Me deslizo de una esquina a otra, caminando con tanto cuidado que es como si fuera una amenaza mortal para alguien. No soy un luchador. Nunca he empuñado un arma ni me he enfrentado en una pelea. No creo que sea una amenaza para Israel ni para nadie: solo soy un escritor que cuenta las historias de la gente. Pero me equivoco.
Para una potencia de ocupación, yo podría ser más peligroso para Israel que un combatiente.
Puede que lxs combatientes mueran y su viaje termine, pero como escritor, mis historias pueden durar para siempre. Están destinadas a relatar la historia de mi pueblo. El poder de la ocupación radica en su capacidad para ocultar la historia. Nuestro papel es defenderla y mantenerla, preservar la verdad sobre nuestro pueblo, que fue sistemáticamente masacrado por sus ocupantes, cuya nación fue borrada porque nuestro colonizador quería quedarse con nuestra tierra.
En los primeros días del ataque, salí al terreno a informar. Los lugares a los que iba eran siempre los más seguros de Gaza, como el hospital Al Shifa de la ciudad de Gaza. Nunca pensé que los hospitales serían objetivos de los aviones de guerra de Israel. Pero aquí estamos, e Israel ha demostrado que nada detendrá sus crímenes en Gaza.
Fui a una pequeña cafetería junto al hospital, donde había un grupo de periodistas porque aún tenía electricidad y acceso a Internet. Cada segundo que pasaba parecía que vivíamos un tiempo prestado. Sabíamos que Israel quería aislar Gaza del mundo y asesinaría a quienes quisieran mostrar al mundo el sufrimiento de su pueblo y revelar los crímenes de Israel.
Trabajamos bajo el miedo a la muerte. Sabemos que somos el objetivo de Israel. Pero cumplimos con nuestro deber.
Llevo mi chaleco con la palabra "PRENSA" estampada en él como un escudo, y me cubro la cabeza con un casco azul, pensando que esto me protegerá, que seré reconocido como periodista y me libraré de los misiles de Israel. Pero no me protege. Mis colegas son asesinadxs todos los días. Los ataques aéreos israelíes mataron a diez de ellxs la semana pasada, y docenas han resultado gravemente heridxs.
Cada vez que recibo la noticia, me golpea con fuerza, como si fuera la primera vez. Cada vez que me muevo, siento que doy mi último paso. Sigo rezando, pidiendo a Dios protección, no sólo por mi propio bien, sino por el de mi hijo de 9 meses, para que no crezca sin padre. Aceptaré mi propio sufrimiento, pero no soporto verle sufrir a él.
Cuando me dispongo a salir de casa y me pongo el chaleco de PRENSA, a mi familia le parece que soy un blanco móvil. Mi familia intenta impedir que me vaya. Mi mujer me trae a mi hijo. Sé lo que está haciendo; quiere que replantee mi decisión y me quede en casa con ellxs. Pero me despido y me voy antes de romper a llorar delante de ellxs. Necesitan que sea fuerte.
Para todxs nosotrxs, ésta no es la despedida normal que compartimos antes de yo partir. Puede que sea el último adiós y la última vez que lxs abrazo.
Pero éste no es el único reto al que tengo que enfrentarme durante mi trabajo como periodista en Gaza estos días. La muerte me persigue como una sombra, y lo difícil es mantener la compostura ante todas las escenas desgarradoras que veo cada día y mantener los ojos secos mientras escucho las historias de lxs sobrevivientes.
Pero ni siquiera quienes no murieron sobrevivieron de verdad. ¿Cómo iban a hacerlo si toda su familia había muerto o permanecía atrapada bajo los escombros?
En estos momentos, en Gaza, nadie puede garantizar su seguridad quedándose en casa mientras que lxs que van a terreno a cumplir con su deber tienen su vida en sus manos y siguen adelante. Y para gente como yo, ya no importa si nos matan. Hemos sido elegidxs para ser mensajerxs del sufrimiento de nuestro pueblo.
Pero lo que me motiva es saber que mi voz es escuchada y el apoyo enorme de mi equipo. Incluso cuando no puedo escribir y sólo puedo hablar por teléfono, mis colegas de Mondoweiss convierten mis pensamientos en historias. Ellxs son la razón de que se oiga mi voz.
Hoy les cuento las noticias. Mañana, puede que sea yo la noticia. No estoy seguro de poder escribir otra historia en los próximos días. No estoy seguro de sobrevivir. Israel decidió, junto con los Estados Unidos y los países europeos, acabar con toda la Franja de Gaza. Planean convertirnos en refugiadxs una vez más, y ahora presionan a Egipto para que nos acoja. Pero la mayoría de lxs habitantes de Gaza han decidido quedarse en sus casas, aunque eso signifique ser exterminadxs.
Mi mensaje a todxs quienes lean estas líneas es que recuerden que los países más poderosos del mundo están asesinando civiles en Gaza. No les crean cuando hablan de derechos humanos y humanidad. No tienen humanidad. Les hemos suplicado durante los últimos 17 años que rompieran el asedio. Nunca nos escucharon. Sin embargo, se apresuran a asesinarnos.
Mantengan vivas mis historias para que me mantengan vivo. Recuerden que yo quería una vida normal, un pequeño hogar lleno de las risas de mis hijxs y del olor de la cocina de mi mujer. Recuerden que el mundo que pretendía ser el salvador de la humanidad participó en el asesinato de un sueño tan pequeño.
Acuérdense de mí, mientras me preparo para abandonar este mundo por la fuerza e irme a otro mejor, uno en el que no existan los Estados Unidos ni Israel.
Tareq S. Hajjaj,
15 de octubre de 2023
Foto: Mohammed Salem/Mondoweiss fotografía a Tareq Hajjaj durante un viaje informativo para Mondoweiss.