Colonialism

Euráfrica resurge

El respaldo de Emmanuel Macron a la reivindicación de Marruecos sobre el Sáhara Occidental es un giro calculado en la estrategia francesa para recuperar influencia en el Sahel.
El reconocimiento en 2024, por parte del presidente francés Emmanuel Macron, de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental debe entenderse en el marco histórico más amplio del proyecto Euráfrica: una estrategia francesa y europea concebida tras la Segunda Guerra Mundial para mantener la dominación geopolítica a través de los recursos y la influencia africanos. Decisión que evidencia un reajuste calculado de la estrategia, al instrumentalizar la alianza con Marruecos para garantizar la proyección europea en el continente africano.

En octubre de 2024, el monarca marroquí, Mohamed VI recibió con gran pompa al presidente francés Emmanuel Macron. Semanas antes, el mandatario galo decidió  reconocer abiertamente la soberanía de Marruecos sobre el territorio ocupado del Sáhara Occidental. Para comprender la razón por la cual Macron tomó esa decisión es fundamental adoptar una visión histórica, política y geográfica más amplia, que nos remonta a los primeros años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En efecto, el estudio del proyecto Euráfrica, desarrollado en la década de 1950, permite identificar la ambición europea que perduraba en África y que, hoy en día, continúa vigente.

A la luz de este proyecto, no cabe duda de que el “regalo” del Sáhara que Macron ofreció a Mohammed VI constituye, ante todo, una oportunidad estratégica que responde a los intereses geoestratégicos de Francia y, en términos generales, de la Unión Europea, al permitir a París reposicionarse en el continente africano tras su retroceso en el Sahel. Resulta innegable que el proyecto Euráfrica se desarrolló de manera metódica, con plena conciencia del tiempo, la geografía y las oportunidades. En esencia, Euráfrica se concibió con una visión a muy largo plazo y, bajo esa perspectiva, permanece inconclusa.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los estrategas franceses sostenían que, para que la entonces debilitada Francia mantuviera su condición de potencia mundial, París debía apoyarse en sus territorios africanos, los cuales desempeñarán un papel clave en sus ambiciones internacionales. Para ellos, la industrialización de Francia dependía de una perspectiva euroafricana, estrechamente ligada a consideraciones geoestratégicas y militares. La tierra, los recursos energéticos y las materias primas de África permitirían a Francia preservar su estatus político y económico a nivel global. Un aspecto fundamental del proyecto Euráfrica consistía en que también serviría como contrapeso frente a las posiciones anticoloniales y a la creciente influencia de Estados Unidos y la antigua URSS.

Sin embargo, para que Francia y Europa pudieran aprovechar plenamente las oportunidades de África, era necesario, en primer lugar, fortalecer el continente europeo. En este contexto, el Plan Schuman (1951) y la construcción de la Unión Europea formaban parte, realmente, de Euráfrica. El primer paso consistía en unir y desarrollar otras naciones europeas, como España e Italia. Se consideraba también que la reunificación de Alemania era parte del proceso estratégico de Euráfrica. Resulta difícil —sino imposible— desvincular Euráfrica de la caída de Gadafi en 2011. Aunque los teóricos del proyecto no podían prever aquel acontecimiento, la posición geoestratégica de Libia ya aparecía señalada de forma explícita en el diseño original.

En 1952, Anton Zischka ya sostenía en su libro Afrique, complément de l’Europe que los europeos debían centrarse en los países situados a lo largo de las costas norte y sur del Mediterráneo. Según él, “Libia, un asunto de interés europeo—e incluso global—es un ‘modelo de referencia’ para todo el continente africano”. Añadía: “Afortunadamente, se están llevando a cabo trabajos en las posesiones francesas del norte de África, especialmente en Marruecos y Níger”.

El reflejo de la planificación estratégica de Euráfrica, requiere paciencia y ajustes. Analicemos este pasaje de 1957:

Es necesario hablar de Euráfrica y hacerlo de forma detenida. El concepto, de gran potencial, aún no está definido y solo lo entenderemos mejor a través de un proceso lento, forjado por tendencias contrapuestas. La carencia de orden actual no es un defecto, sino una oportunidad para moldear las ideas y los hechos en evolución. Palabras clave como “proceso lento”, “moldear” y “evolución” subrayan la necesidad de planificar estratégicamente y de mantener flexibilidad frente al desarrollo de los acontecimientos históricos.

En función de la estrategia europea y de su adaptación a los acontecimientos, la caída de Gadafi está claramente vinculada a la construcción continua de Euráfrica. En este sentido, Libia nos recuerda la importancia crucial de la geografía, como señalan Robert Kaplan y Nicholas Spykman en The Revenge of Geography (2013), al afirmar que la geografía “revela las intenciones de un gobierno a largo plazo y sigue siendo el factor fundamental en la política exterior, dado que tiene mayor estabilidad”. 

En 2019, las autoridades francesas declararon sobre Libia: “Apoyamos todo lo que garantice la seguridad del pueblo francés y de los aliados de Francia, incluido el respaldo a Haftar y a su Ejército Nacional Libio”. Además, El libro blanco de origen francés de 2008 sobre defensa y seguridad nacional ya señalaba que la “zona estratégica” de Francia iba desde el Atlántico hasta el Océano Índico, incluyendo el Mediterráneo, el Mar Rojo y la región sahelo-sahariana.

Gadafi fue un verdadero quebradero de cabeza para París al poner a prueba su influencia en las antiguas colonias africanas. Al invertir los ingresos petroleros en la Comunidad de Estados del Sahel y del Sahara (CEN-SAD), que él mismo fundó, intentó disminuir la influencia de Francia sobre estos países. Tras su caída, Marruecos asumió el liderazgo de la CEN-SAD y acogió en Rabat una reunión de los ministros de Relaciones Exteriores, reiterando así su ambición de liderar la región y, posiblemente, garantizar un mayor respaldo a su aspiración de controlar la zona del Sahara-Sahel.

Con Marruecos —el principal aliado regional de Francia— al frente de la CEN-SAD, París ejercería aún más influencia sobre los Estados sahelianos; estrategia que se ve reforzada por la creciente presencia de Israel en la región y su alianza inquebrantable con Rabat. En este sentido, el reconocimiento de Marruecos por parte de Francia respecto al Sáhara Occidental se alinea claramente con una estrategia más amplia de Euráfrica.

En este sentido, y como escribió Malek Bennabi en La lutte idéologique (2014), “El colonialismo siempre encontrará a alguien dispuesto a entregar las llaves de la fortaleza a cambio de una compensación económica que corrompa su conciencia”. Para Bennabi, la estrategia ideológica del colonialismo consiste en impedir el contacto entre el pensamiento y la acción política, dejando el pensamiento estéril y la política ciega. Se adapta continuamente, explotando la ignorancia de las masas y utilizando el dinero como arma. Bennabi, además, explica:

Las civilizaciones no se crean al azar. El colonialismo elabora planes militares y envía instrucciones basadas en un profundo conocimiento psicológico de las sociedades colonizadas, lo que le permite actuar en consecuencia para manipular sus conciencias según la clase y el nivel social. Utiliza un mapa psicológico del mundo colonizado, que a diario actualizan especialistas en vigilancia y control de ideas. El colonialismo emplea el lenguaje de las ideas, fácilmente corruptible entre la clase intelectual.

Hoy en día, Euráfrica cobra cada vez más relevancia, ya que Francia y la UE encaran retrocesos políticos y económicos frente a economías emergentes como China y el bloque BRICS+. En un informe de 2024, Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, advirtió que Europa se está quedando rezagada frente a Estados Unidos y China. Para Draghi, la UE se enfrenta a una amenaza existencial y, si no cambia de rumbo, está condenada a “una muerte lenta”.

Inicialmente, Euráfrica fue concebida con una estrategia a largo plazo, que requería paciencia y adaptabilidad. No estaba destinada a explotar África de inmediato, sino a sentar las bases racionales y a definir qué objetivos debían alcanzarse primero. Para Zischka, “la creación de Euráfrica es un proyecto concreto, sencillo y controlable: una tarea para ingenieros, ajenos a congresos de paz mundial o a eslóganes publicitarios. A Euráfrica la construirán técnicos, de manera fría y calculada, sobre datos concretos.” Está claro que la paciencia, la estrategia, la adaptación y la cabeza fría siempre han sido los principios rectores de los arquitectos de Euráfrica.

La decisión de Macron de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el territorio ocupado del Sáhara Occidental responde a las ambiciones geoestratégicas más amplias de Francia en el Sahel, en el marco del plan Euráfrica.

Expulsada del Sahel por la puerta principal, Francia pretende regresar vía el Sáhara Occidental y Marruecos. Sobre la presencia de Francia en el Sahel, el exministro francés de Asuntos Exteriores Jean-Yves Le Drian la describió en su momento como una “reorganización inteligente” destinada a “reducir nuestra presencia militar mientras aumentamos nuestra influencia”. Ante la nueva realidad geopolítica, París está orientando su estrategia hacia Rabat.

En este sentido, un informe de 2019 de la Institución Brookings titulado Which Path to Persia?, señalaba que resultaría difícil para Estados Unidos intervenir directamente en Irán y provocar un cambio de régimen. Según los autores, una opción creíble y segura sería “dejarlo en manos de Bibi”, es decir, del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Al aplicar esta lógica al Sahel, se puede trazar un paralelismo entre Irán e Israel y Marruecos con la región del Sahel.

El reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental ocupado implica que París se reposiciona para mantener su presencia e intereses geoestratégicos en el Sahel. Durante la visita de Macron a Marruecos, él y Mohamed VI declararon ceremoniosamente un “nuevo capítulo bilateral”, una “nueva ambición para los próximos treinta años” con amplios objetivos estratégicos destinados a afianzar la renovada relación franco-marroquí en el cruce entre Europa y África, en un momento de rápida transformación del panorama internacional. En otras palabras: “¡Dejen el Sahel en manos de Mohamed VI!”

Con el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, el país también aprovecha esta estrategia geoestratégica regional más amplia para atraer a Estados sahelianos sin salida al mar, como Malí, hacia un proyecto hipotético que les abriría acceso al Atlántico a través del territorio ocupado del Sáhara Occidental. Como advierte Doulaye Konate, de la Asociación de Historiadores Africanos en Malí: “¡Quien controla Malí controla África Occidental, si no toda África!”

Esta nueva ecuación muestra, sobre todo, que, aunque el proyecto Euráfrica pueda parecer, para el ciudadano medio, olvidado en algún archivo obsoleto, en realidad sigue muy vivo en la mente de algunos estrategas geopolíticos en la sombra. Como recuerda el exprimer ministro israelí Ehud Barak: «Lo que hacemos entre bastidores, lejos de la mirada pública, tiene mucho más peso que la farsa de los eslóganes».

Por último, pero no menos importante, a través de Marruecos, esta nueva ofensiva diplomática francesa subraya que África, en su conjunto, sigue siendo un escenario para las grandes potencias. En este sentido, según Achille Mbembe, “África ha sido —y sigue siendo— el laboratorio de una globalización despiadada”. La incapacidad o negativa de muchos líderes africanos a comprender esto, así como su falta de planificación y de visión estratégica a largo plazo, facilita el arraigo de potencias extranjeras —militar, política, económica y culturalmente— en todo el continente, poniendo en peligro la propia existencia de los africanos. Es importante señalar que, aunque los países africanos han logrado la independencia política, aún no han ganado la batalla de las ideas.

Mientras sus líderes no reconozcan que comprender las causas de su fracaso es más importante que combatir los síntomas, no habrá salvación para los africanos. Como señaló acertadamente Malek Bennabi: “Una sociedad que experimenta una crisis ética e intelectual dual en su liderazgo no puede garantizar las condiciones necesarias para la inmunidad y eficacia de las ideas. Aún más grave, queda expuesta a intrusiones perniciosas, ya sea por un déficit ético en su entorno o por una carencia intelectual que la debilita”.

Tras reducir su presencia militar en el Sahel, no cabe duda de que París busca reforzar su influencia en África, apoyándose en Rabat, estrecho aliado de Tel Aviv.

Abdelkader Abderrahmane es asesor de políticas sobre paz y seguridad en el Norte de África y el Sahel. Es autor de Morocco's Intelligence Services and the Makhzen Surveillance System.

Imagen © Natalia de la Rubia a través de Shutterstock.com vía Africa is a Country

Available in
EnglishSpanishPortuguese (Brazil)GermanFrenchArabic
Author
Abdelkader Abderrahmane
Translators
Goretti Montes and Open Language Initiative
Date
28.08.2025
Source
Africa is a CountryOriginal article🔗
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