Statements

Katrín Jakobsdóttir: El tiempo de una Nueva Internacional es ahora

La Primera Ministra de Islandia y miembro del Consejo de Internacional Progresista, Katrín Jakobsdóttir hace un llamado a la unidad progresista en tiempos de pandemia.
Fue un mantra silencioso para quienes protegieron a las personas más ricas del mundo tras la crisis financiera de 2008: “Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”.
Fue un mantra silencioso para quienes protegieron a las personas más ricas del mundo tras la crisis financiera de 2008: “Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”.

Interpretada como una advertencia —en lugar de una máxima— la frase vuelve a nuestras mentes mientras los países alrededor del mundo responden a una pandemia mortal con profundas consecuencias políticas, sociales y económicas. A medida de que los poderes de emergencia se activan y la política regular es suspendida, se hace muy necesario ser conscientes de cómo puede y debe llevarse a cabo una “buena crisis”.

Ya hemos presenciado intentos de explotar la pandemia para debilitar los poderes del parlamento y gobernar por decreto. Esto incluye la presencia de policías o militares fuertemente armados en las calles, amenazas de encarcelamiento por violar la ley y poderes ejecutivos extraordinarios. Se han adoptado nuevas leyes que restringen la libertad de expresión, con un incremento en el uso de tecnología de vigilancia altamente sofisticada patrocinada por el estado, planteando una posible amenaza para las libertades civiles. Es evidente que la pandemia demanda una acción gubernamental urgente y la movilización de todos los sectores de la sociedad. Pero importa cómo se haga y no es menos importante qué seguirá después de estas intervenciones. Queda por saber si las medidas de emergencia, que han sido adoptadas por varios gobiernos, serán revertidas rápidamente cuando la crisis disminuya, o si afectarán permanentemente el equilibrio entre el poder estatal y los derechos civiles, y entre los poderes ejecutivo y legislativo del gobierno.

Si el pasado sirve como guía, habrá que prepararnos para una fuerte reacción nacionalista. Las fuerzas autoritarias y populistas de derecha buscarán explotar las ansiedades políticas creadas por la crisis económica. Puede que esto sea acompañado con demandas de “reterritorialización” de los Estados-nación, a través de la imposición the nuevos regímenes discriminatorios de control fronterizo mediante la identificación del COVID-19 con “el otro”: el extraño, el extranjero, el peligro externo. Esta respuesta nacionalista a una crisis fundamentalmente transnacional solo profundizará las divisiones entre Estados y dentro de estos. Lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck alguna vez llamó la “sociedad del riesgo” en un mundo globalizado —involucrando pandemias, cambio climático, contaminación, accidentes nucleares, etc.— no respeta fronteras u otras demarcaciones soberanas. Esos factores de riesgo son “democráticos” en el sentido de que son enfrentados por la humanidad en su conjunto, aunque lo hagan de manera desigual. Al carecer de infraestructura y no poder permitirse “gestores de riesgos sociales”, los países en desarrollo se perfilan para sufrir más como resultado de la pandemia en comparación con los países ricos.. Para el Sur Global puede resultar en importantes restricciones a la libertad movimiento, así como , así como a restricciones en los mercados de exportación y el acceso limitado a los recursos financieros. Algunos países del Norte Global ya están presenciando patrones de fallecimientos basados en la clase y raza, ya que los más favorecidos pueden protegerse del contacto social en el trabajo y el hogar. En otras palabras, la lucha contra el coronavirus no puede separarse de la lucha global y local contra las desigualdades sociales. Esto incluye contrarrestar los intentos de redistribuir los riesgos sociales transfirièndolos a los estados y comunidades más vulnerables. De hecho, si hay algo que la pandemia ha demostrado, es que la fragilidad de la condición humana es universal, no limitada a “comunidades imaginadas” en forma de territorios nacionales soberanos.

La crisis actual está ya alimentando muchas prácticas sociales y políticas nocivas. Se han adoptado políticas sexistas, incluyendo intentos para restringir el acceso a la interrupción del embarazo categorizándolas como operaciones no esenciales.La demanda de pornografía violenta ha aumentado, motivada por los pornógrafos que ofrecen contenido gratuito. Las medidas de aislamiento para responder a la pandemia han dado lugar a un aumento de la violencia doméstica, mientras que los reportes a la policía y servicios de protección infantil están disminuyendo drásticamente. Al inicio del brote del virus, el aumento del racismo y xenofobia hacia las personas con ascendencia asiática fue visible. SIn embargo, los cierres de fronteras y otras medidas extremas representan una amenaza a todos los migrantes, y grupos étnicos y minorías alrededor del mundo. Por lo tanto, un mayor debilitamiento de las protecciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial para los refugiados y solicitantes de asilo es una amenaza real. Es aún más importante apoyar las leyes internacionales de derechos humanos -que están basadas en una serie de principios, incluida la no discriminación- como contrapeso a la constante tentación nacionalista de excluir a los extranjeros.

La pregunta sigue siendo qué hará esta crisis a nuestras democracias. Las medidas draconianas han aliviado la presión en los sistemas de salud en algunos, si no en todos los países, y han disminuido las víctimas fatales de la pandemia. Lxs políticxs democráticxs, aunque renuentes en muchos casos, están delegando a lxs expertxs en salud el esfuerzo de contención de la crisis, aunque algunxs hayan intentado hacer política con ello. Desde luego, es inevitable que surjan preguntas sobre qué tan lejos deben llegar las autoridades para atender el consejo experto de “confinamiento “ o “distanciamiento” o cuando los intereses económicos creados hagan demandas a los gobiernos. Pero lo que el brote del COVID ha demostrado, una vez más, es que la asistencia de salud universal y sistemas de bienestar robustos no solo son ingredientes esenciales de la justicia social, sino también de las sociedades funcionales. Sin embargo, esto no ha impedido que circule la desinformación sobre el virus hacia grupos vulnerables y para defender ideas nacionalistas exclusivistas.

En tiempos de emergencia, necesitamos urgentemente forjar solidaridades globales y colaboración entre fuerzas progresistas a través de las fronteras y contra una derecha populista y autoritaria empeñada en usar la crisis para avanzar en su agenda regresiva. Internacional Progresista proporciona una plataforma para construir movimientos, crear políticas e intercambiar ideas sobre los muy necesarios cambios sociales. Por esta razón, el Movimiento de Izquierda Verde Islandés se suma a la iniciativa. Si alguna vez hubo un momento para actuar, para hacer historia, es ahora.

Foto: Kim Wendt, NordForsk

Available in
EnglishGermanPortuguese (Brazil)SpanishFrenchRussianTurkishItalian (Standard)Hindi
Translators
Maria Inés Cuervo and Guillermo Rodríguez García
Date
11.05.2020
Source
Original article
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