En su autobiografía de 2016, Ma terre empoisonnée (Mi tierra envenenada), publicada en Francia por Stock y coescrita con el periodista Philippe Broussard, Trân Tô Nga se describe a sí misma como "la muchacha del Mekong, el colonialismo y la guerra". Cuenta cómo, de joven en su Vietnam natal, se alistó como mensajera y agente de enlace en la guerrilla comunista del Viet Cong, embarcada en los 20 años de amarga guerra por la independencia contra el imperialismo estadounidense y su régimen aliado en Vietnam del Sur, que terminaría con la victoria en 1975.
Trân Tô Nga ejerció como directora de escuela en Hanoi antes de llegar a Francia, y ahora su batalla más importante se desarrollará en el ámbito formal de un tribunal del suburbio parisino de Evry. Para ella, asegurarse de que se reconozca uno de los crímenes impunes de los Estados Unidos en Vietnam es "la lucha de la última parte de mi vida". Este crimen consistió en la fumigación de grandes extensiones del país con un potente herbicida y defoliante que contenía dioxina cancerígena, un cóctel químico conocido como Agente Naranja, por el color pintado en los bidones en los que se guardaba.
La mezcla química tóxica, producida por grandes empresas como Monsanto y Dow Chemical, se utilizó durante diez años hasta 1971, en lo que se denominó "Operación Ranch Hand", destinada a destruir tanto la cubierta forestal bajo la que se escondían lxs combatientes del Viet Cong como los cultivos que les proporcionaban alimento.
"Se vertieron 80 millones de litros de Agente Naranja en Vietnam", afirmó Kim Vo Dihm, uno de lxs muchxs partidarixs de Trân Tô Nga y miembro de un grupo colectivo denominado Vietnam Dioxine que aboga por las víctimas vietnamitas del Agente Naranja. "Afectó al 20 por ciento de las zonas boscosas vietnamitas. Es un ecocidio".
Sin embargo, el ecocidio no está contemplado por la ley en Francia, que prevé convertirlo en una "infracción", a pesar de que el Parlamento Europeo adoptó la exigencia de que el ecocidio sea reconocido internacionalmente como un delito en su informe anual sobre Derechos Humanos y Democracia en el Mundo el 20 de enero. En cambio, el costo humano del uso masivo de sustancias químicas cuyos efectos fueron tanto inmediatos como duraderos, es el punto central del caso que empezó el 25 de enero.
Porque junto con la devastación y la contaminación ambiental causadas, millones de vietnamitas estuvieron expuestxs al Agente Naranja: unos 4,8 millones, según estimaciones del gobierno vietnamita. Muchxs de ellxs –3 millones según las asociaciones de víctimas– han padecido desde entonces enfermedades que incluyen cánceres (en particular leucemia) y sus descendientes han sufrido malformaciones durante varias generaciones. La dioxina se transmite a través de la cadena alimentaria y envenena el suelo de forma duradera.
En el verano de 1966, un avión Fairchild C-123 de las fuerzas aéreas estadounidenses esparció el producto químico sobre el terreno donde se escondía Trân Tô Nga. En su autobiografía, escribe cómo se lavó la sustancia pegajosa y olvidó rápidamente el incidente, y cómo volvería a estar en contacto con el químico, caminando por la selva y a través de zonas húmedas contaminadas.
Trân Tô Nga tardó en descubrir los efectos provocados aparentemente por la exposición al Agente Naranja. Su hija, nacida dos años después, murió en la infancia por una malformación cardíaca. Nga –quien en una entrevista con el diario francés Le Monde se describió a sí misma como "bastante delgada pero con buena salud, nunca enferma a diferencia de mis compañerxs" de entonces– y sus dos hijxs desarrollaron posteriormente varias enfermedades debilitantes que figuran entre las reconocidas formalmente como efectos potenciales de los productos químicos (varixs veteranxs del ejército estadounidense que estuvieron en contacto con el Agente Naranja han recibido indemnizaciones por las enfermedades resultantes).
En mayo de 2009, participó en un "tribunal ciudadano" simbólico en París –el Tribunal Internacional de Conciencia en Apoyo de las Víctimas Vietnamitas del Agente Naranja– que reunió a magistradxs, ex ministrxs de justicia, expertxs y testigos de todo el mundo. Sus conclusiones, incluida la exigencia de que Estados Unidos y las empresas productoras del Agente Naranja indemnizaran a las víctimas, se enviaron a la ONU y al gobierno estadounidense, pero el tribunal no tenía ningún poder legal formal.
En 2014, Trân Tô Nga presentó una demanda en Francia (como ciudadana francesa, tiene derecho a entablar acciones legales contra partes extranjeras por presuntos delitos ocurridos en el extranjero) contra más de 20 empresas implicadas en la producción del Agente Naranja para el ejército estadounidense, entre ellas Monsanto (ahora Bayer-Monsanto) y Dow Chemical. El objetivo de la demanda es establecer la relación directa entre el Agente Naranja y las muertes y enfermedades desarrolladas por aquellxs vietnamitas, como ella, que estuvieron expuestxs a los químicos.
Finalmente, seis años después de presentar su denuncia y tras una veintena de audiencias preliminares, un tribunal del suburbio de Évry, en el sur de París en la jurisdicción en la que vive, examinó el caso el 25 de enero. Para Trân Tô Nga y sus compañerxs de campaña, fue una ocasión histórica. "Lo que realmente deseo es que millones de víctimas tengan esperanza después de este juicio", dijo en la rueda de prensa previa a la audiencia. "Durante diez años, mi misión ha sido revivir el drama del Agente Naranja, para darlo a conocer al mundo junto con este crimen de la guerra química".
Dice que se trata no solo de un juicio histórico para las víctimas vietnamitas, sino que debe servir a todxs lxs que han sido víctimas del veneno de los productos químicos. "En Francia se ven niñxs que nacen sin brazos ni piernas, víctimas del glifosato y de los pesticidas. La calamidad y el sufrimiento de estos venenos son idénticos. Por eso, apoyarme con respecto al pasado es también apoyar a lxs que luchan por el presente y el futuro".
La eurodiputada francesa del Partido Verde Marie Toussaint, que también es una jurista especializada en derecho internacional del medio ambiente, ha sido una firme defensora de la campaña de Trân Tô Nga. Confía en que el juicio "pudiera también infundir esperanza a las víctimas de la clordecona", un pesticida conocido como kepone que estaba permitido en las plantaciones de plátanos de las islas caribeñas francesas de Martinica y Guadalupe, donde se cree que ha provocado tasas inusualmente altas de cáncer de próstata hasta 1993, a pesar de que se había prohibido su uso en Francia continental en 1990.
El juicio, en el que unos 30 abogadxs defenderán a las empresas que produjeron el cóctel químico del Agente Naranja, se enfrenta al fracaso recurrente de las asociaciones de víctimas vietnamitas para promover su caso ante los tribunales estadounidenses. Dado que el gobierno federal estadounidense está protegido contra enjuiciamiento, los grupos de víctimas han apuntado legalmente a las empresas químicas pero sus casos siempre han sido desestimados, en gran medida con el argumento de que el herbicida no se consideraba un veneno según el derecho internacional.
Hasta ahora, sólo las demandas colectivas de lxs veteranxs de Vietnam del ejército estadounidense y de sus aliadxs surcoreanxs y australianxs en el conflicto han logrado obtener una indemnización por los efectos del Agente Naranja. "Lxs vietnamitas nunca han sido reconocidxs como víctimas y menos aún la población civil", comentó la jurista francesa Valérie Cabanes, especializada en derecho internacional de los derechos humanos y defensora del reconocimiento mundial del delito de "ecocidio".
Se espera que la acción de Trân Tô Nga ante los tribunales franceses sea una campaña prolongada y, sea cual sea el fallo final, es probable que ambas partes presenten una apelación.
Pero no será la primera vez que lxs magistradxs francesxs tengan que pronunciarse sobre casos de uso de productos químicos tóxicos y sus consecuencias, en lo que han sido largas sagas legales. Uno de los casos más conocidos fue el del productor de cereales francés Paul François, quien presentó una denuncia contra Monsanto (comprada por el grupo alemán Bayer en 2018) por las advertencias insuficientes sobre el manejo de su herbicida Lasso, ahora prohibido. Tras haber inhalado accidentalmente el producto, sufrió pérdida de memoria, dolores de cabeza y tartamudeo. Su campaña derivó en una batalla legal que duró una década y que, a pesar de tres sentencias judiciales a su favor, no se resolvió hasta la resolución de la última apelación de Monsanto en el caso, el pasado mes de octubre. En ella se declaraba a la empresa definitivamente culpable de su enfermedad y se abría la posibilidad de una compensación económica.
"Ese juicio es una base muy buena", señaló Valérie Cabanes. "El poder destructivo del Agente Naranja fue clasificado como 13 veces mayor que el de los herbicidas tradicionales, como el glifosato. No solo afectó a lxs excombatientes estadounidenses, sino también a cuatro millones de vietnamitas y hasta el día de hoy han nacido en Vietnam unos 100.000 niñxs con malformaciones".
Pero Cabanes advirtió: "La Sra. Tran se encontrará sola frente a estos monstruos que son muy conscientes de que, si ella gana, podrían surgir demandas de justicia por parte de otras víctimas, individual o colectivamente".
Aunque el Agente Naranja se utilizó principalmente en Vietnam, también se empleó en la guerra en otros lugares. Fue empleado por las fuerzas armadas británicas durante la guerra independentista de 1948-1960 en Malasia y también por los Estados Unidos en regiones vecinas como Laos y Camboya durante la guerra de Vietnam.