Migration

La política británica sobre los cruces del Canal de la Mancha sale directamente del libro de estrategias de la Fortaleza Europa

La amenaza del Reino Unido de expulsar a lxs migrantes, así como el acoso a las personas que se encuentran desamparadas en el mar, son un intento de imitar las políticas de la Fortaleza Europa.
El gobierno de Boris Johnson alimenta ahora el temor sobre los barcos desvencijados en el Canal de la Mancha, con la esperanza de convencer al público británico de que la amenaza a su integridad proviene de unxs pocxs cientos de refugiadxs que se ven obligadxs a arriesgarlo todo por la promesa de seguridad, en lugar de por el sacrificio por parte del gobierno de sus propios ciudadanxs ante la terrible pandemia y las consecuencias económicas inminentes.
El gobierno de Boris Johnson alimenta ahora el temor sobre los barcos desvencijados en el Canal de la Mancha, con la esperanza de convencer al público británico de que la amenaza a su integridad proviene de unxs pocxs cientos de refugiadxs que se ven obligadxs a arriesgarlo todo por la promesa de seguridad, en lugar de por el sacrificio por parte del gobierno de sus propios ciudadanxs ante la terrible pandemia y las consecuencias económicas inminentes.

Vea el primer documental corto de la Internacional Progresista sobre las vidas negras en el Mediterráneo aquí. Examina las raíces y las realidades de la crisis migratoria, y presenta a Nanjala Nyabola, Asad Rehman (War on Want), Mattea Weihe (Sea-Watch) y Hassan Zakaria, quien ha desafiado el viaje a través del Mediterráneo.

En el Canal de la Mancha, el mar está picado. La semana pasada, Abdulfatah Hamdallah se lanzó a él en un bote improvisado. Podría haber tenido 28, o 22, o sólo 16 –los informes difieren. Había recorrido un largo camino desde Sudán, y la noche antes de irse a Gran Bretaña, dijo a sus amigxs que tal vez no lxs volvería a ver. Su cuerpo apareció en las costas francesas al día siguiente, solo; murió lejos de su familia, su barco le falló y nadie vino a ayudarle. Al observar esas aguas mientras se ahogaba, los aviones militares y buques de guerra británicos presuntamente celebraron una victoria de la aspiración declarada por el gobierno de hacer la travesía "inviable".

Las crisis suelen ser oportunidades. En marzo, el Reino Unido aprovechó la pandemia del coronavirus como pretexto para suspender su plan de reasentamiento de refugiadxs. Los pubs ya están abiertos, pero los reasentamientos no se han reanudado, ni el gobierno ha dado ninguna indicación de cuándo podría suceder. Para unx solicitante de asilo que intenta llegar al Reino Unido, actualmente no hay alternativa al cruce marítimo.

5000 refugiadxs han desafiado las peligrosas aguas del Canal este año. Esta cifra es pequeña comparada con lxs 16.000 refugiadxs que llegaron a Italia el año pasado por mar, o las 700.000 personas que emigran a Gran Bretaña anualmente. Pero estas son personas con pocas opciones y sin poder, por lo que Gran Bretaña lxs recibe con aviones de la Fuerza Aérea Real, hombres uniformados y amenazas de enviar a la marina. Algunxs de estxs refugiadxs huyeron de la destrucción causada por los británicos en Irak o Afganistán. Gran Bretaña no les da un respiro.

Fortaleza Europa.

¿Por qué está sucediendo esto ahora? La política antiinmigrante no es nueva en Gran Bretaña. Pero donde antes el Reino Unido podía recurrir a la UE para hacer el trabajo sucio de mantener fuera a lxs inmigrantes, Brexit plantea nuevos problemas. El Reino Unido ya no será el beneficiario de la infraestructura de las fronteras exteriores de la UE. Tampoco disfrutará de las ventajas relativas de las políticas de asilo de la UE como los Protocolos de Dublín, que obligan a lxs inmigrantes a solicitar asilo en el primer Estado miembro de la UE al que llegan; hasta ahora, esta política ha garantizado efectivamente que las personas que cruzan la frontera mediterránea de Europa nunca se conviertan en un problema para Gran Bretaña. Ahora, el Reino Unido se enfrenta al reto de construir su propio sistema independiente para detener a lxs migrantes en la frontera. Presionado por el tiempo, el gobierno británico ha recurrido simplemente a reproducir el régimen fronterizo de la UE a menor escala, pero con una crueldad igualmente ferviente.

Durante años, y especialmente desde la Primavera Árabe, la UE ha configurado sus fronteras para reflejar un interés por desviar en vez de acoger a las personas que buscan seguridad en Europa. La "seguridad" en la frontera de Europa se ha basado durante mucho tiempo en la violencia contra quienes buscan su protección. La "solidaridad europea" con respecto a la migración fue muy discutida en el verano de 2015, cuando lxs líderes europexs descubrieron brevemente el lenguaje de la compasión humanitaria hacia lxs refugiadxs. En la práctica, esta “solidaridad” ha consistido principalmente en que los estados miembros se unan en fuerzas de defensa fronteriza más sólidas que la suma de sus partes. Muy lejos de Dover, la flota fronteriza de la UE, Frontex, patrulla el Mediterráneo y el Egeo, intentando sellar la “Fortaleza Europa” a lxs migrantes. Si la UE no existiera ya, lxs racistas tendrían que inventarla.

Recientemente, la política fronteriza en Europa también se ha basado en acuerdos neocoloniales con los Estados vecinos financiados para actuar como guardias fronterizos de Europa. En el Egeo, la declaración UE-Turquía de 2016 garantizaba que lxs refugiadxs que desafiaran el paso a Grecia fueran interceptadxs y devueltxs a Turquía por las fuerzas fronterizas turcas. En el Mediterráneo central, el acuerdo Italia-Libia de 2017 utilizó fondos de la UE para transformar las milicias libias en "guardacostas": interceptando a lxs inmigrantes que intentaban llegar a Italia y devolviéndolxs a los centros de detención donde se enfrentan a torturas, violaciones, extorsión y, a menudo, la muerte a manos de sus carcelerxs.

La política fronteriza de la UE trata la ilegalidad con indiferencia. En el Mediterráneo central, lxs migrantes en embarcaciones no aptas para la navegación no son rescatadxs, sino ignoradxs o intimidadxs, y a veces ahogadxs. Esto marca la frecuente violación del derecho marítimo internacional, con el deber de ayudar a las embarcaciones en peligro. Mientras tanto, la creciente militarización de la política de migración –es decir, el tratamiento de lxs refugiadxs con derecho a protección en virtud del derecho internacional como una amenaza enemiga a ser rechazadxs y castigadxs por buscar seguridad– viola el principio más básico de la Convención de lxs Refugiadxs: la cláusula deno devolucióno no retorno. La protección de lxs refugiadxs se basa en esta cláusula y ahora, tanto en el Egeo como en el Canal de la Mancha, está siendo quebrantada. Entonces, la amenaza del Reino Unido de expulsar a lxs migrantes y el acoso de las personas en peligro en el mar forman parte de un fenómeno europeo de dudosa legalidad, mientras que lxs líderes europexs le hablan al resto del mundo de su devoción por los derechos humanos y el "estado de derecho".

Fortaleza Reino Unido.

La pertenencia a la UE permitió durante mucho tiempo una especie de división del trabajo mediante la cual el Estado británico vigilaba y acorralaba a lxs refugiadxs a su llegada a Gran Bretaña, mientras que la UE mantenía a raya a la mayoría de ellxs. La mayor parte de la arquitectura de la violencia contra los inmigrantes diseñada por los sucesivos gobiernos británicos se concentró en llevar deliberadamente a lxs refugiadxs a la indigencia en Gran Bretaña negándoles el derecho al trabajo, como lo hizo el gobierno de Tony Blair con una crueldad racista despiadada, mientras detenía a muchxs solicitantes de asilo sin juicio en prisiones superpobladas. Gran Bretaña no tuvo que expulsar a lxs inmigrantes de sus costas con su poderío militar. Para ello, el estado debe ahora apoyarse en ejemplos de una época anterior a la UE. Recientemente, en el programa BBC Today, un almirante celebró un episodio especialmente vergonzoso en el que refugiadxs judíxs del Holocausto fueron mantenidxs en el mar y luego encarceladxs en Chipre. Esto, pensó, proporcionaba un modelo para la política del Reino Unido en la actualidad. Tales son lxs funcionarixs que dirigen las estructuras armadas del estado británico.

Si los intentos actuales del Reino Unido de imitar a la Fortaleza Europa parecen imperfectos, y el resultado distópico, es por dos razones. En primer lugar, mientras que la UE consigue asegurar sus fronteras exteriores convirtiendo a los estados vecinos en sus mercenarios ideales cuando son dóciles, y en villanos ideales cuando no lo son, el enfrentamiento entre Gran Bretaña y Francia por el Canal de la Mancha ha llevado a dos naciones europeas ("civilizadas", "democráticas") a una disputa. Esta es una realidad mucho menos cómoda. En segundo lugar, aunque la sustancia de las nuevas políticas fronterizas del Reino Unido refleja los protocolos de la UE, Gran Bretaña aún carece de la experiencia de la UE para convertir sus prácticas brutales e ilegales en algún tipo de causa humanitaria: salvar a lxs desafortunadxs refugiadxs de lxs traficantes depredadorxs, por ejemplo. Paradójicamente, el Reino Unido nos ofrece ahora una imagen más perfecta de la política migratoria de la UE, habiendo eliminado los filtros retóricos.

¿Qué clase de antirracismo?

Aunque a veces se la venera como un bastión progresista, la UE representa la fuerza unida de las antiguas potencias coloniales, un arma peculiarmente hostil a la reforma y blandida contra lxs pobres de la periferia europea, contra lxs agricultorxs y migrantes africanxs de los antiguos dominios europeos y de las actuales empresas imperiales. Lxs antirracistas no deberían tener nada que ver con esto. La necesidad de una política internacionalista de principios es más urgente que nunca, que rechace el chovinismo continental de la UE y sus mitos nacionalistas en nombre de la libre circulación para todxs. Igual de fuerte, necesitamos un movimiento antirracista más allá del humanitarismo liberal que hable de la difícil situación de lxs refugiadxs (es decir, refugiadxs indefensxs y merecedorxs; nunca "migrantes económicxs" astutxs e indignxs) sin conectar nunca sus luchas con las batallas de lxs europexs nativxs por vidas más dignas.

El gobierno de Boris Johnson alimenta ahora el temor sobre los barcos desvencijados en el Canal de la Mancha, con la esperanza de convencer al público británico de que la amenaza a su integridad proviene de unxs pocxs cientos de refugiadxs que se ven obligadxs a arriesgarlo todo por la promesa de seguridad, en lugar de por el sacrificio por parte del gobierno de sus propios ciudadanxs ante la terrible pandemia y las consecuencias económicas inminentes. Hay mil diferencias entre los mundos de lxs inmigrantes y lxs europexs, y mil razones por las cuales la solidaridad a menudo resulta poco intuitiva. Pero también hay delgados hilos de vulnerabilidad compartida. Hoy en día, en las residencias de ancianxs y en los lugares de trabajo, un pasaporte no es una garantía de hierro contra el hecho de que lxs políticxs traten la vida como algo descartable. La vida –y una vida decente– es algo a lo que todxs nos aferramos, y que puede parecer repentina y aterradoramente esquiva.

Chloe Haralambous es miembro de Sea-Watch, participa en múltiples operaciones de rescate de migrantes en el Mediterráneo y es cofundadora del Mosaik Support Center for Refugees and Locals en la isla griega de Lesbos. También es estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia.

Barnaby Raine es estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia.

Available in
EnglishGermanFrenchSpanishPortuguese (Brazil)Portuguese (Portugal)Italian (Standard)
Authors
Chloe Haralambous and Barnaby Raine
Translators
Paola Andrea Torres Amaya and Francisco Dominguez
Date
15.09.2020
Source
Original article🔗
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