En agosto de 2019, el Centro de Justicia Social Mathare en la capital de Kenia, Nairobi, sostuvo una reunión para debatir, "¿Por qué lxs kenianxs no hablan de capitalismo?".
El Centro de Justicia Social Mathare es una organización comunitaria en Mathare que organiza campañas sobre responsabilidad política y justicia social, a la vez que documenta casos de ejecuciones extrajudiciales y brutalidad policial en las áreas de bajos ingresos al occidente de Nairobi. La reunión se celebró con el apoyo del Centro, Africa is a Countryy la revista Review of African Political Economy (ROAPE). Se inspiró en el trabajo hecho en una de las series de ROAPE, ‘Capitalismo en África’, editado por el economista político Jorg Wiegratz.
Anteriormente, en diciembre de 2018, Wiegratz había escrito en Africa is a Country, que muchos países africanos son ahora sociedades capitalistas y analíticamente deben ser tratados como tales cuando hablamos o escribimos sobre ellos. Y como el Centro nos escribió, "Kenia está profundamente inmersa en el neoliberalismo, caracterizado por una elevada deuda pública y privada, pobreza, desigualdad, desempleo, estrés, fraude, corrupción, violencia estatal, la criminalización de lxs pobres de las zonas urbanas, etc. En los debates académicos entre lxs estudiosxs en Kenia no hay escritos analíticos sobre la crisis capitalista en el país y en la economía política capitalista en Kenia en general".
Ahora, el Centro ha formado equipo con Africa is a Country para producir una serie de publicaciones y videos —‘El Capitalismo en mi Ciudad’— para documentar el capitalismo cotidiano en Nairobi. El proyecto está financiado por una beca que recibí de la Fundación Shuttleworth. El objetivo de ‘El Capitalismo en mi Ciudad’ es "...analizar el capitalismo en la manera en la que interactuamos y lo observamos, en contraposición a un enfoque analítico muy académico". Para esto, los estamos financiando para capacitar a ocho activistas locales y otrxs miembros de la comunidad, como periodistas y camarógrafxs.
El Centro de Justicia Social capacitará a lxs activistas en materia de investigación y reportaje para producir ocho artículos y cuatro videos listos para su publicación. Durante el próximo año publicarán una serie de artículos y videos en Africa is a Country que serán publicados en swahili e inglés. Lxs editorxs del proyecto son dos activistas locales, Gacheke Gachihi y Lena Anyuolo. Gacheke es un defensor de la justicia social y los derechos humanos que durante los últimos 15 años ha estado involucrado en la organización comunitaria en Kenia. Es miembro deBunge la Mwananchi(el Parlamento del Pueblo), un movimiento social comunitario y es también coordinador del Centro de Justicia Social Mathare. Lena es escritora y activista por la justicia social en el Centro de Justicia Social Mathare y la Biblioteca de Ukombozi. Este primer post es de Gacheke y Lena.
—Sean Jacobs (Editor,Africa is a Country).
Soy Gacheke. En 2017 conocí a mi amigo Antony Adoyo, hoy organizador comunitario y coordinador de investigación de acción y participativa con elSocial Justice Center Working Group(Grupo de Trabajo del Centro de Justicia Social o SJCWG por sus siglas en inglés), una voz colectiva a favor del movimiento popular de justicia social en Kenia. En aquel tiempo, se estaba preparando para graduarse de la Universidad de Nairobi con una licenciatura en Economía. Era un hombre joven de menos de 30 años, que tenía el gran sueño y la visión de trabajar para el Banco Central de Kenia.
Esta era la carrera soñada de muchxs de sus compañerxs de clase que estudiaban finanzas y economía. Todxs soñaban con que al terminar la universidad conseguirían un trabajo bien remunerado. Un día, mientras intercambiábamos notas, mi futuro compañero Antony me preguntó si podía ayudarle a conseguir trabajo en alguna reconocida organización de derechos humanos, ya que estaba a punto de graduarse. Me sorprendió mucho que un graduado de la Universidad de Nairobi, la primera universidad en la República de Kenia, buscara trabajo a través de mí, un organizador comunitario.
Cuando Adoyo se graduó en el 2017, nos invitó a mi y a otrxs compañerxs a su ceremonia de graduación en casa de sus padres. Era una vivienda de dos habitaciones en Dandora, uno de los barrios pobres cercanos a Mathare. Celebramos su graduación con una humilde comida de chapatis y estofado de carne. Más tarde, su padre nos guió en una oración: que su hijo traiga esperanza y rescate a su familia de la pobreza, y que sea un alivio para la desesperanza de las luchas por el sustento en Dandora.
Esto creó en mí una fuerte impresión de cómo lxs padres comunes y corrientes han invertido tanto en la educación de sus hijxs como parte de la lucha para la liberación social de la pobreza. Para muchxs graduadxs universitarixs no será posible liberar a sus padres de la pobreza o incluso ayudarles a pagar los préstamos que han sacado para pagar los costes universitarios. Es una cuestión de justicia social el que muchxs jóvenes graduados universitarios están luchando, llevando consigo diplomas universitarios —en medicina, ingeniería, economía, biotecnología y enfermería—, que les recuerdan el dolor de trabajar duro en una educación universitaria, solo para permanecer desempleados por los próximos cinco años o más.
Están viviendo la crisis del capitalismo en la vida diaria. Una estudiante que se graduó con un título en sociología me dijo que dejó de aplicar a empleos anunciados en el periódico, pues temía encontrar algún día a un vendedor ambulante de maní vendiendo las nueces envueltas en copias de sus certificados de estudio y curriculums. Había enviado cientos de cartas para aplicar a empleos en Nairobi y sospechaba que fueran desechadas y luego recogidas y utilizadas por vendedores ambulantes.
Soy Lena y he realizado varios trabajos durante mis vacaciones universitarias. He trabajado como repartidora de flores, entregando enormes ramos de flores que valen miles de chelines (Ksh), en los barrios ricos de Nairobi, solo para que me paguen 500 chelines kenianos ($5 USD), por todo un día de trabajo. Después de gastar el dinero en transporte y la cena no me quedaba nada. Como camarera en uno de los cafés de lujo en Nairobi me pagaban 60 Ksh ($0,60 USD) la hora y trabajaba seis días a la semana durante largas horas de pié todo el día, vendiendo comida que no puedo pagar y generando ventas por valor cientos de miles de chelines para la empresa. Muchxs de lxs camarerxs y ayudantes de cocina eran graduadxs universitarixs que han trabajado en estas condiciones de esclavitud por más de seis años pero no pueden irse porque no hay garantía de que encuentren otro trabajo. Y saben que había muchxs graduadxs universitarixs desesperados y desempleados kenianxs que estaban dispuestos a tomar el trabajo por la mitad del salario. Mama Victor, otra integrante de nuestro Centro y coordinadora de la Red de Madres de Víctimas y Sobrevivientes (Mothers of Victims and Survivors Network, para víctimas y sobrevivientes de la brutalidad policial y ejecuciones extrajudiciales), trabajó en el servicio doméstico por seis años en Eastleigh, un barrio somalí predominantemente obrero cerca a Mathare. Muchas de las mujeres trabajadoras domésticas provienen de Mathare, Kiamaiko, Kariobangi, Korogocho, Kiambiu y otras zonas pobres.
Todos los días vienen a Eastleigh a buscar trabajo, y la desesperación y el hambre les hacen aceptar trabajos por 100 Ksh ($1 USD) para lavar a mano una gran montaña de ropa que puede tardar más de tres horas en terminar, o también las hace aceptar lavar una gran pila llena de platos por entre 20 y 50 Ksh ($0,20 - $0,50 USD). En promedio, cada mujer recibe 200 Ksh ($1,87 USD) por lavar ropa. La competencia entre migrantes de Karamonjong y Gisu que vienen desde Uganda hace la lucha por sobrevivir aún más difícil.
Debido a las condiciones de vida, lxs migrantes ugandesxs aceptan recibir entre 2000 y 3000 Ksh ($20 - $30 USD), al mes y permanecer como trabajadoras domésticas internas, un trabajo que normalmente paga 5000 Ksh ($50 USD). Ya vivir con 5000 Ksh al més es un sueldo de miseria porque alquilar una cabaña o una habitación cuesta 3000 Ksh al més, y los 2000 restantes tienen que alimentar y vestir una familia. Además, las condiciones en las que trabajan las mujeres son horribles. Se enfrentan al acoso sexual, violación y otras formas de abuso físico por parte de sus empleadorxs. La pobreza es violencia. Es una lucha por una vida digna en condiciones imposibles.
Cuando nosotros, Gacheke y Lena, hablamos con nuestrxs otrxs compañerxs en dificultades, escuchamos sobre muchas otras situaciones difíciles. En Área Industrial, la zona industrial de Nairobi, lxs empleadxs, en su mayoría mujeres, que trabajan en empresas hortícolas exportando flores o vegetales, están sujetxs a condiciones inhumanas. Las empresas tienen un sistema biométrico para registrarse. Lxs trabajadorxs deben llegar a las 9:20 a.m. e irse a las 4:29 p.m., usando sus huellas dactilares como identificación.
Cualquier retraso, así sea de un minuto, significa que una cifra arbitraria será deducida del salario, que es de 663 Ksh por día en una de las empresas. Las horas extras no son pagadas, y cuando llega la temporada alta en Reino Unido, deben trabajar por largas horas en temperaturas bajo cero. En Kenia, la industria de la horticultura generó 153 mil millones de Ksh en 2018, y aún así lxs empleadxs de estas empresas trabajan en congeladores todo el día ropa protectora que de abrigo. Si unx de ellxs se enferma, son despedidxs en lugar de que la empresa cubra los gastos del tratamiento para sus empleadxs. Lxs jefxs de la empresa abren cuentas a sus trabajadorxs sin su consentimiento y tienen acceso a sus números secretos de PIN, y pueden sacar dinero de las cuentas bancarias de lxs empleadxs a voluntad.
La Constitución de Kenia de 2010 y la Ley de Relaciones Laborales de 2007 otorgan a todx trabajadorx el derecho a afiliarse a un sindicato, pero las compañías supervisan los movimientos de sus trabajadorxs y cualquier indicio de asociación con un sindicato lxs hace vulnerables al despido. Por otra parte, los sindicatos hacen poco para mejorar el bienestar de sus miembros y explotan a lxs trabajadorxs a través de cuotas de membresía. Son extensiones de las corporaciones codiciosas, y lxs trabajadorxs son desangrados por las empresas, y por los sindicatos, sus caserxs y los impuestos del gobierno. Las raíces históricas de la crisis del mercado laboral neoliberal se remontan a inicios de la década de 1980, cuando el FMI y el Banco Mundial impusieron políticas de ajuste estructural a los países del Sur Global como Kenia. Durante ese tiempo, el gobierno neocolonial se vio obligado a dejar de invertir en salud, educación, vivienda y agricultura, a fin de dar a lxs capitalistas un entorno favorable para la explotación: obtener superganancias mientras servicios básicos como la salud, educación y vivienda se mercantilizaban y privatizaban . Todo esto empeoró durante el confinamiento por el Covid-19.
Seguimos luchando contra la represión estatal, la violencia y el legado deshumanizante de una economía capitalista neoliberal, cuya ideología es el odio a lxs pobres y la codicia por las ganancias. Nuestra amistad con Antony nos permitió conocer a muchxs graduadxs de la Universidad de Nairobi y comenzamos una sesión de debate sobre la lucha por la justicia social y los derechos humanos en Kenia. Esto condujo a la formación de una red de estudiantes universitarixs que realizan educación política en los asentamientos informales, como parte de la creación de una conciencia política sobre la crisis del capitalismo neoliberal.
A través de las mujeres en la lucha del movimiento social, nos organizamos contra la explotación de trabajadorxs domésticxs y la violencia sexual y de género. La Biblioteca de Ukombozi (Biblioteca de Liberación), une a los centros de justicia social y lxs estudiantes universitarixs para consolidar los esfuerzos de lxs estudiantes que luchan contra la represión estatal, la brutalidad policial en las universidades y el desempleo masivo. Es la unión de nuestras luchas entre estudiantes y trabajadorxs informales, lo que nos ayudará a forjar el camino para una educación política y fomentar un movimiento de justicia social en nuestra lucha por la liberación de la indignidad de la vida en el capitalismo.
Naturaleza del contrato: Firmé un contrato de trabajo con la empresa que me contrató. Explica el salario y las formas en las que el contrato se puede dar por terminado por ambas partes. También tiene un código de conducta. Trabajo siete días a la semana, de 5:00 p.m. a 5:00 a.m. durante este periodo de toque de queda. En días normales, es de 6:00 p.m. a 6:00 a.m. Mi trabajo es abrir y cerrar las puertas y registrar las entradas y salidas de los visitantes.
¿Se pagó un soborno?: Un amigo me dijo del trabajo. No pagué nada. La compañía nos contrata para los apartamentos, oficinas o centros comerciales que necesitan ser vigilados.
Pago mínimo o máximo: Me pagan 15,000 Ksh ($140 USD) bruto al mes.
Forma de pago: Un depósito bancario.
Distancia del trabajo: De Kawangware hasta la zona de Kilimani donde trabajo hay unos 3 km. Normalmente camino al trabajo.
Licencia por enfermedad: El contrato dice que se nos permite una licencia por enfermedad al año, pero en realidad es difícil tener un día libre completo del trabajo. Tengo que traer una nota del médicx confirmando mi enfermedad a la oficina central y, aún así, podrían negarme el día libre. Es un proceso caótico. O si estás enfermx por un largo periodo de tiempo, debes ser fuerte e ir a trabajar o perder tu empleo.
Licencia de maternidad/paternidad: No te dan licencia de paternidad ni maternidad. Si quedas embarazada no puedes hacer este trabajo. Es difícil; tienes que renunciar o te despiden.
Indemnización por lesiones laborales: Ninguna. Te atiendes a tu costo. Existe un seguro para casos médicos, pero hay que pagar 500 Ksh por cada consulta y es en un hospital privado. Es muy básico y tiene un límite bajo. El doctor te pedirá que le sobornes para que te pueda dar un día libre por enfermedad.
Riesgos laborales: Residentes borrachxs, rebeldes o groserxs que pueden tergiversar una historia y lograr que te transfieran a otra parte que está lejos de tu hogar o perder tu trabajo por completo. Si el edificio es atacado, no tenemos los medios para protegernos a nosotrxs mismxs o a las personas que están dentro, ya que no tenemos armas.
Naturaleza del contrato: Lavo ropa como trabajo ocasional. Solía trabajar de lunes a sábado, de 8 a.m. a 5 p.m. Algunas veces te dicen de manera muy directa que vas a lavar muchísima ropa, platos, llevar la comida de los niños a la escuela, luego lavar los platos de la comida.
Cantidad pagada en soborno: A veces pueden contratarte a través de un contratista, con un ingreso mensual de 5000 Ksh ($46 USD), después le pagas 1000 Ksh al contratista por obtener el empleo.
¿Cuántos días al mes o a la semana trabajas?: Solía ser una trabajadora ocasional y trabajaba cinco días a la semana cuando había trabajo. Algunas veces también trabajaba los sábados durante medio día y me pagaban 200 Ksh.
Pago mínimo o máximo: Por un día te pagan 200 Ksh.
Forma de pago: Efectivo.
Distancia del trabajo: Desde Mathare 4B son unos 3 km hasta Eastleigh, el lugar de trabajo.
Licencia por enfermedad: No la hay. Cuando te enfermas mientras trabajas debes terminar tu trabajo y luego te vas. Pero a algunxs no les importa si estás enfermx o no.
Licencia de maternidad/paternidad: No la hay.
Indemnización por lesiones laborales: No la hay. Pero si te lesionas en el trabajo, algunxs empleadorxs pueden llevarte al hospital y abandonarte allí sin siquiera pagar las facturas del hospital.
Riesgos laborales: Competencia de lxs migrantes Karamojong y Gisu de Uganda. Debido a las condiciones de vida, lxs migrantes ugandesxs aceptan recibir entre 2000 y 3000 Ksh al mes, hace difícil negociar por 5000 Ksh. Acoso sexual, violación y ataques físicos en los hogares en los que trabajamos son otros riesgos.
Lena Grace Anyuolo es escritora y activista por la justicia social en el Centro de Justicia Social Mathare y la Biblioteca de Ukombozi.
Gacheke Gachihi es el Coordinador del Centro de Justicia Social Mathare y miembro del Comité Directivo del Grupo de Trabajo para los Centros de Justicia Social en Nairobi, Kenia.
Foto: Pixsels