El 23 de junio, Brasil pasó el sombrío marcador de 50 mil muertes confirmadas de Covid-19.
Las estimaciones generadas a partir de los informes necrológicos del sistema de notarios públicos sugieren que las cifras reales de mortalidad se acercaban más a 85.000, y un estudio a nivel nacional en el que una muestra representativa de 25.000 personas de 90 condados se sometió a pruebas de Covid-19, sugirió recientemente que la tasa real de infección es 7 veces superior a las cifras oficiales.
La respuesta del Brasil a la pandemia ha sido un desastre inequívoco, y aún podría convertirse en el país más afectado. Si se compara con la situación de la vecina Argentina, es evidente que la política y la incompetencia son factores causales mucho más fuertes que el azar o la crueldad de la naturaleza.
No se puede ignorar que Bolsonaro llegó al poder gracias a una ola de apoyo extranjero, tanto de los gobiernos como de las corporaciones a las que sirven.
Lxs que apoyaron su presidencia, y los corruptos procesos antidemocráticos que lo pusieron allí, tienen sangre en sus manos.
En una entrevista en la televisión en 1998, Jair Bolsonaro dijo infamemente que más de 30.000 personas tenían que ser asesinadas para que Brasil funcionara. Hablaba del período de la dictadura de 1964-85, que él considera una edad de oro, pero se quejaba de que no mató lo suficiente. También lamentó que su héroe, el dictador chileno Augusto Pinochet, tampoco asesinó a suficientes ciudadanxs chilenxs. Si alguna vez llegaba al poder, dijo Bolsonaro, lo arreglaría. Estos comentarios, y otros igualmente inquietantes, eran públicos y ya conocidos en 2018. El carácter de este hombre estaba muy claro mucho antes de que tomara posesión del cargo.
Sin embargo, con la mirada puesta en las riquezas de Brasil, a sus partidarixs extranjerxs no les importaba.
Mientras Bolsonaro alentaba a sus fanáticxs partidarixs, se aceleraron los asesinatos de dirigentes de comunidades indígenas, LGBTQ+, campesinxs y afrobrasileñxs, y las empresas madereras empezaron a contratar equipos de operarixs con motosierras en el Amazonas, incluso antes de que él asumiera el cargo. Bajo el apoyo público de un ex juez hasta entonces desconocido que llegó a la gobernación en los faldones de Bolsonaro, la policía militar del estado de Río de Janeiro superó por sí sola el número total de asesinatos cometidos por la policía en los Estados Unidos.
Bolsonaro una vez elogió a la caballería de los Estados Unidos por ser más eficaz en su exterminio de los pueblos indígenas que sus homólogos brasileños. Al llegar al poder rápidamente inició un proceso largamente amenazado, un proceso que despojará a lxs indígenas, a quienes comparó con animales de zoológico, de sus tierras demarcadas.
Esto no sólo era un acto de revanchismo racista; por supuesto, también abriría su territorio a la explotación por parte de las mismas corporaciones extractivas e inversorxs extranjerxs que apoyaron con entusiasmo la falsa de elección del neofascista.
Ahora hay minerxs y madererxs, trabajando en nombre del capital extranjero, que no sólo están destruyendo la selva tropical protegida a tasas récord y envenenando los ríos con mercurio, sino que están llevando intencionadamente el Covid-19 al corazón de las comunidades protegidas. El líder de Kayapó, Paiakan, fue una de sus recientes víctimas, entre lxs 332 indígenas que han muerto oficialmente a causa del coronavirus, y 7.208 casos entre 110 aldeas con una población total de alrededor de 800.000 personas.
En la nación más rica en recursos de la Tierra, el sector minero en particular, estaba en éxtasis, con la región amazónica como una nueva frontera.
Para las industrias internacionales de la minería, la carne, la madera y la soja, y su títere en la presidencia brasileña, el genocidio es otra externalidad más a ser ignorada en sus modelos de negocio, como el cambio climático.
El primer ministro británico, Boris Johnson, escribió para felicitar a Jair Bolsonaro por su elección. El gobierno conservador del Reino Unido esperaba, según sus propias palabras, trabajar estrechamente con su administración, en particular con el Ministro de Economía, “Chicago Boy” Paulo Guedes.
Tras bastidores, el gobierno británico se había estado reuniendo con Bolsonaro, su familia, Guedes y otrxs aliadxs durante algún tiempo.
El antiguo adversario de Johnson, Jeremy Corbyn, reconoció recientemente el apoyo encubierto que el gobierno británico estaba dando a Bolsonaro:
"También se descubrió recientemente que varios ministrxs conservadorxs se reunían con Bolsonaro, su familia y aliadxs mucho antes de que fuera elegido.
Específicamente, las solicitudes de Libertad de Información han revelado detalles de reuniones y correspondencia no divulgadas anteriormente entre funcionarixs británicxs y Bolsonaro antes, durante y después de la campaña electoral, incluso cuando Boris Johnson era Ministro de Asuntos Exteriores", escribió Corbyn para inews.
Mientras el gobierno británico se reunía con Bolsonaro, su principal plataforma mediática, la BBC, promocionaba a sus partidarixs—algunxs de ellxs verdaderxs neonazis— como "una ola creciente de jóvenes conservadorxs" que "buscan el cambio".
Bolsonaro agradeció a Boris Johnson por resistir la dura respuesta de la Unión Europea a los incendios del Amazonas en 2019. Johnson le había dicho al Parlamento: "Sr. Presidente, yo sería reacio a alentar cualquier medida ahora que hiciera algo para reducir el comercio y el libre comercio en todo el mundo, y es mucho mejor apoyar la reforestación de Brasil de la manera en que lo estamos haciendo".
El aliado ideológico del presidente electo, Donald Trump, felicitó a Bolsonaro con entusiasmo: "¡los Estados Unidos están contigo!", proclamó. El neofascista brasileño era obviamente el candidato respaldado por el Partido Republicano en las elecciones de 2018, pero el apoyo de Bolsonaro se extendió mucho más profundamente en el mundo corporativo bipartidista, entusiasmado desde hacía tiempo por la liberalización de la economía de Brasil que prometió, en particular la perspectiva de que las áreas protegidas de la Amazonía brasileña se abrieran a la explotación.
En enero de 2019, el lobby y think tank de Wall Street, Consejo de las Américas, se quedó sin aliento en sus alabanzas a Paulo Guedes y a la política económica del entrante régimen de Bolsonaro: "A lxs asistentes al Foro Económico Mundial: Esta semana en Davos, conocerán a un hombre que parece destinado a cambiar Brasil para mejor. Brillante y disciplinado, ha reunido un equipo verdaderamente de primera clase. En sólo tres semanas en el cargo, parece haber diagnosticado correctamente lo que aqueja a la gran economía más decepcionante de los últimos años. Allí, en los Alpes suizos, presentará su plan para arreglarlo; probablemente les deslumbrará. El nombre de este hombre es Paulo Guedes", dijo entusiasmado el editor jefe de Americas Quarterly, Brian Winter.
Guedes respondió a la pandemia del coronavirus de 2020 afirmando que sus reformas ultraliberales eran la solución. Su colega, el Ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles, vio la pandemia como una oportunidad para el abandono acelerado de las regulaciones que protegían la Amazonía, mientras el público estaba distraído.
Con Bolsonaro apenas en el cargo, Cargill, miembro del Consejo de las Américas, anunció su apoyo explícito a la deforestación en una carta abierta a lxs productorxs de soja en Brasil y su oposición a los proyectos de protección ambiental en el irreemplazable bioma de la Sabana del Cerrado.
Haciendo caso omiso de cualquier preocupación en materia de derechos humanos, Barings Bank, un miembro del Consejo de las Américas, no pudo contener su entusiasmo por la elección de Bolsonaro, calificandola de "una nueva frontera". "La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil en octubre de 2018 fue trascendental: esta fue la primera vez desde el establecimiento de la constitución del país en 1988 que un mandato de clara tendencia derechista había ganado un voto nacional. Muchos comentaristas del mercado han reconocido que su nombramiento tiene el potencial de una transformación económica positiva", proclamó.
La declaración cargada de propaganda rindió efusivos homenajes a Paulo Guedes y al Ministro de Justicia de Bolsonaro Sérgio Moro, incluso alabando su encarcelamiento, con motivaciones políticas, del ex presidente Lula da Silva que permitió la victoria de Bolsonaro.
La emisora pública nacional canadiense CBC respondió a la elección de Bolsonaro con un artículo titulado ‘Lo que significa una presidencia de extrema derecha en Brasil para las empresas canadienses’: "El nuevo presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, es un derechista que se inclina hacia mercados más abiertos. Esto podría significar nuevas oportunidades para las empresas canadienses que buscan invertir en el país rico en recursos", anunció en las redes sociales.
En 2013, se descubrió que los organismos de inteligencia canadienses habían espiado al Ministerio de Minas y Energía de Brasil.
La nueva fiebre del oro en la Amazonía brasileña, y su contexto político, eran totalmente previsibles. En diciembre de 2012, el Wall Street Journal publicó un artículo titulado ‘Gigantes mineros se dirigen a la selva amazónica’. En los próximos cinco años se invertirán unos 24.000 millones de dólares para impulsar la producción en una región remota y ambientalmente sensible".
El Wall Street Journal apoyó sin disculparse la presidencia de Jair Bolsonaro. Más recientemente incluso instó a poner fin a las medidas de cuarentena en Brasil, poniendo aún más en peligro a la población.
El fundador del Eurasia Group Ian Bremmer, escribió en la revista Time Magazine que Bolsonaro era una "ruptura brusca con una década de corrupción de alto nivel y la mejor oportunidad de Brasil en una generación para promulgar reformas económicas", mientras que el clarión del capital, The Economist, enfatizó las "buenas ideas" del neofascista. El think tank adjunto de la OTAN, el Consejo Atlántico, también se entusiasmó con la dirección económica del régimen de Bolsonaro, motivado por las perspectivas de un acuerdo de libre comercio con Brasil bajo su gobierno de extrema derecha, y continuó su extraña fijación con la reforma de las pensiones brasileñas.
A medida que Brasil se hunde más en el episodio más oscuro de su historia reciente, no puede haber perdón para lxs actores estatales, las empresas y los medios de comunicación extranjeros que ayudaron a posibilitar una catástrofe humana, en nombre del "libre comercio".
Tampoco deberían ser escuchados sobre quién debe gobernar Brasil una vez que la pesadilla del Bolsonaro haya terminado.