En la madrugada del viernes 13 de junio, las fuerzas israelíes lanzaron un brutal ataque contra Irán con el respaldo de los Estados Unidos, el Reino Unido y potencias regionales.
El asalto causó devastación en ciudades de todo el país, alcanzando objetivos militares y civiles, incluidos edificios residenciales en Teherán y otros lugares. La primera víctima confirmada fue un niño.
Mientras continuaban los bombardeos durante el día, el Gobierno de los Estados Unidos lanzó una amenaza existencial a los dirigentes iraníes: «Irán debe llegar a un acuerdo, antes de que no quede nada, y salvar lo que una vez se conoció como el Imperio Iraní», escribió el presidente Donald Trump en su plataforma «Truth Social».
Una guerra contra Irán amenaza con tener consecuencias catastróficas para los pueblos de la región y del mundo.
La campaña genocida de Israel en Gaza ya ha demostrado su desprecio injustificado por la vida humana. La destrucción infligida a la población civil palestina —un régimen de bombardeos indiscriminados, hambre forzada y desplazamientos interminables— ha revelado un plan de destrucción para toda la región.
Pero esta no es solo la guerra de Israel. Los Estados Unidos, la Unión Europea y otras potencias occidentales no solo han proporcionado cobertura diplomática, sino también apoyo militar, financiero y de inteligencia activo en este genocidio.
Miles de millones en envíos de armas, vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU y protección política han permitido el ataque de Israel, al tiempo que han promovido los intereses occidentales en la región. Este mismo aparato de apoyo amenaza ahora con facilitar una guerra aún más devastadora.
Una guerra contra Irán corre el riesgo de extenderse mucho más allá de las fronteras de estas dos naciones. Los Estados Unidos operan una extensa red de bases militares que proporcionan apoyo activo a Israel. Todas ellas se convertirán en objetivos de represalias en un conflicto que podría envolver rápidamente a toda Asia occidental.
El camino de la guerra solo conduce a un mayor sufrimiento para una región que, desde Irak hasta Afganistán, ha sido devastada por repetidos ataques imperialistas y que sigue siendo aplastada por la guerra de Israel, respaldada por Occidente, en el Líbano, Yemen, Siria y Palestina.
La Internacional Progresista está con los pueblos del mundo que se levantan contra el Estado de Israel y su guerra en expansión contra la humanidad. El único camino hacia una paz duradera en la región pasa por la liberación de Palestina.