Los países occidentales, encabezados por los Estados Unidos, han citado preocupaciones "humanitarias" y la amenaza de "bandas criminales" para justificar la medida. No obstante, esta intervención no sería en absoluto la primera de Haití. Sigue una pauta de siglos de invasión, cambio de régimen y saqueo, parte de un largo castigo por la exitosa revolución de Haití contra el colonialismo.
La opresión de Haití está firmemente entrelazada en el tejido del capitalismo. Cristóbal Colón llegó por primera vez a la isla en 1492, en busca de oro. "Del oro nace una gran riqueza", escribió a Fernando e Isabel de España. "Y con ella quien la posee puede hacer lo que quiera en el mundo".
La invasión de Colón exterminó a la población nativa de la isla, que pronto fue sustituida por esclavxs enviadxs desde África. En estos actos de brutalidad se formó un contrato social: Europa, enriquecida por sus colonias, haría lo que quisiera en el mundo; sus colonias vivirían en la esclavitud y el subdesarrollo permanente.
En los siglos siguientes, Haití llegó a representar la vanguardia del movimiento contra ese violento statu quo. La Revolución Haitiana de 1791 - 1804 atravesó el tejido del tiempo, derrotando a los colonizadores franceses, liberando a lxs esclavizadxs y estableciendo la primera república negra del mundo.
Esa victoria dio vida al internacionalismo como proyecto político. Haití apoyó a su vecino Santo Domingo, donde habían surgido rebeliones a partir de las chispas de su revolución. Lxs haitianxs lucharon junto a Simón Bolívar, liberando a la Gran Colombia de España y liberando a sus esclavxs. El general haitiano Benito Sylvain luchó contra colonizadores italianos que pretendían expandir su reino a Etiopía; con el apoyo de Haití, las fuerzas invasoras fueron derrotadas, y Sylvain pasó a coorganizar la Primera Conferencia Panafricana en Londres en 1900.
Haití pagaría muy caro por estos crímenes de resistencia. Durante 122 años, a golpe de fusil, pagó a Francia las "deudas" de su liberación. En 1915, los Estados Unidos invadieron Haití y lo ocuparon durante 19 años, dejando tras de sí una serie de violentos regímenes títeres que servían exclusivamente a los intereses de los monopolistas estadounidenses.
Pero la revolución haitiana siguió adelante. En la década de 1980, encontró su expresión en el movimiento de masas Lavalas que llevó al gobierno de Jean-Bertrand Aristide al poder. Durante treinta y cinco años, la historia de la política haitiana ha visto cómo el poder del movimiento Lavalas se enfrentaba a los implacables intentos de élites nacionales y militares extranjeros por destruirlo.
Como presidente, Aristide exigió reparaciones coloniales a Francia e implementó reformas que supusieron grandes avances en la mejora de las condiciones del pueblo haitiano. Por ello, sería derrocado dos veces: en 1991 y, la segunda vez bajo la bandera de las Naciones Unidas, en 2004, cuando la Fuerza de Tarea 2 de Canadá tomó el control del Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture mientras marines estadounidenses secuestraban a Aristede y lo llevaban a la República Centroafricana. Los dirigentes norteamericanos y sus taquígrafos trataron de crear motivaciones humanitarias para sus acciones. Sin embargo, un cable de WikiLeaks publicado en 2008 reveló la verdadera motivación del intervencionismo estadounidense en Haití: impedir que se afianzaran "fuerzas políticas populistas y contrarias a la economía de mercado".
Tras ese golpe, las instituciones del Estado haitiano fueron sistemáticamente desmanteladas. En su lugar se instalaron ONG financiadas por el extranjero, que llegaron a prestar el 80 por ciento de todos los servicios públicos, al tiempo que sostenían y se beneficiaban de la miseria a la que prometían hacer frente.
En 2009, el parlamento haitiano intentó aumentar el salario mínimo a 5 dólares diarios. Los Estados Unidos intervinieron en nombre de los intereses de empresas como Fruit of the Loom, Hanes y Levi's, bloqueando el proyecto de ley. La subida salarial, según un funcionario de la embajada estadounidense, era una medida poco realista destinada a apaciguar a "las masas desempleadas y mal pagadas". En 2018, las sanciones impuestas por EE.UU. contra Venezuela le obligaron a interrumpir los envíos de petróleo con descuento a Haití a través del programa PetroCaribe. Los precios de los combustibles aumentaron bruscamente, lo que desencadenó una ola de protestas que continúa hasta hoy.
Exigimos el cese urgente del intervencionismo en Haití. La crisis de Haití sólo puede repararse siguiendo las demandas básicas del pueblo haitiano: el fin de la injerencia extranjera, el fin de las brutales políticas de austeridad impuestas por el extranjero que mantienen el hambre y la miseria, y el apoyo a la plena autodeterminación de Haití. El pueblo haitiano no ha hecho nada más y nada menos que resistir a un orden colonial injusto construido sobre su opresión, una lucha compartida por las "masas desempleadas y mal pagadas" de todo el mundo. Honramos esa lucha, defendemos la soberanía de Haití y apoyamos el derecho de su pueblo a determinar su propio futuro.
El Gabinete de la Internacional Progresista