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Una persona es una persona a través de otras

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"¿Estamos luchando para acabar con el colonialismo, una causa digna, o estamos pensando en lo que haremos cuando se vaya el último policía blanco?"

Varias décadas después de que escribiera estas palabras, estos sentimientos de Franz Fanon siguen siendo un desafío urgente para las sociedades poscoloniales. En 2022, las medidas de austeridad implementadas por las organizaciones multilaterales han vuelto a países como Kenia, países de las cuales podría decirse que todavía se están recuperando de la devastación de los Programas de Ajuste Estructural de la década de 1980. Haciendo eco de la colonización, la economía extractiva presentada como desarrollo e inversión está en todas partes, desde los recursos naturales hasta las plataformas digitales. Las personas negras vuelven a estar en venta como trabajadorxs domésticxs y de construcción en países que se niegan a proporcionarles protecciones básicas de derechos humanos, y recientemente como potenciales reclutas en guerras que no tienen nada que ver con ellas. Casi ochenta años después de que Fanon articulara las demandas de independencia de la colonización, los países del sur global siguen luchando por salir de la dinámica global profundamente desigual. La historia se repite. 

¿Cuándo empieza el "pos" en "poscolonial"? ¿Cuándo nos liberamos? 

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En algún punto del viaje hacia la poscolonia, los sueños de libertad de muchas sociedades del mundo parecen haber perdido el camino. Para pedir prestado de Fanon, es evidente que varias sociedades no dieron suficiente espacio para articular y alimentar los sueños de libertad más allá del deseo de ver partir al último policía blanco. Muchxs de nuestrxs revolucionarixs, como Patrice Lumumba, Amílcar Cabral y Steve Biko, fueron asesinadxs porque el tamaño y el alcance de sus sueños eran una amenaza para los hegemones globales. Otrxs, como Winnie Mandela y Andrée Blouin, sufrieron intensos ataques personales, el exilio y el aislamiento de sus sitios de trabajo. Y otrxs, como Robert Mugabe, se consumieron en la idea del poder a toda costa, cambiando la libertad y el bien común por la acumulación personal y el poder militar, negándose a ceder ni un centímetro de poder a nadie. Los sueños de libertad se atrofiaron a la sombra de estas pérdidas, y hoy el mapa del "pos" sigue enterrado en la arena.

Es difícil en estos tiempos escribir un ensayo sobre la libertad cuando la palabra ha sido cooptada por tantas personas que usan una definición bastarda de la palabra para avanzar en la destrucción de otrxs. En los países occidentales, los movimientos de derecha utilizan habitualmente la palabra para referirse a las ambiciones egoístas de proteger la riqueza y excluir a lxs demás. Por desgracia, la libertad se ha convertido en sinónimo de egoísmo en demasiados lugares del mundo, y lxs extremistas la utilizan para justificar leyes y políticas que destruyen la protección social de lxs pobres y lxs marginados. Lamentablemente, la palabra necesita algunos matices y contextualizaciones antes de que pueda utilizarse con sinceridad para enfrentarnos a las realidades que se desarrollan a nuestro alrededor. 

Y sin embargo, la libertad sigue siendo un proyecto profundamente necesario. El deseo de libertad transforma deseos o ambiciones individuales en proyectos sociales. La libertad se parece mucho a estar enamoradx. Es difícil de explicar a alguien que aún no la ha experimentado, pero una vez que la has vivido sientes su ausencia intensamente. Es la paz de saber que estás en una comunidad que trabaja por algo más grande que la mera supervivencia, sino que imagina y construye un mundo en el que todxs prosperan. Es el apoyo mutuo y la solidaridad. Es cuidado y preocupación. Es una obsesión por la justicia y la desigualdad, no sólo para quienes tienen acceso a las palancas del poder, sino para todxs. Es algo más que cifras sin sentido y promesas vacías de desarrollo. La libertad es decir la verdad y rendir cuentas, pero también conectar y restaurar. La libertad es vivir en una sociedad que reconoce tu condición de persona y que quiere dejar espacio para que todxs vivan plenamente, con audacia y alegría. La libertad es una preocupación social que no puede lograrse como individuo. Los seres humanos son criaturas sociales. No eres libre porque vives fuera de las limitaciones de una sociedad: eres libre porque vives en una sociedad que valora tu existencia y te permite mantener una conexión significativa con lxs demás. 

Los sueños de libertad son una parte crucial para alcanzar el "pos" en la poscolonialidad. El deseo de libertad es lo que empuja a las personas a coordinarse en torno a grandes ambiciones y a desarrollar un programa de acción para lograrlas. El deseo de libertad nos empuja a la deliberación y al debate sobre lo que nuestras sociedades pueden representar, pero también nos empuja a la introspección sobre nuestro papel personal en la consecución de esos objetivos. Los sueños de libertad son algo más que simples fantasías. Son invitaciones a coordinar y participar en la vida social. Los sueños de libertad son como una brújula. Ofrecen una perspectiva colectiva sobre lo que tenemos que hacer para construir el tipo de sociedad en la que todxs podamos prosperar.

Por tanto, la creciente ausencia de sueños de libertad en la forma en que se articulan nuestras ideas de progreso o desarrollo es algo más que una pérdida retórica. No es simplemente triste que hoy hablemos del PIB y del crecimiento económico como medidas de progreso, y no del bienestar y la inclusión. Es una pérdida de orientación. Es lo que hace posible que la gente utilice el dinero como atajo de todas las cosas que necesitamos para que la vida social tenga sentido. En lugar de la salud universal, las personas intentan enriquecerse lo suficiente como para no optar por los sistemas de salud pública mal financiados. En lugar de enfrentarse juntxs a la calamidad del cambio climático, las personas ricas construyen búnkeres que les permitan sobrevivir en el apocalipsis. En lugar de pensar en los conflictos como una tragedia colectiva, los países ricos los ven como una oportunidad para ganar dinero. Y en lugar de ver una pandemia global como una oportunidad para reajustar y reforzar los sistemas sociales que durante demasiado tiempo han excluido las necesidades de lxs enfermxs crónicxs y las personas con discapacidades, lxs ancianxs e incluso lxs niñxs, consolidamos la idea errónea de que una especie avanzada es aquella en la que se deja morir a lxs más vulnerables. Todos estos resultados están unidos por la falacia subyacente de que asegurar el dinero puede ser alguna vez un atajo de los sueños de libertad de vivir en una sociedad justa.

Dentro de la poscolonia, probablemente nunca ha habido mayor necesidad de sueños de libertad como ahora. En África, la ausencia de una amplia orientación unificadora significa que podríamos convertirnos literalmente en heno para los proyectos de otrxs. En este momento, se está atrayendo a hombres y mujeres jóvenes para que luchen tanto para Rusia como para Ucrania, ninguno de los cuales ha expresado una especial preocupación por el bienestar de la población africana en el pasado. Mercenarixs rusxs están causando estragos en varios países africanos; Ucrania es uno de los mayores proveedores de armas para los conflictos africanos. Lxs jóvenes africanxs siguen muriendo innecesariamente en el mar Mediterráneo por temores infundados de invasión, incluso cuando Occidente abre sus puertas a decenas de miles de refugiadxs ucranianxs más. Mientras los países occidentales intentan desprenderse del petróleo y el gas rusos, África vuelve a estar en el menú como fuente alternativa de estas materias primas. Hay una expectativa tácita de que los países del sur global deben soportar estoicamente la carga de estas desigualdades porque los sueños de libertad de otrxs son de alguna manera más valiosos que los nuestros.

Y a falta de gobiernos que se preocupen por nuestros propios sueños de libertad, no está claro cómo nos veremos al final de este período de incertidumbre global (si es que lo hay –el cambio climático sigue siendo una amenaza omnipotente). Nuestros sueños de libertad están siendo canjeados por baratijas por parte de líderes que creen erróneamente que la riqueza y la proximidad al poder en otra parte del mundo tendrán alguna vez el mismo significado o el mismo sabor que la construcción de la libertad en el lugar donde unx está arraigadx. ¿Estamos entrando en otro período en el que lxs autoritarixs redoblarán la violencia contra nosotrxs y no serán cuestionadxs porque dicen las cosas correctas a las diferentes partes del conflicto? Ver a lxs líderes de la India, Uganda, Sudán y otros países alinearse detrás de Rusia no augura nada bueno. ¿Dará lugar esta temporada a otra era de Pinochets, Mengistus y Mobutus? ¿Veremos una vez más cómo nuestros sueños de libertad quedan subsumidos en conflictos globales de los cuales sólo se beneficiarán lxs más codiciosxs y violentxs?

Nuestros sueños de libertad nos recuerdan que tenemos un trabajo que hacer que es más grande que este momento histórico. El trabajo no consiste en construir el país más rico o el mayor ejército. El trabajo consiste en construir sociedades en las que el dinero no sea un obstáculo para vivir una vida decente. El trabajo consiste en restablecer nuestra relación con el entorno natural para que la medida de nuestras vidas no se reduzca simplemente a nuestra capacidad de consumo sin control. Angela Davis nos recuerda que nuestros sueños de libertad no pueden limitarse a nuestra propia vida, sino que deben estar anclados en el deseo de dejar un mundo digno de ser vivido para las generaciones futuras. Necesitamos nuestros sueños de libertad.

Los sueños de libertad de quienes se resistieron y rechazaron la colonización parecen estar muy lejos de las escasas ambiciones de muchxs de lxs líderes actuales. Mientras que las generaciones anteriores luchaban por la dignidad y la defensa integral de la vida humana, hoy nuestros sueños se organizan en torno a ambiciones despolitizadas como el desarrollo o la igualdad de género. Las demandas radicales de rechazo a la violencia racial sistémica y a la exclusión institucionalizada se han desescalado hasta convertirse en llamadas para las sobras de la mesa. 

Y, sin embargo, al observar la trayectoria del mundo, los sueños de libertad nunca han sido más urgentes o importantes. Es tentador resistirse al impulso de deliberar y deconstruir, porque es trabajo. En un mundo que cada vez más quiere convertir todo –incluido nuestro tiempo de ocio– en trabajo, el deseo de desvincularse es profundamente seductor. Pero los sueños de libertad no pueden definirse en aislamiento. 

Umuntu ngumuntu ngabantu. Mtu ni mtu kwa sababu ya watu. Una persona es una persona a través de otras personas. Y así descansamos cuando debemos, y luego volvemos a nuestro trabajo.

Nanjala Nyabola es escritora, investigadora independiente y analista política. Su trabajo se centra en las transiciones de conflicto y posconflicto, con especial atención en lxs refugiadxs y la migración, así como en la política de África Oriental en general. Es autora de Digital Democracy, Analogue Politics y coeditora de Where Women Are. Nanjala es licenciada en Estudios Africanos y Ciencias Políticas por la Universidad de Birmingham, tiene un máster en Migración Forzada y otro en Estudios Africanos, ambos por la Universidad de Oxford, a la que asistió como becaria de Rhodes, y un doctorado en Jurisprudencia por la Facultad de Derecho de Harvard.

Este ensayo forma parte de la colección "Futuros de la Libertad" del pilar del Plan de la Internacional Progresista. Para saber más, escribe a [email protected]

Diseño: Gabriel Silveira

Available in
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Authors
Nanjala Nyabola
Translator
Daniela Santalla
Published
25.05.2022
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