El 29 de septiembre de 2025, Donald Trump y Benjamin Netanyahu presentaron su llamado «plan de paz» para Gaza, un proyecto para continuar la colonización de Palestina y cooptar a quienes se solidarizan con su pueblo. Anunciado desde el corazón del imperio e inmediatamente respaldado por quienes más interés tienen en preservar la colonia de asentamientos, el plan pretende convertir una Gaza destrozada en un laboratorio para la administración fiduciaria, la securitización y el lucro, con los palestinos reducidos a objetos de gestión en lugar de sujetos de la historia. El Gabinete de la Internacional Progresista condenó el plan en una declaración el 7 de octubre.
La rápida aceptación de los Estados reveló las verdaderas intenciones del plan. Ofrece una vía para salvar las apariencias y frenar el impulso de la oposición política internacional sin abandonar el objetivo fundamental del genocidio: la destrucción de los medios de reproducción social en Palestina y la eliminación de la cuna popular de la que surgió el movimiento de liberación nacional palestino. ¿Qué propone el plan?
En primer lugar, una «Junta de Paz» extranjera, presidida por Trump y probablemente dirigida por Tony Blair, que priva al pueblo palestino de cualquier gobernanza política soberana.
En segundo lugar, una «Fuerza Internacional de Estabilización», que afianza el control militar y niega a los palestinos la autoridad sobre su propia seguridad.
En tercer lugar, zonas económicas especiales y un régimen de reconstrucción diseñado para someter la tierra y la mano de obra palestinas al capital global: complejos turísticos frente al mar para los inversores, no viviendas para los desplazados.
El plan recuerda las «inversiones» realizadas en Indonesia a finales de la década de 1960. Allí, un genocidio respaldado por Estados Unidos exterminó al menos a un millón de personas. Los muertos aún no habían sido enterrados cuando los hoteles de lujo estadounidenses comenzaron a abrir sus puertas sobre sus huesos esparcidos por las playas de Bali y otros lugares. Para el imperialismo, el genocidio siempre ha sido rentable.
El momento en que Trump presenta su propuesta no es casual. Llega en medio de una escalada global de acciones en favor de Gaza. En septiembre, los Estados del Grupo de La Haya se reunieron en la ciudad de Nueva York para impulsar la agenda desde la retórica hasta medidas legales, económicas y diplomáticas concretas contra Israel.
En los primeros días de octubre, la Flotilla Global Sumud —el mayor convoy humanitario de la historia— se acercó a Gaza. Y, cuando las fuerzas de ocupación israelíes comenzaron a interceptarla, los Estados y movimientos de todo el mundo respondieron con una nueva ola de protestas. «Exigimos la liberación de los otros 170 tripulantes de la Flotilla Global Sumud que fueron cruelmente interceptados por las fuerzas israelíes al acercarse a las costas de Gaza», dijo el presidente cubano Miguel Díaz-Canel. «Detengan la impunidad de los sionistas genocidas y sus cómplices».
Los movimientos populares también se alzaron: huelgas generales en todo el país y bloqueos portuarios en toda Italia, movilizaciones callejeras desde Estambul hasta Barcelona, desde Atenas hasta Bruselas, desde Berlín hasta Londres, desde Buenos Aires hasta Túnez, con nuevas acciones anunciadas cada día. El lunes, una cuarta parte de la población de Ámsterdam salió a las calles para protestar.
El plan de Trump está diseñado para cooptar y difuminar este movimiento. Ofrece la apariencia de una «solución» mientras preserva y asegura la arquitectura de la dominación. Cambia la rendición de cuentas por la amnistía, la soberanía por la supervisión, la liberación por la integración en los circuitos de explotación del imperialismo. Incluso la ayuda humanitaria se instrumentaliza, condicionada a la aceptación del plan: el hambre se utiliza para obtener el consentimiento. Esto no es paz. Es un ultimátum forjado a costa del Holocausto de nuestra generación.
Debemos elegir un camino diferente. En todo el mundo, el movimiento ya está mostrando el camino: huelgas que detienen el flujo de armas y energía, trabajadores portuarios que rechazan cargamentos genocidas, equipos jurídicos que documentan las violaciones para los tribunales internacionales y Estados que se coordinan a través del Grupo de La Haya para hacer cumplir el derecho internacional —a través de los tribunales, los puertos y las fábricas— hasta que se rompa el asedio y Palestina sea libre. La tarea ahora es intensificar, no acomodarse.
Hoy está más claro que nunca que la justicia no se conseguirá apelando a los autores o cómplices del genocidio, ni a quienes miraron para otro lado. Como nos recuerda la revolucionaria estadounidense Assata Shakur, fallecida hace unos días: «Nadie en el mundo, nadie en la historia, ha conseguido jamás su libertad apelando al sentido moral de quienes lo oprimían».
La mayoría o la totalidad de los participantes restantes de la Flotilla han sido liberadxs el 7 de octubre, incluido el Co-coordinador General de la Internacional Progresista, David Adler. Muchxs de lxs liberadxs han renovado sus llamados a la solidaridad mundial con el pueblo palestino, incluidos los miles de rehenes palestinos que siguen languideciendo en los campos de concentración israelíes. «No se trata de nosotrxs... No podemos apartar la mirada de Gaza», declaró Greta Thunberg en su primera declaración pública tras salir de prisión.
El 12 de octubre, la primera RTI Mela reunirá a usuarixs del derecho a la información, activistas, periodistas, estudiantes, trabajadorxs, agricultorxs y ciudadanxs de toda la India en un festival de un día en Beawar, Rajastán, para celebrar los 20 años de la Ley del Derecho a la Información (RTI Act) y renovar la determinación colectiva de defenderla. La reunión sigue a una recreación conmemorativa en Chang Gate el 11 de octubre a las 5:00 p. m., el lugar donde se llevó a cabo la dharna de 44 días en 1996 que ayudó a lanzar el Movimiento que logró la Ley RTI en 2005. En medio de las crecientes amenazas a la transparencia y la disidencia democrática, el Mela es tanto una celebración como un llamado a la acción. El Mela del 12 de octubre también inaugurará una nueva tradición anual anclada en un museo popular de la RTI que se está desarrollando actualmente en Beawar, y que documenta el papel de la ciudad y las luchas a nivel nacional que han utilizado la RTI para combatir la corrupción, reivindicar los derechos fundamentales y fortalecer la democracia.
Investigadorxs del Movimiento Juvenil Palestino, miembro de la IP, y de la campaña No Harbour for Genocide (No hay puerto para el genocidio) informan de que el petrolero Nissos Tinos cargó 33 830 toneladas de crudo en el puerto turco de Ceyhan el 4 de octubre y tenía previsto zarpar el 6 de octubre, y que los datos del AIS y del satélite indican que sus dos viajes anteriores entregaron crudo en el puerto israelí de Ashkelon. A pesar de las restricciones anunciadas por Ankara, la investigación muestra que los envíos desde Ceyhan a Israel continúan, con petroleros como el Nissos Tinos y el Kimolos supuestamente ocultando sus destinos y apagando los rastreadores, y con las exportaciones turcas desviadas a través de terceros países. Este patrón contradice claramente el compromiso adquirido en la reunión de emergencia del Grupo de La Haya de impedir el tránsito y el servicio de buques que corren el riesgo de suministrar a Israel combustible militar y materiales relacionados.
El 4 de octubre de 2025, miles de personas se reunieron en el histórico estadio Curries Fountain de Durban para conmemorar los 20 años desde la fundación de Abahlali baseMjondolo, el movimiento sudafricano de habitantes de chabolas. La reunión comenzó con el canto de La Internacional, y lxs oradorxs reflexionaron sobre la historia de valentía y sacrificio del movimiento, que ha sufrido numerosos asesinatos. El movimiento trabaja para construir un movimiento de comunas y un movimiento global de movimientos, y se ha dedicado a unir a la fracturada izquierda sudafricana. Entre lxs invitadxs se encontraban Zwelinzima Vavi, secretario general de la Federación Sudafricana de Sindicatos, y Raj Patel, miembro del Consejo de la Internacional Progresista, entre muchxs otrxs.
La semana pasada, Jeremy Corbyn, miembro del Consejo de la Internacional Progresista, estuvo en Sudáfrica y Namibia, principalmente para fomentar la solidaridad con Palestina. Habló en numerosos actos, entre ellos varias grandes reuniones públicas. En Sudáfrica, intervino en una reunión organizada por la Federación Sudafricana de Sindicatos, que reunió a sindicalistas y líderes y lideresas de Abahlali baseMjondolo, la Campaña de Solidaridad con el Congo, la Alianza de Solidaridad con Palestina y el Movimiento Democrático Popular Unido (PUDEMO), el movimiento contra la monarquía en Suazilandia, entre otros. En Namibia, Corbyn visitó el memorial del genocidio de los pueblos herero y nama y, además de otras reuniones, se reunió con lxs activistas que denunciaron el envío de explosivos en el buque MV Kathrin, con destino a Israel. El Gobierno namibio tomó medidas decisivas para impedir que el buque atracara en el puerto de Walvis Bay, y lxs activistas y el Gobierno colaboraron para garantizar que no se le permitiera entrar en el puerto de Luanda, en Angola.