Parece inminente una nueva guerra en el continente sudamericano. En las últimas semanas, los Estados Unidos han lanzado al menos siete ataques contra pequeñas embarcaciones en el Caribe, matando a decenas de ciudadanxs venezolanxs, colombianxs y trinitenses en una serie de ejecuciones extrajudiciales justificadas con el eterno pretexto de la «guerra contra las drogas». Los cadáveres de varias víctimas aparecieron a principios de esta semana en las costas de Trinidad, en Cumaná.
Estos ataques se producen en medio de una importante movilización de fuerzas militares alrededor de Venezuela, incluido el reciente despliegue de bombarderos B-52 en incursiones hacia las costas del país. Entre otras cosas, Donald Trump ha acusado absurdamente a Venezuela de ser un centro de transporte de «fentanilo desde China» hacia los Estados Unidos, un pretexto poco convincente para una guerra que busca desmantelar la Revolución Bolivariana y obtener acceso a la vasta riqueza mineral de Venezuela. Los Estados Unidos ha ampliado su confrontación a la vecina Colombia. El 24 de octubre, Washington anunció sanciones contra el presidente de Colombia —y miembro del Consejo de la Internacional Progresista— Gustavo Petro, su familia y el ministro del Interior de Colombia, lo que supone una escalada dramática de lo que Petro calificó como una campaña de «intimidación neocolonial». Las medidas se produjeron después de que Colombia denunciara los ataques aéreos ilegales y la creciente agresión contra su vecino, y después de que Petro y Colombia lideraran tanto las denuncias mundiales como las acciones concretas contra el genocidio de los Estados Unidos e Israel en Gaza. En respuesta, Petro prometió no ceder a la presión imperialista, declarando: «Ni un paso atrás y nunca de rodillas».
El día anterior, 23 de octubre, Trump anunció que los Estados Unidos pronto iniciaría operaciones terrestres en territorio venezolano. Estas medidas se han encontrado con una creciente protesta en toda la región. En Cuba, las manifestaciones masivas en La Habana y otras ciudades atrajeron a decenas de miles de personas a las calles en solidaridad con Venezuela, y lxs manifestantes compararon la guerra híbrida de los Estados Unidos contra la República Bolivariana con sus propias experiencias bajo el bloqueo. Funcionarixs cubanxs han condenado el aumento de la presencia militar, y el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, declaró que «los pueblos de América Latina no permitirán el regreso a la era de la diplomacia de las cañoneras y la intervención militar». Cuba también ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos dentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para coordinar una respuesta regional unificada a la beligerancia de los Estados Unidos.
La CELAC es un campo de batalla central en la lucha por preservar la paz en la región. En 2014, la CELAC declaró la región como «Zona de Paz», un compromiso colectivo para resolver los conflictos mediante el diálogo en lugar de la fuerza, respetar la soberanía y la no intervención, y construir un orden regional alternativo basado en la cooperación en lugar de la dominación. El 23 de octubre de 2025, la Internacional Progresista anunció la formación de una nueva coalición hemisférica para defender esa «Zona de Paz» de la agresión de los Estados Unidos, que reúne a docenas de parlamentarixs y dirigentes políticxs de toda América Latina y el Caribe, y se une a iniciativas como la Alianza Negra por la Paz y la Campaña por una Zona de Paz en Nuestra América. «Ya hemos vivido esta pesadilla antes», afirma una declaración conjunta emitida por la coalición. «Las intervenciones militares de los Estados Unidos en el siglo XX trajeron dictaduras, desapariciones y décadas de trauma a nuestras naciones. Conocemos el terrible costo que supone permitir que potencias extranjeras hagan la guerra en nuestro continente. No podemos —y no vamos a— permitir que la historia se repita». Una guerra contra Venezuela tendría repercusiones mucho más allá de las fronteras del país. Los Estados Unidos opera docenas de bases avanzadas y otras instalaciones militares en toda América Latina y el Caribe. Entre ellas se encuentran varias instalaciones clave en Colombia —ampliadas tras su integración en las estructuras de asociación de la OTAN bajo la anterior administración del país— que podrían servir de plataforma para una guerra contra Venezuela y para nuevos esfuerzos de cambio de régimen en toda la región.
El presidente Gustavo Petro ha dejado claro que Colombia no se verá envuelta en ningún ataque contra su vecino, y se enfrenta a una presión cada vez mayor por parte de Washington por su postura. «El Sr. Trump está furioso porque no soy aliado de los estadounidenses, con el ejército colombiano, para invadir Venezuela», dijo el presidente Petro en una entrevista. «¿Qué colombianxs tontxs pensarían en ayudar a invadir a sus primxs... para que lxs maten como en Gaza?». Petro menciona Gaza por una buena razón. Al igual que el bloqueo de Cuba y el genocidio en Palestina, la guerra contra Venezuela tiene un objetivo claro: afianzar el imperio de los Estados Unidos por cualquier medio necesario. Por eso, la defensa de la soberanía de Venezuela —y de los principios acordados por las naciones de la CELAC— es fundamental para la defensa de nuestra humanidad colectiva.
Entre el 18 y el 22 de octubre, la Internacional Progresista se unió a la Fundación Rosa Luxemburg de Pekín y al Instituto Tricontinental de Investigación Social en un viaje de investigación coordinado por el Instituto de Historia y Literatura del Partido de China. La delegación visitó cuatro aldeas de la provincia de Henan que habían logrado salir de la pobreza y que ahora son campos de prueba para la implementación de la «prosperidad común», un conjunto de políticas diseñadas para elevar drásticamente el nivel de vida, entre otras cosas mediante el desarrollo de industrias locales que puedan generar beneficios para las comunidades rurales. En los próximos meses, el grupo elaborará un estudio conjunto basado en sus conclusiones.
El Comando Creativo es un colectivo de artistas venezolanos surgido en 2008 como parte de la transformación cultural de la Revolución Bolivariana, que ha producido algunas de las imágenes visuales más emblemáticas de este movimiento político radical.
El colectivo se dedicó a crear nuevas formas de comunicación que reflejaran y promovieran el proceso revolucionario de construcción de un Estado comunal basado en la democracia directa y el poder popular. Un aspecto fundamental de su trabajo fue la democratización de las herramientas de comunicación visual, enseñando a las comunidades a utilizar plantillas, serigrafía y muralismo para que la gente común pudiera convertirse en productora, en lugar de mera consumidora, de mensajes políticos.
Kael Abello, uno de los miembros clave del colectivo, describe su misión estética como fundamentalmente opuesta a la privatización capitalista: al igual que la Revolución Bolivariana buscaba socializar el poder político a través de asambleas comunitarias y el autogobierno, Comando Creativo trabajaba para socializar la producción cultural llevando su arte a las calles, las paredes y los espacios públicos donde se desarrolla la vida colectiva.
Junio de 2021 hace referencia al 200 aniversario de la batalla de Carabobo, una victoria histórica en la Guerra de Independencia de Venezuela. Fue en Carabobo donde Simón Bolívar llevó a los patriotas sudamericanos a la victoria sobre las fuerzas realistas españolas, abriendo la puerta a nuevos ataques contra el Imperio español. Estas luchas por la soberanía darían lugar finalmente al nacimiento de seis Estados bolivarianos: Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.