¡Amigos y amigas!
Hemos llegado al final de una de las elecciones más importantes de nuestra historia. Una elección que puso frente a frente dos proyectos de país opuestos y que hoy tiene un solo gran ganador: el pueblo brasileño.
Esta no es mi victoria, ni la del PT, ni la de los partidos que me apoyaron en esta campaña. Es la victoria de un gran movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que la democracia venciera.
En este histórico 30 de octubre, la mayoría del pueblo brasileño dejó claro que quiere más democracia, no menos.
Quiere más inclusión social y oportunidades para todos, no menos. Quiere que haya más respeto y comprensión entre lxs brasileñxs, no menos. En resumen, quiere más libertad, igualdad y fraternidad en nuestro país, no menos.
El pueblo brasileño demostró hoy que quiere algo más que ejercer su sagrado derecho a elegir quién gobernará sus vidas. Quiere participar activamente en las decisiones del gobierno.
El pueblo brasileño demostró hoy que quiere algo más que el derecho a protestar porque tiene hambre, porque no hay trabajo, porque su salario es insuficiente para vivir con dignidad, porque no tiene acceso a la salud y a la educación, porque no tiene un techo para vivir y criar a sus hijxs con seguridad, porque no hay perspectivas de futuro.
El pueblo brasileño quiere vivir bien, comer bien, tener una buena casa. Quiere un buen trabajo, un salario siempre actualizado por encima de la inflación, quiere salud y educación pública de calidad.
Quiere libertad religiosa. Quiere libros en lugar de armas. Quiere ir al teatro, ver cine, tener acceso a todas las actividades culturales, porque la cultura alimenta nuestra alma.
El pueblo brasileño quiere recuperar la esperanza.
Así es como entiendo la democracia. No solo como una hermosa palabra escrita en las leyes, sino como algo tangible, que sentimos en nuestra piel y que podemos construir en la vida cotidiana.
Fue esta democracia, en el sentido más amplio del término, la que el pueblo brasileño eligió hoy en las urnas. Fue con esta democracia –real, concreta– que nos comprometimos a lo largo de nuestra campaña.
Y es esta democracia la que buscaremos construir cada día de nuestro gobierno. Con un crecimiento económico distribuido entre toda la población, porque así es como debe funcionar la economía: como instrumento para mejorar la vida de todxs, y no para perpetuar las desigualdades.
La rueda de la economía volverá a girar, con la creación de empleos, la revalorización de los salarios y la renegociación de las deudas de las familias que han perdido su poder adquisitivo.
La rueda de la economía volverá a girar con lxs pobres incluidxs en el presupuesto. Con apoyo a lxs pequeñxs y medianxs productorxs rurales, que son responsables del 70 por ciento de los alimentos que llegan a nuestras mesas.
Con todos los incentivos posibles para lxs micro y pequeñxs empresarixs, para que pongan su extraordinario potencial creativo al servicio del desarrollo del país.
Es necesario ir más allá. Reforzar las políticas para combatir la violencia contra las mujeres y garantizar que las mujeres ganen el mismo salario que los hombres por un trabajo igual.
Luchar sin tregua contra el racismo, los prejuicios y la discriminación, para que blancxs, negrxs e indígenas tengan los mismos derechos y oportunidades.
Solo así podremos construir un país para todxs. Un Brasil igualitario, cuya prioridad son las personas que más lo necesitan.
Un Brasil con paz, democracia y oportunidades.
¡Amigos y amigas!
A partir del 1 de enero de 2023, gobernaré para 215 millones de brasileñxs, y no solo para lxs que me votaron. No hay dos Brasiles. Somos un solo país, un solo pueblo, una gran nación.
A nadie le interesa vivir en una familia donde reina la discordia. Es hora de volver a unir a las familias, de reconstruir los lazos de amistad rotos por la propagación criminal del odio.
A nadie le interesa vivir en un país dividido, en permanente estado de guerra.
Este país necesita paz y unidad. La gente no quiere seguir peleando. La gente está cansada de ver al otrx como un enemigx al que hay que temer o destruir.
Es hora de dejar las armas que nunca debieron ser tomadas. Las armas matan. Y nosotrxs elegimos la vida.
El reto es inmenso. Este país debe ser reconstruido en todas sus dimensiones. En la política, en la economía, en la gestión pública, en la armonía institucional, en las relaciones internacionales y, sobre todo, en la atención a la gente más necesitada.
Necesitamos reconstruir el alma misma de este país. Recuperar la generosidad, la solidaridad, el respeto a las diferencias y el amor al prójimo.
Recuperar la alegría de ser brasileñx, y el orgullo que siempre tuvimos por el verde y amarillo y la bandera de nuestro país. Este verde y amarillo y esta bandera que no pertenecen a nadie más que al pueblo brasileño.
Nuestro compromiso más urgente es acabar de nuevo con el hambre. No podemos aceptar como normal que millones de hombres, mujeres y niñxs de este país no tengan nada que comer, o que consuman menos calorías y proteínas de las necesarias.
Si somos el tercer productor mundial de alimentos y el primero en proteínas animales, si tenemos tecnología y una enorme cantidad de tierra cultivable, si somos capaces de exportar a todo el mundo, entonces tenemos el deber de garantizar que cada brasileñx pueda desayunar, almorzar y cenar todos los días.
Este será, una vez más, el compromiso número uno de nuestro gobierno.
No podemos aceptar como normal que familias enteras se vean obligadas a dormir en la calle, expuestas al frío, a la lluvia y a la violencia.
Por eso, retomaremos el Minha Casa, Minha Vida (Mi Casa, Mi Vida), con prioridad para las familias de bajos ingresos, y recuperaremos los programas de inclusión social que sacaron a 36 millones de brasileñxs de la extrema pobreza.
Brasil no puede seguir viviendo con este inmenso pozo sin fondo, este muro de hormigón y desigualdad que separa a Brasil en partes desiguales que no se reconocen. Este país necesita reconocerse a sí mismo. Necesita reconectarse consigo mismo.
Además de combatir la pobreza extrema y el hambre, vamos a restablecer el diálogo en este país.
Tenemos que restablecer el diálogo con el poder Legislativo y el poder Judicial. Sin intentar exagerar, intervenir, controlar o cooptar, sino para reconstruir una convivencia armónica y republicana entre los tres poderes del Estado.
La normalidad democrática está consagrada en la Constitución. Establece los derechos y obligaciones de cada poder, de cada institución, de las Fuerzas Armadas y de cada unx de nosotrxs.
La Constitución rige nuestra existencia colectiva, y nadie, absolutamente nadie, está por encima de ella, nadie tiene derecho a ignorarla o a desacatarla.
También es más urgente que nunca reanudar el diálogo entre el pueblo y el gobierno.
Por eso recuperaremos las conferencias nacionales. Para que lxs interesadxs puedan elegir sus prioridades y presentar al gobierno sugerencias de políticas públicas para cada sector: educación, salud, seguridad, derechos de la mujer, igualdad racial, juventud, vivienda, y tantos otros.
Retomemos el diálogo con las gobernaciones y alcaldías, para definir juntos las obras públicas prioritarias para cada población.
No importa a qué partido pertenezca el/la gobernador/a y el/la alcaldesa. Nuestro compromiso será siempre mejorar la vida de lxs habitantes de cada estado y de cada municipio de este país.
También restableceremos el diálogo entre el gobierno, lxs empresarixs, lxs trabajadorxs y la sociedad civil organizada, con el regreso del Consejo de Desarrollo Económico y Social.
En otras palabras, las grandes decisiones políticas que afectan a la vida de 215 millones de brasileñxs no se tomarán en secreto, en la oscuridad de la noche, sino después de un amplio diálogo con la sociedad.
Creo que los principales problemas de Brasil, del mundo, del ser humano, pueden ser resueltos con el diálogo, y no con la fuerza bruta.
Que nadie dude del poder de la palabra, cuando se trata de buscar el entendimiento y el bien común.
¡Amigos y amigas!
En mis viajes internacionales y en mis encuentros con líderes de muchos países, lo que más escucho es que el mundo echa de menos a Brasil.
Añoranza de aquel Brasil soberano, que hablaba de igual a igual con los países más ricos y poderosos. Y que al mismo tiempo contribuía al desarrollo de los países más pobres.
El Brasil que apoyó el desarrollo de los países africanos, a través de la cooperación, la inversión y la transferencia de tecnología.
Que trabajó por la integración de América del Sur, América Latina y el Caribe, que fortaleció el Mercosur, y ayudó a crear el G20, la UNASUR, la CELAC y el BRICS.
Hoy decimos al mundo que Brasil ha vuelto. Que Brasil es demasiado grande para ser relegado a este triste papel de paria del mundo.
Vamos a recuperar la credibilidad, la previsibilidad y la estabilidad del país, para que lxs inversorxs —nacionales y extranjerxs— recuperen la confianza en Brasil. Para que dejen de ver a nuestro país como una fuente de ganancias inmediatas y predatorias, y se conviertan en nuestrxs socixs en la reanudación del crecimiento económico con inclusión social y sostenibilidad ambiental.
Queremos un comercio internacional más justo. Queremos reanudar nuestras asociaciones con los Estados Unidos y la Unión Europea en nuevos términos. No nos interesan los acuerdos comerciales que condenan a nuestro país al eterno papel de exportador de productos básicos y materias primas.
Reindustrialicemos Brasil, invirtamos en la economía verde y digital, apoyemos la creatividad de nuestrxs empresarixs y emprendedorxs. Queremos exportar también conocimiento.
Volveremos a luchar por una nueva gobernanza mundial, con la inclusión de más países en el Consejo de Seguridad de la ONU y con el fin del veto, que socava el equilibrio entre las naciones.
Estamos listxs para volver a participar en la lucha contra el hambre y la desigualdad en el mundo, y en los esfuerzos para promover la paz entre los pueblos.
Brasil está listo para retomar su protagonismo en la lucha contra la crisis climática, protegiendo todos nuestros ecosistemas, especialmente la selva amazónica.
Bajo nuestro gobierno, logramos reducir la deforestación en la Amazonía en un 80 por ciento, reduciendo considerablemente la emisión de gases de efecto invernadero.
Ahora, luchemos por la deforestación cero de la Amazonía.
Brasil y el planeta necesitan de una Amazonía viva. Un árbol en pie vale más que toneladas de madera extraída ilegalmente por quienes solo piensan en el lucro fácil, a costa del deterioro de la vida en la Tierra.
Un río de agua limpia vale mucho más que todo el oro extraído a costa del mercurio que mata animales y pone en riesgo la vida humana.
Cuando un niño o una niña indígena muere por la codicia de lxs explotadorxs del medio ambiente, una parte de la humanidad muere con ellxs.
Por esta razón, reanudaremos el control y la vigilancia de la Amazonía, y combatiremos cualquier actividad ilegal, ya sea la minería, la tala o la agricultura ilegal.
Al mismo tiempo, promoveremos el desarrollo sostenible de las comunidades que viven en la región amazónica. Demostraremos una vez más que es posible generar riqueza sin destruir el medio ambiente.
Estamos abiertxs a la cooperación internacional para preservar la Amazonía, ya sea en forma de inversiones o de investigación científica. Pero siempre bajo el liderazgo de Brasil, sin renunciar jamás a nuestra soberanía.
Estamos comprometidxs con los pueblos indígenas, con los demás pueblos de la selva y con la biodiversidad. Queremos la pacificación ambiental.
No nos interesa una guerra por el medio ambiente, pero estamos listxs para defenderlo de cualquier amenaza.
¡Amigos y amigas!
El nuevo Brasil que construiremos a partir del 1 de enero no sólo interesa al pueblo brasileño, sino a todas las personas que trabajan por la paz, la solidaridad y la fraternidad, en cualquier parte del mundo.
El miércoles pasado, el Papa Francisco envió un importante mensaje a Brasil, orando para que el pueblo brasileño esté libre de odio, intolerancia y violencia.
Quiero decir que nosotrxs deseamos lo mismo y trabajaremos incansablemente por un Brasil donde el amor prevalezca sobre el odio, la verdad venza a la mentira, y la esperanza sea mayor que el miedo.
Todos los días de mi vida recuerdo la mayor enseñanza de Jesucristo, que es amar al prójimo. Así que creo que la virtud más importante de un buen gobernante será siempre el amor: por su país y por su pueblo.
En lo que a nosotrxs respecta, no hay falta de amor en este país. Cuidaremos mucho de Brasil y del pueblo brasileño. Viviremos un nuevo tiempo. Uno de paz, de amor y de esperanza.
Un tiempo en el que el pueblo brasileño volverá a tener el derecho a soñar. Y la oportunidad de realizar todo lo que sueña.
Para ello, invito a todxs y cada unx de lxs brasileñxs, independientemente del candidatx por el que hayan votado en estas elecciones. Más que nunca, trabajemos juntxs por Brasil, centrándonos en lo que nos une, más que en nuestras diferencias.
Conozco la magnitud de la misión que me reservó la historia y sé que no podré cumplirla solo. Necesitaré de todxs: de los partidos políticos, de lxs trabajadorxs, de lxs empresarixs, de lxs diputadxs, de lxs gobernadorxs, de lxs alcaldes, de las personas de todas las religiones, brasileñas y brasileños que sueñan con un Brasil más desarrollado, justo y fraterno.
Vuelvo a decir lo que dije durante toda la campaña. Algo que nunca fue una mera promesa de un candidato, sino una profesión de fe, un compromiso de por vida.
O Brasil tem jeito (Brasil tiene un camino a seguir). Todxs juntxs podremos arreglar este país y construir un Brasil del tamaño de nuestros sueños, con oportunidades para transformarlos en realidad.
Una vez más, renuevo mi eterna gratitud al pueblo brasileño. Un gran abrazo, y que Dios bendiga nuestro camino.