Este artículo fue publicado originalmente en el número #40 de The Internationalist.
Tras la violenta dispersión de la sentada de Qiyada en 2019, conocida localmente como la masacre del 3 de junio, se acordó un Consejo Militar de Transición (CMT) de tres años, a pesar de las continuas protestas y propuestas de cartas alternativas que respondan a las demandas del levantamiento, como la Carta de las Ciudades Unidas de Sudán. El CMT debía repartirse entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) dirigidas por Abdel-Fattah al-Burhan, su mano derecha, el jefe de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) Mohamed Hamdan Dagalo, o Hemedti, y el Primer Ministro Abdalla Hamdok.
Se suponía que el Consejo Militar compartiría el poder con las fuerzas civiles en el llamado Consejo de Soberanía para la Transición. Pero transcurrido más de un año y medio de este periodo, en la madrugada del 25 de octubre de 2021, las SAF y las RSF encabezaron un golpe de Estado conjunto que disolvió el gobierno de transición y detuvo al primer ministro y a su gabinete. Desde entonces, el 15 de abril de 2023, una lucha de poder entre las SAF y las RSF, que ganaron influencia y poder bajo el régimen islamista de al-Bashir, ha desembocado en el estallido de una violenta guerra.
Hasta la fecha, las infracciones denunciadas cometidas por las partes beligerantes incluyen, entre otras, un número creciente de casos de violencia sexual contra mujeres y niñxs; la ocupación, el saqueo y la destrucción de viviendas, archivos históricos y edificios públicos de la población en todo el estado de Jartum, formado por tres ciudades (algunos de los cuales se registran bajo los hashtags #الدعم_السريع_يستبيح_بيوتنا y #RSFlootshouses) la destrucción absoluta y el incendio de aldeas y ciudades enteras en todo Darfur; el secuestro por parte de las RSF de civiles en calles, casas, vehículos de transporte y edificios de servicios públicos, como por ejemplohospitales, y su traslado a cárceles de detención improvisadas en edificios vaciados por la fuerza y su retención durante días, semanas o meses.
Según el 15º Informe de la OIM sobre la situación en Sudán, más de tres millones de personas se han visto desplazadas principalmente de los estados de Jartum y Darfur, y más de una cuarta parte de ellas han buscado refugio a través de las fronteras en países vecinos como Egipto, Chad, Sudán del Sur, Etiopía y otros. Muchxs de los que buscaron refugio a través de las fronteras nacionales se han encontrado con normas fronterizas en continuo cambio que han dejado a la gente varada durante días, semanas y, en muchos casos, meses. A lo largo de la frontera egipcia, por ejemplo, los informes han demostrado que este enfoque de vigilancia fronteriza extrema proviene en parte de proyectos financiados por la UE desde 2015 como parte de sus políticas de externalización de fronteras.
Lxs que no han cruzado las fronteras nacionales se han refugiado en el lugar (permaneciendo en zonas de conflicto por elección o por necesidad) o en estados vecinos dentro del país. Un gran número de desplazadxs se refugia en hogares de comunidades de acogida que han abierto generosamente sus casas a familiares, amigxs y extrañxs por igual. El resto de la población se dispersa entre alojamientos alquilados recientemente, campamentos de desplazados establecidos por diversas organizaciones de ayuda y comunitarias, escuelas y otros edificios de servicios públicos, y asentamientos en refugios improvisados en zonas abiertas. En todos estos casos, la prolongación del conflicto de unos pocos días a más de cuatro meses, con un futuro imprevisible, ha supuesto inmensas tensiones financieras y de abastecimiento tanto para las comunidades desplazadas como para las de acogida, ya que los precios del alquiler, los alimentos, los suministros médicos y otros productos básicos siguen disparándose en un mercado financiero no regulado. Además, a medida que se acerca la temporada de lluvias torrenciales (normalmente entre junio y septiembre), los informes advierten de los efectos perjudiciales, como brotes de enfermedades, en zonas ya expuestas a lluvias torrenciales e inundaciones.
Sin embargo, durante todo el periodo revolucionario, el pueblo sudanés no se hizo ilusiones sobre la naturaleza de los regímenes militares y continuó organizándose desde la base formando los llamados Comités de Resistencia.
Los comités de resistencia surgieron en barrios de todo Sudán en 2013 y cobraron impulso en sus esfuerzos por organizar protestas en 2019. En los años siguientes, crecieron en número y función, ampliando sus esfuerzos para responder orgánicamente a las necesidades de sus barrios y al clima político en continuo cambio. A pesar de que los golpistas y los actores internacionales volvieron a dejar de lado las demandas populares de un gobierno civil, los comités de resistencia rechazaron cualquier llamamiento a la negociación con las partes golpistas bajo el principio de los tres noes: ni negociación, ni asociación, ni compromiso. En su lugar, más de 8.000 comités de resistencia, sindicatos y grupos de mujeres de todo el país participaron en la elaboración conjunta de la Carta Revolucionaria para el Establecimiento del Poder Popular.
Los más de 100 días de guerra entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Seguridad Rápida (RSF) han dejado a Sudán y a su población en un estado impredecible, por lo que los comités de resistencia han puesto en marcha salas de emergencia en todo el país, a veces situadas en lugares muy volátiles. En colaboración con todo tipo de organizaciones locales y voluntarixs, estos espacios han sido clave para evaluar las necesidades locales, prestar servicios y encontrar a las personas que los presten....
En el número #40 de The Internationalist, Ahmed Ismat, portavoz del Comité de Resistencia de Jartum, analiza las raíces del actual conflicto en el colonialismo británico, el papel de los comités de resistencia en la prestación de ayuda directa y la defensa de las reivindicaciones de la revolución, y el sueño de un Sudán pacífico y democrático. El desarrollo de los acontecimientos demuestra que la revolución no es un acontecimiento singular, sino un proceso continuo.
Hemos superado el centésimo día de la guerra que asola Sudán desde el fin de semana del 15 de abril de 2023, cuando el conflicto latente entre el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) estalló en guerra abierta. Desde entonces, miles de personas han muerto y más de dos millones se han visto desplazadas internamente y muchas más en los países vecinos. ¿Cómo se ha llegado a esta escalada?
Es una pregunta muy difícil. Pero cuando hablamos de Sudán, la raíz de todos nuestros problemas proviene del aparato estatal colonialista británico. Creó un sistema desigual con márgenes muy explotados, lo que llevó a que la violencia se convirtiera en un medio de producción.
Mohamed Hamdan Dagalo, o Hemedti -líder de las RSF y primer jefe adjunto del CMT tras el golpe de estado sudanés de 2019- surgió de estas contradicciones y creció en ellas, y fue utilizado por los islamistas para aplastar la disidencia política en el oeste de Sudán desde 2003.
Durante las sentadas de abril de 2019, después de que derrocamos a Bashir -el que fuera presidente militar del país durante 30 años-, la élite política que solía liderar las protestas optó por ponerse del lado de Al-Burhan, jefe de las SAF y presidente del CMT, Hemedti y el consejo. Dieron legitimidad a este consejo por el mero hecho de sentarse a negociar con ellos, un consejo cuyos miembros no habían rendido cuentas por los numerosos crímenes que habían cometido. Las voces que se oponían a estas negociaciones crecieron después de que las RSF dispararan contra manifestantes pacíficxs el 8 de Ramadán durante la sentada, a lo que siguió la infame masacre del 3 de junio de 2019, en la que más de 120 manifestantes pacíficxs fueron asesinadxs y arrojadxs al Nilo.
Aunque no nos dimos por vencidxs y millones de personas volvieron a salir a las calles para protestar el 30 de junio de 2019, la élite civil -como las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FCC)- siguió negociando con los señores de la guerra y "compartiendo" el poder en el Consejo de Soberanía para la Transición previsto para tres años. De este modo, se formó un gobierno de transición en 2019. Fue gracias a la presión internacional que se llegó al acuerdo de compartir el poder político en un gobierno de transición con los militares en 2019, en contra de los deseos del pueblo. Tras el golpe del 25 de octubre hubo también múltiples llamamientos por parte del Representante Especial de las Naciones Unidas para Sudán, Volker Perthes, para que se celebraran "negociaciones de paz" que sentaran al ejército y a los comités de resistencia en torno a la mesa, sobre todo después de que hubiéramos ganado un impulso y una organización política significativos tras el golpe. Esto llevó a los comités a lanzar lo que se conoció como los tres noes: ni negociaciones, ni asociación, ni compromiso. Nuestra postura era contraria a sentarnos en la misma mesa de negociación con señores de la guerra y con quienes no habían rendido cuentas por el asesinato de nuestros hermanos y hermanas en todo Sudán y durante la violenta dispersión de la sentada de 2019.
Hemos seguido protestando durante todo este tiempo, antes y después del golpe militar del 25 de octubre de 2021. Aunque seguimos exigiendo justicia pidiendo el desmantelamiento de esta milicia y llevando a sus líderes ante los tribunales, el ejército y la élite política seguían defendiéndola y poniéndose de su lado.
Durante este periodo, las RSF consiguieron usurpar oficinas que habían pertenecido al régimen islamista caído de Al-Bashir, incluida la sede que pertenecía al desmantelado sector militar de la Agencia Nacional de Inteligencia. Las RSF se hicieron incluso con el cuartel general de la defensa antiaérea en Bahri (Jartum Norte). A lo largo de este último año, la escena política comenzó a remodelarse a medida que la élite política "civil" optaba por formar una alianza con Hemedti y llegaba al llamado "acuerdo marco". Durante estas negociaciones, las voces dentro del ejército se hicieron más fuertes contra las RSF, y viceversa.
Estalló la guerra y todxs tomaron partido, empezando por la élite política que hasta ahora no condenaba las atrocidades cometidas por las RSF. No dicen de entrada que apoyan a las RSF, pero se hacen eco de la propaganda de Hemedti y hacen la vista gorda ante los crímenes de guerra perpetrados por su milicia, mientras que lxs islamistas se ponen del lado de Burhan y de los generales del ejército.
Estamos en contra de la dirección del ejército y de la existencia de las RSF, pero no creemos que esta guerra vaya a acabar con las RSF, dados los actuales dirigentes y su historial con la milicia.
Ha mencionado el papel del colonialismo en la actual situación de violencia y punto muerto político de Sudán. ¿Podría explicarlo con más detalle?
Además de utilizar las Fuerzas Armadas de Sudán (conocidas entonces como Fuerzas de Defensa de Sudán) en la Segunda Guerra Mundial, lxs británicxs también las movilizaron para aplastar la disidencia dentro del país antes de la independencia. Lxs británicxs aprendieron algo de sus otras colonias: no se puede matar y detener a la gente y esperar que se calle y acepte el colonialismo. Aprendieron que necesitan una voz política desde dentro para convencer a la población de que el colonialismo les favorece, así que crearon unas fuerzas armadas con pistolas.
Además, también encontraron una voz política fuerte, personas con gran influencia cultural en Sudán: líderes tribales y sufíes, que ahora forman la base de algunos partidos políticos. Reconociendo esta influencia, les dieron tierras, dinero y poder gubernamental dentro de la maquinaria colonial, y educaron a sus hijos e hijas. Con ellos creció su influencia política. Los británicos utilizaron básicamente esas dos máquinas –llamémoslas así–: las armas y las palabras. Cuando una de las máquinas no podía terminar el trabajo, recurrían a la otra.
Si nos fijamos en el primer golpe de Estado de Sudán, en 1958, el líder civil electo se dirigió al ejército y les dijo que dieran un golpe de Estado y les entregó el gobierno. Se puede ver este patrón a lo largo de la historia de Sudán. Lo único que les importa a los políticos es utilizar al ejército contra los demás partidos.
Aparte de eso, ¿por qué los británicos invadieron Sudán? Porque necesitaban materias primas, goma arábiga, oro, hombres para luchar y trabajar, y cualquier otra cosa. El sistema que crearon era un sistema que extrae las materias primas rápidamente y de una forma realmente explotadora y barata. Si miras el balance de Sudán cada año -incluso después de que el colonialismo terminara formalmente- puedes ver que no cambió en absoluto. Todo es expoliado de Sudán: exportamos materias primas e importamos productos de consumo. Hubo un incidente en el que lxs granjerxs de Dongola (norte de Sudán) protestaron y cerraron la única carretera que conectaba Sudán con Egipto. Todo el mundo vio con sus propios ojos que Sudán exporta animales vivos, como camellos y ovejas, a Egipto, mientras que ellos importan muebles, maquillaje y otras cosas. El balance está hecho de manera que la exportación la hacen los márgenes y la importación la consume el centro (Jartum).
La revolución nos ha abierto los ojos al hecho de que esto está ocurriendo. Comprendimos y vimos cómo un sistema así crearía tanta tensión entre el centro y los márgenes, y dentro de los propios márgenes.
¿Qué papel han desempeñado las instituciones internacionales en Sudán desde la revolución y en el intento de encontrar una solución duradera y pacífica?
Fue gracias a la presión internacional que se llegó al acuerdo de reparto del poder político en un gobierno de transición con los militares en 2019, en contra de los deseos del pueblo.
Los comités de resistencia surgieron como protesta contra la élite política. La revolución nos devolvió el poder de disentir, sentimos que controlábamos nuestros propios destinos. Eso ayuda a entender lo decepcionadxs que estábamos de que las instituciones internacionales siguieran presionando para que se hicieran tratos a puerta cerrada entre la élite civil y la militar. Una vez más, lo que teníamos que decir sobre nuestro propio futuro y las políticas que lo dictaban no importaba. Pero aprovechamos esa oportunidad para organizarnos y crear coordinación en todo el país.
¿Podría darnos una idea de lo que está ocurriendo ahora mismo en Jartum y hablarnos del papel que están desempeñando en la guerra los Comités de Resistencia de los Barrios?
Muchxs habitantes de Jartum han sido evacuadxs de la ciudad y reubicadxs en distintos países, estados y ciudades, viviendo como migrantes, desplazadxs internxs o refugiadxs. Muchas personas han perdido sus casas y los ahorros de toda su vida a manos de las RSF. Personalmente, mi casa fue asaltada y robada en su totalidad por soldados de las RSF. La utilizaban como base, que ahora han evacuado. Muchas personas de nuestro vecindario murieron a causa de balas perdidas, etc.
Realmente creo que lo que las RSF han hecho al pueblo sudanés le ha afectado irreversiblemente.
Desde el comienzo de la guerra hasta ahora, las RSF nos han dado [a lxs civiles] la sensación de que su principal enemigx parecemos ser nosotrxs, no el ejército. Son ellos quienes asaltaron casas, asaltaron hospitales, mataron a transeúntes inocentes y mataron a familias mientras intentaban evacuar. La gente se vio mucho más afectada por las RSF, en lugar de ser "daños colaterales" de una batalla entre el ejército y las RSF. Percibo la rabia generalizada contra las RSF. Dudo mucho, mucho, mucho, mucho, de que -incluso si llegaran a un acuerdo de paz- dudo mucho que las RSF vuelvan a ser aceptadas por la población.
Lo que he visto y lo que he oído de la gente que evacuó y de la gente que sigue en Jartum (ya que no tienen familia fuera de Jartum) es realmente horrible. No creo que las RSF dejen de existir después de esto. Esto supone un cambio radical en la perspectiva que todo el mundo tiene de Sudán.
A principios de junio, la ONU manifestó su preocupación por la violencia étnica y los crímenes contra la humanidad, tanto por parte del ejército sudanés como de las RSF. A mediados de julio, se informó de que 87 personas, entre ellas de etnia masalit, habían aparecido enterradas en una fosa común en Darfur Occidental (Sudán), en un crimen probablemente perpetrado por las RSF. ¿Qué estás presenciando en Jartum?
Cuando hablamos de violencia étnica y crímenes contra la humanidad, las RSF se llevan la palma, por supuesto, porque se fundaron sobre todo lo que está mal en este país. Se fundaron sobre todas las contradicciones del Estado. Utilizan una retórica racista o étnica para alimentar su propaganda. Esto ha sido constante, incluso antes de la guerra. Han llevado a cabo atrocidades en Darfur, en Kordofán del Norte y en otros lugares. Hemos visto este tipo de violencia en Darfur en el levantamiento de 2013, y de nuevo en las dos masacres del 8 de Ramadán y del 3 de junio.
Las RSF son una enorme máquina de violencia. Es una enorme máquina racista. Es una enorme máquina de dinero. Es una enorme máquina de mercenarios. Sin duda, las RSF lideran la producción de violencia en Sudán. Los generales del ejército tienen la misma mentalidad que los generales de las RSF. Sin embargo, yo no diría que todos los soldados del ejército tienen la misma mentalidad que un soldado de las RSF. Depende de la institución en la que estés. Cuando se trata del ejército, te crían y entrenan para luchar por el país. Este es el tipo de propaganda y el tipo de educación que recibes. Pero con las RSF, se trata de dinero y poder.
¿Qué estáis haciendo con los comités de resistencia en esta situación, tanto desde el punto de vista político como práctico?
Intentamos unificarnos tras un programa político realmente fuerte. Nuestro programa es llevar la democracia real a Sudán. Eso es lo que tuvimos en 2019, democracia real, democracia real del pueblo y para el pueblo. Queremos abolir todas las viejas instituciones y construir otras nuevas. Los comités de resistencia surgieron como protesta contra la élite política. La revolución nos devolvió el poder de disentir, sentimos que controlábamos nuestros propio destino. Eso os ayuda a entender lo decepcionadxs que estábamos de que las instituciones internacionales siguieran presionando para que se hicieran tratos por a puerta cerrada entre la élite civil y la militar. Una vez más, lo que teníamos que decir sobre nuestro propio futuro y las políticas que lo dictaban no importaba. Pero aprovechamos esa oportunidad para organizarnos y crear coordinación en todo el país.
Aparte de eso, todos los comités de resistencia de todos los barrios han creado lo que se llama una sala de emergencias. Llamamos a todxs lxs médicxs y farmacéuticxs y, básicamente, a cualquier persona del ámbito médico para que venga a ayudar.
Hemos reconstruido hospitales, haciéndolos operativos de nuevo. Lxs médicxs vinieron a trabajar allí y prestaron asistencia médica gratuita. También intentamos conseguir trigo, pan, etc. para hacer grandes comilonas para la gente todos los días en los barrios. Esto es exactamente lo que hace la sala de emergencias. Los comités de resistencia fuera de Jartum, en otros estados, también crearon salas de emergencias para poder acoger a las personas migrantes, ayudarles a alimentarse y darles asistencia sanitaria.
¿Cómo sería la solidaridad internacional con el pueblo sudanes?
Muchas salas de emergencias necesitan ayuda para comprar productos. Aceptan donativos y publican lo que han gastado y cómo lo han gastado cada día.
El mayor apoyo serían las protestas contra cualquier organización que tenga alguna relación con las RSF para cortar su financiación y detener la maquinaria propagandística de las RSF. Por ejemplo, Youssef Izzat al-Mahri, uno de los asesores de las RSF, iba a dar una conferencia en Alemania para promocionar la organización, pero lxs sudanesxs de Alemania lo impidieron porque escribieron a lxs anfitrionxs de la conferencia y consiguieron que se cancelara.
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Esta edición de The Internationalist fue producida por Khalda El Jack y Daniel Kopp.
Imagen: con las palabras “A woman’s place is in…the resistance, (El lugar de una mujer es en…la resistencia)” el mural de Satir fue el primero de muchos que destacan a las mujeres en Sudán y rompen con la creencia patriarcal de que las mujeres no deberían estar en la calle.