El surgimiento de la pandemia por Covid-19 trajo consigo cierres de diversas actividades en todo el mundo, así como medidas de distanciamiento físico de gran parte de las poblaciones urbanas, que llevaron a cambios de los patrones de movilidad, así como el florecimiento de nuevas actividades y empleos. Entre estas últimas, se ha registrado un auge en el reparto de mercancías a domicilio, considerada como una actividad esencial, al resultar básica para mantener el confinamiento y la distancia social para evitar el crecimiento de contagios. Tan sólo en México, las actividades de reparto registraron tasas de crecimiento de hasta el 80% debido a la crisis sanitaria, con un mercado que se estima en 1,832 millones de dólares, de acuerdo con Statista.
Esta misma crisis sanitaria ha derivado en una crisis económica mundial, que ha dejado a muchxs sin empleo y a gran cantidad de negocios, como pequeños restaurantes, al borde de la quiebra. Es así como el trabajo de repartidorx se volvió un empleo en auge ante la falta de oportunidades en otras partes de la economía y un servicio básico para mantener a muchos negocios a flote.
Emplearse como repartidorx es relativamente sencillo gracias a las aplicaciones de teléfonos inteligentes. Basta contar con algún vehículo (como bicicleta o motocicleta), un teléfono para inscribirse en alguna plataforma electrónica (Rappi, Didi Food, UberEats, entre otras), cumplir con algunos requisitos básicos y comenzar a recibir pedidos y pagos por dicha actividad. Miles se han registrado a estas actividades ante la necesidad de un ingreso en medio de la crisis económica; mientras muchos pequeños restaurantes y comercios se han beneficiado de enrolarse con estos servicios.
Sin embargo, el tipo de trabajos que se han generado son muy precarios. El empleo es realizado bajo condiciones de explotación dignas del siglo XIX. Lxs repartidorxs ponen su equipo de trabajo, incluso se endeudan para adquirirlo, no cuentan con seguro médico y en caso de cualquier eventualidad inherente a los riesgos de su actividad, como un accidente, las empresas suelen evadir las responsabilidades (y se preocupan más por los pedidos). Ellxs mismos, junto con colegas, familia y amigxs, suelen tener que cubrir los gastos médicos. El ingreso en México por cada pedido varía de 15 a 30 pesos (0.75 a 1.5 dólares) más propinas; lo que obliga a trabajar largas jornadas en la calle (sin lugares mínimamente dignos para descansar) para poder cubrir sus necesidades básicas. Si de ellxs depende alguna familia, el resultado sin duda es un empleo que garantiza la pobreza.
Las empresas que lxs contratan les llaman “socixs”, “trabajadorxs por cuenta propia”, “independientes”, para evitar reconocerlxs y otorgarles las prestaciones sociales de los empleos formales. Si tienen algún problema con ellxs, basta con “descansarlxs”, bloquearlxs o borrarlxs de la aplicación –pues tienen miles de repartidorxs a su disposición. Incluso pueden llegar a la oposición abierta, como sucedió en Estado Unidos: algunas empresas no han dudado en impulsar legislaciones contra dicho reconocimiento laboral para generar retrocesos a los derechos de lxs trabajadorxs.
Mientras tanto, estas empresas tienen ganancias extraordinarias en medio de la pandemia, gracias a no pagar a sus empleadxs el equipo que usan y al no otorgar siquiera seguros de salud y contra accidentes dado el riesgo que implica su actividad laboral. Tan sólo UberEats creció en el mundo 135% reportando ganancias de 8,550 millones de dólares en el mundo. Y si bien en México se ha aprobado el pago del impuesto al valor agregado para estas empresas, no implicó cambios en la relación laboral de lxs repartidorxs.
La ganancia se genera del trabajo expropiado de lxs repartidorxs, de su inversión, de su tiempo de vida, de su salud, de los riesgos que corren, algo de lo que están totalmente conscientes lxs mismxs repartidorxs. Ellxs se han percatado de su situación y a la vez de la posición estratégica particular en la que se encuentran: han crecido rápidamente, han tejido redes informales basadas en la solidaridad y su trabajo es fundamental para las ciudades en este momento. Lo cual les da el poder de organizarse y reclamar sus derechos.
Entre los derechos laborales que pueden alcanzar lxs repartidorxs, de acuerdo con la CEPAL, están la libertad de asociación sindical y negociación colectiva, contar con un salario mínimo, tener un límite de jornada laboral, pago de las horas de espera para recibir un pedido (jornada pasiva), mínimo de horas garantizadas de trabajo, descansos laborales (comida, entre semana, vacaciones), seguro por riesgos de accidentes del trabajo, por enfermedades profesionales y por responsabilidad civil a terceros; cobertura médica; higiene y seguridad en el trabajo; dotación de implementos de seguridad; apertura de la información de cómo se paga; resolución de conflictos y seguros; formación profesional, entre otros. Estos derechos garantizan una vida digna, para sí mismxs y sus familias.
Por ello, lxs repartidorxs han organizado la lucha incluso a nivel internacional. Ejemplo digno de mención es que se han llevado a cabo actividades de protesta en diversos países del mundo. Esta lucha ha comenzado a dar sus resultados, como en Corea del Sur, donde se ha avanzado en el reconocimiento de la formación de un sindicato, beneficios de desempleo y cobertura contra accidentes. Esto podría beneficiar a 75 mil repartidorxs en el país asiático.
Incluso en México se encuentra en proceso de constitución el Sindicato Independiente de Repartidores por Aplicación (SIRAPPS), que además de buscar ser reconocidxs como un sindicato, pretenden lograr con ello la negociación colectiva y acceso a la de seguridad social para lxs repartidorxs. La unión laboral y la alianza con trabajadorxs de otros sectores será esencial para beneficio de lxs mismxs repartidorxs, como lo está realizando el Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña. Éste agrupa a trabajadorxs como limpiadorxs, guardias de seguridad, trabajadorxs de la salud contratados por outsourcing y trabajadorxs subempleadxs (gig workers) como repartidorxs, conductorxs.
Sin duda es necesario un cambio en las leyes laborales para que lxs reconozcan como trabajadorxs, para garantizar sus derechos y detener de una vez por todas la precarización de los trabajos esenciales de la sociedad. Un cambio que impulse el Estado de tal manera que los frutos de su trabajo les pertenezcan y no sean solamente para el beneficio de unxs cuantxs. Que sean el ejemplo para las luchas de lxs trabajadorxs contra la precarización, que ésta no sea un destino manifiesto.
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