear un PIB verde. “Ah no, coge el PIB y ponle dos o tres puntitos menos y tenemos un PIB verde”. No, hay que realmente sentarnos a pensar la construcción del estándar de la macroeconomía, porque al final eso tiene un dominio narrativo y cognitivo sobre el comportamiento de nuestros pueblos. Es fundamental construir una alternativa a esa dinámica y se puede hacer desde una perspectiva coordinada, unilateral, desde los pueblos del Sur, para poder construir un nexo coherente entre la actividad económica humana —el dinero— pero también la tierra, el agua, la energía, los minerales, la biodiversidad, el aire, el gas y los servicios ecosistémicos.

Hay un trabajo pendiente enorme por hacer, desde la construcción de un Nuevo Orden Económico Internacional asociado a la garantía de los derechos humanos de nuestros pueblos. Y uno de los elementos absolutamente claves, con esto termino, en esta era financiarizada, en donde todas las angustias de nuestros pueblos se resumen en una serie de volatilidades —del tipo de cambio, de la cotización de los bonos, de la evolución del mercado de capitales— hemos visto que estamos absolutamente financiarizados y la estrategia de dominio, en buena parte, se da a través de la generación de dependencia, a través de la deuda. La deuda soberana, la deuda externa, la deuda pública, la deuda de los pueblos frente a los actores hegemónicos del Norte. Y ahí también, no podemos esperar que llegue la caridad desde los gobiernos hegemónicos o de los grandes banqueros de inversión. Sería ingenuo pensar que van a llegar como Papá Noel a perdonar nuestras deudas, a pesar de que, —si cumplieran con lo que establece el Viejo Testamento— deberían hacerlo más o menos cada 70 años. Pero tenemos que empezar a actuar de forma coordinada, de forma unilateral y de forma coordinada. 

El Banco Mundial, el FMI y distintas agencias están proyectando que entre 23 a 30 países en este año que comienza no van a poder cumplir sus obligaciones de deuda externa. Ya sabemos que no van a poder pagar, pueblos del Sur, no van a pagar. En, algún día, en mayo, en agosto, en abril, en junio, dejarán de pagar sus obligaciones de deuda externa. ¿Por qué? Porque no les da el dinero y porque llegarán a un momento donde dirán no me da la sábana y dejo de atender ciertos derechos fundamentales de mi pueblo, por lo tanto suspendo los pagos de deuda externa. Imagínense, cada uno de esos países será sometido a un disciplinamiento como el que describió Yanis en donde  se les dirá: bueno, vamos a pasar por un proceso de reestructura, pero a cambio de privatizaciones, destrucción de los servicios públicos, etcétera, etcétera; la agenda que conocemos. Pero y, qué tal si —sabiendo lo que ya sabemos desde los pueblos del Sur— logramos organizarnos, unas llamadas telefónicas y una reunión más chiquita que ésta, y diciendo actuemos conjuntamente respecto al problema de la deuda. Organicemos para declarar que no tenemos la capacidad de servir esa deuda. Pero no individualmente, cada uno en la fecha que nos toque, sino anticipando esa situación y hacerlo conjuntamente, desde una perspectiva claramente política, para poder motivar, ahí sí, una discusión medianamente más equilibrada entre los grandes acreedores y, ahí sí, la fuerza conjunta que pueden tener los países del Sur.

Yo creo que es imperativo, así como hay el Club de París, así como hay el Club de Londres de los grandes bancos acreedores que tengamos, el club de los países deudores para poder juntar fuerzas, como nos enseñan siempre, y poder enfrentar esta dinámica del endeudamiento, que este año va a tener consecuencias sistémicas. No creo que sea una tarea demasiado difícil, no creo que sea un imposible, pero creo que tenemos unos retos muy concretos en el marco del Nuevo Orden Económico Internacional, de la Presidencia del G77 por parte de Cuba y de mecanismos posibles, con acciones unilaterales pero concertadas para poder negociar nuestra inserción internacional hacia una construcción más amplia, más larga, de largo aliento y de contundencia que se requiere, para verdaderamente construir un Nuevo Orden Económico Internacional. El desafío está ahí. Veamos si podemos estar a la altura de las circunstancias, a la altura del desafío histórico.

Muchas gracias.

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Andrés Arauz es ex Ministro de Conocimiento de Ecuador y ex Director General del Banco Central. Actualmente es Investigador Senior en el Centro de Investigación de Política Económica (CEPR).

Available in
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Authors
Andrés Arauz
Published
17.02.2023
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