Hace un par de semanas, India celebró su 78º Día de la Independencia. Al frente de las extravagantes celebraciones en el Fuerte Rojo de Nueva Delhi se encontraba el primer ministro Narendra Modi, en la cuerda floja por primera vez, tambaleándose por haber perdido la mayoría en el Parlamento en las elecciones de junio, lo que le obligó a formar un gobierno de coalición.
Sin embargo, el revés electoral no parece haber frenado al primer ministro. Desde la trinchera, Modi anunció su apoyo a un «Código Civil Laico», un ataque directo al derecho a la libertad religiosa, garantizado constitucionalmente a las minorías en India. Aunque a primera vista resulte inofensivo, el argumento subyacente del Partido Bharatiya Janata, de la derecha hindú, es que mientras lxs hindúes han aceptado de buen grado la reforma, las «otras» comunidades siguen aferrándose a leyes diversas y retrógradas, negándose a integrarse en la corriente nacional.
Por supuesto, la idea de «una nación hindú» ha alimentado durante mucho tiempo el proyecto de Modi, y en los últimos años se ha hecho más descarada. Si tenemos en cuenta las últimas elecciones, un informe publicado la semana pasada por Human Rights Watch reveló que Modi «hizo comentarios islamófobos» en 110 de los 173 discursos pronunciados durante su campaña. Como se documenta en el despacho de la Internacional Progresista, el BJP ha demolido ilegalmente hogares musulmanes y ha mirado hacia otro lado ante los ataques a musulmanes, incluida la muerte de 12 hombres musulmanes, en las pocas semanas transcurridas desde su reelección.
Sin embargo, las críticas a Modi han permanecido silenciadas en la prensa internacional. Una de las principales razones es su supuesto éxito con la economía india. En su discurso en el Fuerte Rojo, Modi hizo una promesa audaz: Que India se convertiría en la tercera economía del mundo durante su mandato. Eso es, en esencia, lo que impulsa su imagen internacional: Claro, parece ser incómodamente mayoritario, pero fíjense en la tasa de crecimiento de India.
Entonces, ¿se sostiene la narrativa del milagro de Modi en sus propios términos? Mientras India celebraba el día de su independencia, ¿qué aspecto tiene realmente esa libertad para los 1.400 millones de personas que constituyen la nación?
La desigualdad de ingresos en India ha superado ya los niveles observados bajo el dominio colonial británico, y el último «Informe Mundial sobre la Desigualdad» califica a India de «Raj multimillonario». Mientras que el número de multimillorarixs se ha multiplicado por once en la última década, el país ocupa ahora el puesto 111 de un total de 125 países en el Índice Mundial del Hambre, con una cuarta parte de lxs desnutridxs del mundo.
El segundo mandato de Modi ha sido testigo del menor crecimiento del PIB desde que India inició la liberalización del mercado a principios de la década de 1990 y, de hecho, el crecimiento de la renta per cápita ha sido la mitad de lo que fue durante la década anterior, bajo el predecesor de Modi, Manmohan Singh. La inversión extranjera directa ha disminuido significativamente, alcanzando su punto más bajo en casi 20 años.
Estos son indicadores de una economía —y una sociedad— en crisis. Los bancos están experimentando la peor escasez de depósitos de los últimos 20 años, mientras el ahorro de los hogares alcanza su nivel más bajo en 47 años y la deuda de los hogares alcanza un máximo histórico. India, uno de los países más jóvenes del mundo, es también el hogar de algunos de lxs jóvenes más desempoderadxs del mundo: Un tercio de quienes se gradúan en India no tienen trabajo.
Sin embargo, el recurso de Modi es alimentar los estómagos hambrientos con odio.
Desde los disturbios comunales en casa hasta la política exterior, la podredumbre es profunda. Semanas después del asalto a Gaza, en octubre de 2023, India dio un giro decisivo respecto a una tradición de décadas y se abstuvo en una resolución de la ONU que llamaba a una tregua humanitaria en Gaza. Mientras tanto, grandes grupos de ciudadanxs indixs, fundamentalistas hindúes, organizaron una manifestación en apoyo de Israel ante la embajada del país en Delhi. En un video, se oye a Subedhar Lalit, ex soldado, decir: «Sólo tenemos un mensaje: Israel debe darnos la ciudadanía, alistarnos en su ejército y, juntos, eliminaremos del planeta a estos yihadistas islámicos, enemigos de la humanidad.»
Modi está redefiniendo con determinación la idea de ser indio como ser «antimusulmán», alimentando una distracción perpetua de una economía en dificultades. Cuando el gobierno decidió enviar 35.000 trabajadorxs a Israel como sustitutos de la mano de obra palestina, Chaudhary Ranbir Singh, un postgraduado en Historia desempleado, declaró simplemente: «Soy consciente de la amenaza que existe en Israel debido a la guerra con Hamás, pero es mejor morir trabajando allí que morir de hambre aquí.»
La Internacional Progresista está con las fuerzas que luchan por mantener viva la promesa democrática de la India: un Estado para toda su ciudadanía.
Arte de la Semana: Rah Naqvi es un artista indio basado en Ámsterdam. Su obra aborda temas de polarización religiosa y social. Utilizando motivos familiares, Naqvi navega por temas complejos de pertenencia e identidades coloniales impuestas.
Yatra representa el Rath Yatra anual en Ahmedabad, una procesión religiosa temida por los residentes musulmanes debido a las históricas tensiones entre hindúes y musulmanes. Sin embargo, el Yatra de Naqvi, realizado en colaboración con el maestro artesano Chandrakant Chitara, representa una realidad alternativa, en la que las dos comunidades celebran juntas en armonía.