En un discurso reciente en Caracas, usted profundizó en la Doctrina Monroe [1823] y su conexión histórica con las sanciones imperialistas. ¿Podría entrar en más detalle?
Es importante profundizar en el contexto histórico de las políticas imperialistas dirigidas a Cuba, Venezuela y a toda la región en conjunto. Estas políticas se remontan a la Doctrina Monroe, la cual explícitamente afirma la intención de Estados Unidos de dominar el continente. En esta doctrina se expresa implícitamente la motivación de Estados Unidos de maximizar ganancias con el menor esfuerzo posible.
Los intentos de Estados Unidos por ejercer control en la región han cambiado y se han adaptado a través del tiempo. Los cambios en el equilibrio poder entre nuestros proyectos de liberación y las fuerzas imperialistas han determinado cambios en las políticas, pero el objetivo sigue siendo el mismo.
Tomemos a Cuba como un caso práctico. Al mirar nuestra historia, podemos ver que los métodos imperialistas han cambiado con el tiempo. En un principio, Estados Unidos buscó comprar Cuba a España. Posteriormente, Estados Unidos intervino estratégicamente en nuestra guerra de independencia [1895-98], a pesar de la casi victoria de Cuba. Esta intervención preparó el camino para la recolonización de facto de Cuba. Aunque nominalmente Cuba era una república, estaba atada eficazmente a los intereses económicos y dinámicas políticas de Estados Unidos.
Poco tiempo después del triunfo de la Revolución [1959], cuando el pueblo cubano se convirtió en el arquitecto de su propia historia, Estados Unidos empezó a seguir una política de castigo colectivo.
La fórmula es simple: cuando un pueblo se rebela en contra de los mandatos de Estados Unidos y los intereses del capital, el imperialismo usará todos los medios para disciplinar a su sociedad. Antes de la Revolución Cubana, los hoteles, ferris y negocios de La Habana atendían a la burguesía de Miami. De hecho, la isla estaba al servicio de los intereses del capital estadounidense. Poco después de que la Revolución llegó al poder, se estableció el bloqueo para disciplinar al pueblo. El bloqueo era (y es) económico y financiero, pero también generó aislamiento político.
Un país – ya sea Cuba, Venezuela o cualquier otro – que intenta construir una sociedad socialista en un mundo dominado por el capitalismo y la globalización neoliberal, tarde o temprano será "sancionado" por el imperialismo. Debo aclarar que cuando hablo de imperialismo, tiendo a enfocarme en Estados Unidos, pero el imperialismo está constituido por una red de fuerzas económicas, políticas y culturales dirigidas por la lógica financiera del capital, con Estados Unidos a la cabeza.
¿Por qué las medidas coercitivas unilaterales se han convertido en un arma por elección en el arsenal imperialista?
El bloqueo no figura en la historia narrada por el imperialismo. ¿Por qué? Porque la idea es transferir hacia su "mal" gobierno la responsabilidad por los problemas que un país bajo bloqueo pueda presentar. Esto es significativo porque, en la medida en que el bloqueo disminuye la eficacia del estado, las instituciones pueden ser vistas como ineptas, incapaces de gobernar y como las únicas responsables de la actual crisis económica y financiera.
Por supuesto que los bloqueos nunca vienen solos. En Cuba se utilizó violencia abierta en contra de la Revolución, pero actualmente, el mecanismo principal que usa el imperialismo es el bloqueo. Como estrategia, el bloqueo es un mecanismo cultural e ideológico que le da a Estados Unidos una ventaja.
Usted alega que el bloqueo puede, en algunos casos, crear una división entre el proyecto revolucionario y el pueblo. ¿Podría profundizar en este punto?
Nuestra situación es compleja, ya que Cuba y Venezuela se embarcaron en proyectos socialistas en los que la gente juega un papel primordial. El poder de la gente ha sido fundamental en ambos procesos, si bien de diferentes maneras. Tanto Cuba como Venezuela reconocen al pueblo como el objeto de la transformación, porque se entiende que el socialismo no es posible de ninguna otra manera.
Sin embargo, cuando el pueblo enfrenta escasez por periodos prolongados, comienzan a surgir la fatiga social, la anomia y la apatía. Esto lleva a que el pueblo –el individuo– y el proyecto revolucionario se desconecten. Cuando esto sucede, empiezan a surgir tensiones entre el poder revolucionario necesario para el cambio y el proyecto en sí.
Como el estado en su función de poder revolucionario tiene que asegurar alimento para la gente, producir bienes de primera necesidad y dar ayuda a grupos vulnerables, el proyecto estratégico se puede debilitar. Es por esto que se requiere un control constante de la situación.
En otras palabras, tenemos que hacer todo lo posible para que los problemas inmediatos no nos desvíen del objetivo estratégico. Eso significa que al mismo tiempo que tenemos que enfrentar la escasez y otros problemas económicos, también nos tenemos que centrar en la Revolución –la cual es un trabajo constante– y hacer frente a las deficiencias en nuestro proceso democrático. En resumen, debemos luchar por los objetivos estratégicos del proyecto mientras abordamos los objetivos inmediatos. El equilibrio entre los dos es crucial para prevenir que se forme una brecha entre el proyecto y el pueblo.
El bloqueo restringe el acceso a mercados financieros, dificulta nuestra relación con los bancos y retrasa la entrega de productos de primera necesidad, como la leche o hasta el combustible necesario para que los hospitales operen. Es difícil mantener un discurso político acerca de la construcción revolucionaria mientras se está manejando esta situación tan compleja, pero es imperativo hacerlo.
En el caso de Cuba, que es el que conozco mejor, se realizan esfuerzos significativos para entablar discusiones sobre "lo que se debe hacer" desde una perspectiva marxista, la cual se reconoce como la fuente ideológica de nuestra revolución en la Constitución. Nuestros debates también se derivan de las ideas de José Martí y Fidel. Sin embargo, el bloqueo obstruye constantemente el progreso, generando presión tanto económica como cultural.
El objetivo explícito de los bloqueos en contra de nuestros países es el "cambio de régimen". Cuba ha sido sometida a un régimen de sanciones por más de 60 años, mientras que Venezuela ha soportado un bloqueo por nueve años. A pesar de esto, nuestros gobiernos siguen en pie. Entonces, ¿por qué el imperialismo estadounidense sigue aplicando esta política?
El bloqueo está profundamente entrelazado con la política interna de Estados Unidos, especialmente durante los ciclos electorales. Trasciende las líneas de los partidos, ya que tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano adoptan esta estrategia. Sin embargo, cabe señalar que las políticas de Trump fueron tal vez las más drásticas, ya que obstaculizaron nuestra capacidad de obtener insumos médicos e infligieron golpes severos a nuestra economía.
Si bien el bloqueo no ha logrado derrocar a nuestros gobiernos, sí ha logrado crear con eficacia un grado de fatiga social y apatía. Más aún, el bloqueo ha hecho que las generaciones más jóvenes estén más desconectadas –las generaciones que no vivieron la Revolución de primera mano, cuando las transformaciones sociales más profundas se estaban produciendo y la épica emancipatoria y la mística eran más fuertes.
Es importante reconocer que una revolución nunca llega a ser un producto terminado y se puede revertir. Una revolución no siempre es lineal, no está en ascenso permanente y puede deshacerse. También hemos aprendido que los retrocesos en una revolución pueden ser mucho más dolorosos, intensos y rápidos que los avances, que a menudo son lentos porque las transformaciones revolucionarias requieren fuerza y paciencia.
Los efectos disciplinarios del bloqueo han llevado a algunxs jóvenes a considerar la noción de que el capitalismo les ofrece mejores perspectivas, y de esta forma van disminuyendo su rebeldía. Como consecuencia, algunxs jóvenes cubanxs aspiran a entrar en un mercado laboral definido por la lógica del capital.
La lógica del capital prevalece cuando crees que mereces más que la otra persona; que es normal excluir a algunxs para que otrxs puedan avanzar; que las empresas privadas funcionan mejor; y que las soluciones colectivas te debilitan.
Por consiguiente, debemos entablar un debate continuo sobre qué modelo social ofrece mejores condiciones de vida para el pueblo. Tenemos que demostrar que una sociedad comunitaria sería mejor.
¿Por qué es esto tan importante, desde mi punto de vista? Porque el bloqueo hace invisibles a nuestra historia y a nuestrx enemigx. Crea una narrativa en donde la Revolución es culpable de todas nuestras aflicciones, mientras que los éxitos y soluciones parecen provenir de otro lado.
Si lxs jóvenes – que no han vivido nuestra historia revolucionaria de primera mano – no tienen espacios para reflexionar, si no tienen sus organizaciones, si no tienen un lugar para reavivar la mística del espíritu revolucionario según sus propios términos... entonces corremos el riesgo de perder de vista nuestra lucha colectiva.
Por último, no podemos asumir que nuestro proyecto está terminado, que es sólido, homogéneo y resistente frente al imperialismo. Estamos en una lucha constante que debe ir de la mano con el debate permanente.
Usted ha hablado acerca de la necesidad de cultivar una subjetividad revolucionaria entre lxs jóvenes. Más allá del debate continuo que usted fomenta, el cual es crucial, ¿qué medidas adicionales propone?
Algo en lo que a menudo pienso es que no debemos imaginar que existe un lugar lleno de bondad perfecta, conocimiento e iluminación profética. La figura idealizada con la que todxs soñamos no existe. Ninguna persona tiene todas las respuestas. Tampoco existe alguien que tenga el mapa de la ruta perfecta en sus manos. Por lo tanto, debemos recurrir al pueblo organizado para encontrar el camino hacia delante, pero tampoco el pueblo lo sabe todo.
Cometeremos errores e inevitablemente surgirán tensiones y contradicciones, pero ese es el camino hacia adelante. ¿Qué nos depara el futuro? Tenemos que organizarnos más y mejor. Hubo un momento en que la Revolución Cubana hizo grandes avances gracias a la extensa organización de las bases. Ese debe ser nuestro modelo. Debemos reactivar muchas de estas organizaciones, nutrirlas y ayudarlas a avanzar.
Pero esto no es suficiente. Tenemos que buscar otras formas de fomentar una subjetividad colectiva con origen en la rebeldía. Debemos alentar a un grupo de estudiantes que esté organizando un congreso, o a un grupo de chicxs de barrio que se reúnen para abordar un problema local. Debemos permitir que espacios como estos florezcan con autonomía, incluso si no siguen los caminos exactos que se han prescrito.
Hay muchas maneras de organizar. Algunas son explícitamente políticas, mientras que otras no lo son. Aun así, debemos abstenernos de discriminar a estas últimas. Un grupo de jóvenes organizándose para jugar fútbol no es algo explícitamente político, pero esta acción tiene una dimensión colectiva que va intrínsicamente en contra de la lógica del capital.
Tenemos que inspirar rebeldía y entusiasmo entre lxs jóvenes, y tenemos que fomentar espacios que le den vida a nuestro proceso. Al hacer esto, tenemos que recurrir a nuestra historia para que todo se fusione en el proyecto revolucionario... ¡pero cada generación debe forjar su propio camino!
Tenemos que debatir y escucharnos, para que la diversidad que surja también converja. No debería importar si es un partido, una organización juvenil o una comuna; cualquier proyecto organizacional que nos reúna como figura colectiva es emancipador.
Usted visitó Venezuela recientemente. ¿Tiene algún pensamiento específico sobre el Proceso Bolivariano?
Cada proceso tiene su belleza. Una de nuestras tareas pendientes es transmitir al pueblo venezolano qué tan importante es su proceso para América Latina y el Caribe. De hecho, el Proceso Bolivariano ha tenido un gran impacto en Cuba. Cuando escuchamos a Chávez, nos reconectamos con nuestro proyecto de una manera nueva, porque hablaba no solo de emancipación nacional, sino también de emancipación continental.
También nos inspiran las comunas venezolanas. Aunque no son perfectas, está claro que cuando las personas se organizan, manejan los asuntos cotidianos de manera colectiva y producen los bienes que necesitan, surge una comunidad igualitaria. Este es un paso fundamental para superar al capitalismo.
En el Centro Martin Luther King estamos estudiando las comunas venezolanas y trabajando para intercambiar experiencias con lxs habitantes de las comunas. Queremos aprender acerca de sus procesos de autoorganización y autogestión, de su interacción con el gobierno y de cómo ejercen presión, cómo organizan sus procesos y cómo rinden cuentas.
Tenemos muy bonitas experiencias en Cuba, pero las comunas de Venezuela también nos pueden enseñar mucho.
Como mencioné en una visita reciente a Caracas, debemos comprometernos e ir a las comunas para poder conocernos y aprender unxs de otrxs. Nadie tiene todas las respuestas. No podemos lograr la emancipación nosotrxs solxs. Debemos encontrar inspiración en todos los movimientos que buscan superar el capitalismo y liberar a nuestros pueblos del yugo del imperialismo.
Llanisca Lugo es psicóloga y educadora popular. Es Diputada en la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba y Coordinadora de Solidaridad Internacional en el Centro Martin Luther King. (Venezuelanalysis)