En menos de un mes, Chile celebrará sus esperadas elecciones presidenciales, en circunstancias poco habituales.
Hasta ahora, el candidato de izquierda Gabriel Boric del Frente Amplio (FA) parece tener la mayor ventaja en las encuestas; sin embargo, el ultraderechista José Antonio Kast también está subiendo rápidamente, y a medida que la centro-derecha comienza a desmoronarse, todas las señales apuntan a una contienda altamente polarizada. Esto, en un país que se ha acostumbrado a una puerta giratoria entre gobiernos de centro-derecha y centro-izquierda.
Lxs chilenxs acudirán a las urnas para elegir al sucesor del presidente derechista Sebastián Piñera en un momento en el que su administración se encuentra en un punto históricamente bajo. Su gobierno recibió un fuerte escrutinio internacional durante el estallido social de 2019 en Chile, cuando, bajo la mirada de Piñera, la policía cometió repetidas violaciones de los derechos humanos contra lxs manifestantes. Al mismo tiempo, las elecciones tendrán lugar menos de un año después de la elección de lxs miembros de la nueva Convención Constitucional, el órgano encargado por el voto popular de redactar la nueva constitución que sustituirá a la llamada "Constitución de Pinochet" de 1980.
Para hacer las cosas más impredecibles, la campaña ha visto el repentino colapso del candidato sucesor de Piñera, Sebastián Sichel. El reciente escándalo de los Papeles de Pandora sacó a la luz la participación de Piñera en la venta de la minera Dominga, una venta realizada en un paraíso fiscal en las Islas Vírgenes Británicas. Ese daño colateral y el desempeño insuficiente del propio Sichel en la campaña parecen haber dejado al candidato fiel a Piñera fuera de combate.
Según reveló recientemente una filtración de los Papeles de Pandora, la familia del presidente firmó un acuerdo secreto que lxs convertiría en beneficiarixs directxs de un acuerdo que permite a las empresas mineras operar sin cumplir con las normas ambientales. La fiscalía chilena ha abierto una investigación sobre el presidente para determinar si cometió soborno y evasión fiscal al hacerlo; el Congreso Nacional ha dado un paso más y ha iniciado un juicio político que podría llevar a la destitución de Piñera.
Con las elecciones a cerca y el gobierno en ruinas, el camino de la izquierda hacia la victoria parecería estar claro. Sin embargo, pocxs habrían esperado que la extrema derecha chilena se metiera tan audazmente en la vacante dejada por la centro derecha.
Como reacción al desplome del abanderado del partido gobernante, Sebastián Sichel, lxs conservadorxs chilenxs han lanzado un bombardeo mediático para promover al candidato de extrema derecha José Antonio Kast. Kast es un reaccionario al estilo de Donald Trump y Jair Bolsonaro, y el hecho de que esté empatado con Boric debería hacernos reflexionar.
¿Quién es Kast y por qué ha crecido su apoyo en una sociedad chilena que parecía girar a la izquierda? Kast es un político de larga trayectoria que ocupa cargos públicos desde 1996. Aunque anteriormente se presentó como candidato del partido Unión Democrática Independiente (fundado por el ideólogo de Augusto Pinochet, Jaime Guzmán), Kast se presentó como independiente en las elecciones de 2017.
Desde entonces, Kast ha intentado reinventarse con un nuevo partido, pero su política sigue siendo la misma: una defensa incondicional de lo que en Chile se conoce como el "estado subsidiario" –un modelo de estado heredado de Pinochet, ultra recortado, en el que el gobierno sólo puede proporcionar servicios que no están disponibles en el sector privado (a través de transferencias monetarias condicionadas, etc.)– y una retórica populista utilizada para avivar la indignación por la caída de la nación en manos de "delincuentes", operadorxs políticxs, "fanáticxs de la ideología de género" e inmigrantes.
El apoyo de Kast es grande entre los sectores conservadores que se escandalizaron con el estallido social de 2019. Culpa tanto de la violencia de las revueltas como de una crisis económica que se avecina a la injerencia extranjera, algún grupo imaginario vinculado al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que está sembrando el caos en la vida de lxs chilenxs comunes y que solo puede ser detenido por su liderazgo de mano dura.
De hecho, el candidato ultraconservador ha hecho una campaña llena de mentiras: Kast se declara patriota, pero no tuvo reservas para invertir 21 millones de dólares en un paraíso fiscal panameño. Promete detener la migración construyendo una zanja a lo largo de toda la frontera nacional, olvidando aparentemente que su padre emigró a Chile después de servir en el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Kast ha cometido incluso errores garrafales como pedir que Chile abandone el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a pesar de que el país no es miembro de ese organismo internacional. Kast ha dicho que las tasas de mortalidad de las mujeres han aumentado en los países en los que el aborto es legal, a pesar de que no hay ni una sola prueba que apoye esa afirmación.
Dejando de lado los desatinos, el creciente apoyo de Kast es un llamado de atención para quienes creían con optimismo que el estallido social de Chile había acabado con la arraigada cultura del autoritarismo. Kast se está subiendo a una ola de descontento de la derecha y sólo queda por ver si puede seguir haciendo crecer su candidatura.
Incluso con el sorprendente crecimiento de la extrema derecha, la izquierda sigue manteniendo una respetable, aunque estrecha, ventaja en las encuestas. El creciente malestar social no ha hecho más que intensificarse durante la pandemia, y una gran parte de la población, impulsada por la Convención Constitucional, se ha politizado realmente en los últimos años y está mostrando un interés sin precedentes en el proceso político. Gabriel Boric, que ayudó a hacer posible la Convención Constitucional, es el candidato indiscutible de la oposición contra Piñera, y con políticas como un proyecto de ley de recuperación económica verde, subsidios para las mujeres en el trabajo y el cuidado de personas, la reforma fiscal y la redistribución de la riqueza, las principales propuestas de Boric son ampliamente populares.
Antes de convertirse en diputado por la región de Magallanes, en el sur de Chile, Boric fue un destacado líder durante las protestas estudiantiles de 2011, y pronto se convirtió en el presidente de la FECh (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile), la federación estudiantil más antigua de América Latina. No es de extrañar que su campaña se haya beneficiado de un fuerte apoyo entre los votantes jóvenes, sin duda en parte porque desempeñó un papel destacado como parte de toda una generación chilena que se levantó contra el neoliberalismo y el patriarcado en la última década.
Cuando Boric fue elegido diputado por su región en 2013, se convirtió en el primer candidato en ganar sin una coalición electoral, desafiando así el sistema de votación binominal heredado de la dictadura que fue diseñado para excluir a los nuevos partidos políticos. En 2017, fundó el Frente Amplio, una coalición compuesta por nuevos partidos políticos de izquierda y organizaciones de base.
Boric se presentó a las primarias de julio como parte de la coalición electoral Apruebo Dignidad, un grupo de partidos y organizaciones de izquierda que apoya la Asamblea Constituyente. Aunque esas primarias incluían, entre otros, al propio Partido del Frente Amplio de Boric y al Partido Comunista de Chile, los partidos de centro-izquierda y la Democracia Cristiana optaron por no participar, lo que se suma a la creciente sensación de que la facción de centro-izquierda que ha gobernado Chile durante casi treinta años está desfasada del nuevo escenario político.
El principal oponente de Boric en las primarias, el renombrado alcalde comunista Daniel Jadue, era el favorito. Boric y el Frente Amplio se enfrentaron a las críticas de algunos sectores de la izquierda por haber firmado un acuerdo político que, si bien allanaba el camino a la Asamblea Constituyente, era considerado por muchxs como una concesión excesiva al sistema político chileno. Sin embargo, Boric consiguió el apoyo de los sectores de la sociedad chilena, tanto de la clase media como de la clase trabajadora, despojando al Frente Amplio de su reputación de partido de clase media, y acabó ganando las primarias con un amplio margen.
El reto de Boric desde las primarias ha sido construir su base de apoyo no sólo más allá de su núcleo generacional, sino más allá de la propia izquierda. Aunque aún no se conocen los detalles, su programa económico aboga por "transformaciones constantes", y ese mensaje parece estar calando bien en un electorado cautelosamente optimista.
Al entrar en la recta final, Kast apelará a los sentimientos de malestar social y ofrecerá soluciones rápidas autoritarias y reaccionarias. Boric debe responder proponiendo una visión de cambio que sea a la vez esperanzadora y clarividente. Una victoria de Boric no resolvería por sí sola todos los problemas del país conocido como "la cuna del neoliberalismo", pero sería una inyección vital en el momento en que la Convención Constitucional comience el duro trabajo de escribir una nueva Carta Magna para un Chile mejor y más igualitario.Tomás Leighton es estudiante del Máster de Comunicación Global de la Universidad de Erfurt y miembro del equipo de campaña de Gabriel Boric.
Foto: Jose Pereira