El 3 de septiembre de 2025, el ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, convocó una rueda de prensa en Jerusalén. De pie frente a unos mapas en los que se marcaban cuatro quintas partes de Cisjordania para su anexión, Smotrich declaró: «Ha llegado el momento de aplicar la soberanía israelí a Judea y Samaria», invocando el nombre bíblico utilizado en el discurso colonialista israelí.
El ministro de Finanzas explicó que su plan, que excluía las ciudades palestinas más grandes, como Ramala y Nablus, tenía como objetivo que Israel reclamara «el máximo territorio» con la «mínima» población palestina. Su objetivo era claro: «eliminar de una vez por todas el Estado palestino de la agenda».
Al mes siguiente, la Knesset, el parlamento de la ocupación, dio su aprobación preliminar a un proyecto de ley para la anexión de Cisjordania, la primera de las cuatro votaciones necesarias para convertir en ley la apropiación de tierras. Al igual que en todos los proyectos coloniales, la fina capa de democracia solo sirve para dar el visto bueno al proyecto cada vez más intenso de limpieza étnica y genocidio.
La colonización de Palestina no es un acontecimiento, sino un proceso continuo, violento y adaptable. Desde la Nakba de 1948 hasta la Naksa de 1967, desde los muros que dividen los pueblos y asedian la Franja de Gaza hasta los puestos de control que encierran ciudades palestinas enteras, Palestina ha servido de laboratorio de colonización: un campo de pruebas para tecnologías de control que luego se exportan a todo el mundo.
Israel entrenó a los Contras nicaragüenses y a las juntas guatemaltecas. Armó al apartheid sudafricano y mantuvo con vida a Rodesia cuando la antigua colonia se enfrentaba a un creciente aislamiento internacional. Fueron las técnicas de tortura del Mossad las que se aplicaron en las mazmorras de la Savak, el famoso servicio de seguridad del Irán imperial. Mientras Washington sostenía a Tel Aviv como un apéndice de su agenda imperial en Asia Occidental, Israel devolvía el favor respaldando a las fuerzas reaccionarias de todo el mundo.
Hoy en día, colonxs armadxs deambulan impunemente por las aldeas palestinas mientras las fuerzas de ocupación israelíes les proporcionan protección, sancionando un patrón de despojo y asesinatos. Las Naciones Unidas han registrado más de 2000 incidentes de violencia de colonxs en Cisjordania desde octubre de 2023 —más de 1000 palestinxs asesinadxs, entre ellos más de 200 niñxs—, incluso mientras el Estado israelí libra una guerra genocida en Gaza, a menos de 100 kilómetros de distancia. Mientras tanto, lxs palestinxs de los territorios de 1948 se enfrentan a una represión y una guetización cada vez más intensas.
Lo que está ocurriendo no es una serie de atrocidades aisladas. Tampoco es simplemente obra de bombas y excavadoras. Es la construcción deliberada de un sistema integral de dominación colonial: bancos, empresas, constructoras, universidades, contratistas de seguridad, instituciones políticas y redes comerciales internacionales se entrelazan para formar la arquitectura del apartheid, todo ello respaldado en última instancia por bombas y un estado carcelario brutal.
Lxs dirigentes mundiales pueden condenar actos concretos de violencia. Las instituciones internacionales pueden emitir resoluciones. Sin embargo, con demasiada frecuencia tratan la ocupación como una crisis temporal en lugar de como el aparato central de un Estado colonialista.
Para hacer frente a esta realidad es necesaria la descolonización: un esfuerzo sistemático por desmantelar las estructuras de dominación, restaurar la soberanía palestina y hacer frente a los circuitos globales de capital y poder militar que sostienen la ocupación.
Esta semana, la Internacional Progresista se ha asociado con organizaciones palestinas para celebrar el Congreso de Ramala sobre la Descolonización de Palestina. El congreso reunirá a dirigentes políticxs, expertxs jurídicxs, sindicalistas y académicxs para conocer los mecanismos de la colonización israelí en Palestina y escuchar algunas de las estrategias desplegadas para oponerse a ella.
El objetivo final de la colonización de Palestina se ve claramente en Gaza: la desaparición total del pueblo palestino. Por eso ya es hora de abandonar la ilusión de que lxs colonizadorxs permitirán alguna vez que lxs colonizadxs vivan junto a ellxs en paz. La descolonización no es un eslogan, sino un proceso necesario: el único camino hacia la libertad, la igualdad y la dignidad para todxs.
Cuando las reformas energéticas del gobierno de la presidenta Xiomara Castro redujeron los precios en un 30 por ciento, proporcionaron electricidad gratuita a más de un millón de hondureños y defendieron la soberanía energética frente al dominio de las empresas extranjeras, no todo el mundo se mostró satisfecho.
Se interpusieron dos demandas corporativas contra el país centroamericano en tribunales corporativos internacionales, en las que se solicitaba una indemnización de 400 millones de dólares por la decisión del gobierno de dar prioridad a su pueblo frente a las ganancias de las empresas extranjeras.
La semana pasada, los dos casos fueron desestimados, lo que supuso una importante victoria para el gobierno de Castro y el pueblo hondureño.
La Internacional Progresista ha felicitado a Zohran Mamdani por su victoria en las elecciones a la alcaldía de la ciudad de Nueva York y a la organización miembro de la IP, los Socialistas Democráticos de América, que contribuyeron a impulsarla.
Mamdani, miembro de la DSA, comenzó su discurso de victoria citando al socialista estadounidense Eugene Debs: «Puedo ver el amanecer de un día mejor para la humanidad».
Puedes leer la declaración completa de la DSA tras la victoria aquí.
Obra de arte del Congreso de Ramallah, realizada por el director de diseño de la IP, Gabriel Silveira.
