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El fin de la era del petróleo: Las Colonias de Carbono y un Nuevo Acuerdo Verde Global

Pensamos en consecuencias ecológicas como el aumento de los mares, tormentas más fuertes e inundaciones más veloces. Pero no es solo un precio ecológico el que se paga, también es un precio político. Para aquellxs que viven en colonias de explotación de recursos, las emisiones de carbono constituyen una garantía para su miseria, tanto atmosférica como administrativa.
Viernes 27 de septiembre de 2019. Dos cronologías se abrieron en paralelo en mi computadora.

A la izquierda: Egipto. El país estaba bloqueado mucho antes que el coronavirus lo hiciera algo común. 42 cierres de carreteras alrededor del centro de El Cairo, la policía antidisturbios estacionada en gran cantidad en todas las plazas principales del país. Desde mi ventana podía ver las calles vacías. El régimen estaba en alerta máxima después de una serie de protestas callejeras la semana anterior y salía con su máxima fuerza.

A la derecha: La huelga climática de Greta Thunberg. Enormes marchas de gente fluyendo libremente por los centros de las ciudades de Torino, Helsinki, Roma y más. La policía a la expectativa; las pancartas reclamando un futuro sostenible para el planeta.

Recordé que me había inscrito para recibir actualizaciones por correo electrónico sobre la huelga climática. Después que mi dirección se registró apareció una segunda página con una sola pregunta: ¿Quieres organizar una acción en tu lugar de trabajo o en tu comunidad?

Marqué No.

Se produjeron valientes intentos de marchas ese día en Egipto, no por el clima, sino contra el régimen. Fueron rápidamente reprimidas con gases lacrimógenos y armas de fuego.

Al atardecer, desplacé y desplacé hacia abajo con el ratón, pero no hubo ruptura en las líneas policiales. A la derecha de mi pantalla aparecieron una tras otra las marchas de la Huelga Climática: Budapest, Nápoles, Barcelona. Permanecí en línea durante horas y vi cómo amanecía en nuevas ciudades y nuevas marchas: Montreal, Vancouver, Santiago de Chile, Valparaíso.

Habría más de 4000 arrestos esa semana en Egipto. Continúan hasta el día de hoy, las acusaciones son siempre las mismas. El 28 de abril de 2020, Kholoud Amer, Jefe de Traducción de la Biblioteca de Alejandría, fue acusado de difundir noticias falsas y de pertenecer a una organización terrorista.

A través de la noche, desplazándome entre esas dos cronologías, un pensamiento se repetía: ¿cómo pueden estos dos acontecimientos existir en una aparente independencia total entre sí? Es imposible, por supuesto, para nosotrxs organizar un Huelga Climática en Egipto. Pero, ¿por qué no hubo ningún Egipto en la Huelga Climática?

Egipto, donde hay medio millón de refugiadxs y más de cien millones de personas, está en la primera línea del caos climático; las temperaturas están aumentando; las ciudades costeras desaparecerán; las cosechas están disminuyendo, las tierras de cultivo se están reduciendo y la sal infiltra el acuífero de agua dulce; lluvias más intensas y prolongadas paralizan constantemente las ciudades, mientras que las sequías durante el verano son más prolongadas; se habla constantemente de una guerra por el agua con Etiopía. Existen pocos lugares tan vulnerables a las desigualdades del calentamiento global como Egipto.

Si todxs estamos vinculadxs al mismo destino del planeta, ¿cuánto tiempo podemos seguir existiendo en estos mundos separados?

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Se sabe desde hace tiempo que aunque son los países industrializados quienes han gastado la mayor parte del presupuesto total de carbono de la Tierra, es el Sur Global el que pagará las consecuencias ecológicas más inmediatas.

Pensamos en esas consecuencias en términos del aumento de los mares, tormentas más fuertes e inundaciones más rápidas. Pero no sólo es un precio ecológico el que se paga, sino también un precio político. Para quienes viven en colonias de recursos, las emisiones de carbono constituyen una garantía tanto de miseria atmosférica como administrativa.

Egipto nos ofrece un ejemplo perfecto: una economía nacional nominalmente autodeterminada, pero que se encuentra en la encrucijada de una serie de competencias regionales. Tiene una combinación energética diversificada, con un aumento de la energía solar y eólica, grandes reservas de gas y energía hidroeléctrica y, en el sentido tradicional, se consideraría una nación poscolonial independiente.

Sin embargo, un examen cuidadoso de su situación dentro de la economía mundial de los hidrocarburos muestra un panorama más complicado. Veremos cómo Egipto está vinculado por múltiples intereses en lo que llamaré la Cadena del Carbono —la red mundial de energía industrial construida por y para el capitalismo industrial que se ha desarrollado en los últimos 250 años. Al igual que una cadena alimentaria, tiene depredadorxs en la cúspide (lxs ejecutivxs de las compañías petroleras, Vladimir Putin), carnívorxs de rango medio (gobernantes de los petroestados, empresarixs, banquerxs), un espectro de mamíferxs privilegiadxs, y luego todxs lxs demás.

En una región famosa por el conflicto y la competencia, un análisis de la Cadena del Carbono puede darnos nuevas ideas políticas. Dentro de las fronteras nacionales, puede darnos nuevas herramientas para la animación y la organización políticas. Dentro de los movimientos supranacionales, puede darnos pautas para nuevos modelos de coordinación. Puede, en resumen, ayudar a salvar el abismo entre nuestros mundos divergentes.

Usaré Egipto como ejemplo, pero el método puede aplicarse a cualquier lugar que utilice combustibles fósiles. Es decir, a todas partes.

LA CADENA DE CARBONO 1: ZOHR

Egipto ocupa tres posiciones distintas en la Cadena de Carbono. La primera, la menos sorprendente, es como colonia de recursos. El Mar Mediterráneo, los desiertos y el Valle del Nilo están divididos en un mosaico de cientos de concesiones pertenecientes a docenas de compañías de petróleo y gas extranjeras que buscan y extraen estos combustibles.

En 2015, el gigante italiano de la energía Eni, descubrió el mayor yacimiento de gas de todo el Mediterráneo denominado Zohr. Las concesiones de petróleo y gas egipcias establecen una división de 50/50 entre la compañía y la nación, y Egipto declaró que este descubrimiento proporcionaría las reservas de gas necesarias para tener independencia energética.

El primer gas fue entregado en diciembre de 2017, pero al año siguiente, el costo de la electricidad aumentó promedio en un 22,5 por ciento para lxs usuarixs domésticos.

Las ganancias de Zohr no llegan a la población sino que se utilizan para pagar la deuda externa. En abril de 2020, el 40 por ciento del presupuesto del estado se destinó al pago de intereses. Desde que el régimen de Sisi llegó al poder, la deuda externa se ha triplicado de $38.000 a $110.000 millones. Junto a una secuencia interminable de aviones de combate franceses, submarinos alemanes y helicópteros rusos comprados para obtener favores políticos, se utilizaron €8.000 millones en la construcción de centrales eléctricas para convertir el gas de Zohr en electricidad. Fue el mayor contrato en la historia de Siemens, respaldado por un consorcio de bancos alemanes a un tasa de interés no revelada.

La independencia energética, convertida en una servidumbre por deuda.

Para los hogares de ingresos más bajos, el precio del gas subió en un 51 por ciento. El régimen de Sisi, en paralelo con la ideología económica del Fondo Monetario Internacional, eliminó los subsidios al gas, al combustible y al agua mientras hacía flotar —y por lo tanto devaluaba— la moneda nacional en un 50 por ciento. Un shock económico del capitalismo de austeridad que, para poder ser impuesto a la población, necesitó un estado militar. Las deudas del régimen son asumidas por el pueblo —ahora y para siempre, ya que incluso la política futura está sujeta a deudas impagables.

Dentro de la Cadena de Carbono existe, por lo tanto, una clara pirámide integrada por: los ganadores generales Eni, Siemens, Alemania e Italia; lxs estafadorxs de nivel medio del régimen de Sisi; y lxs perdedorxs netxs de la población egipcia y la atmósfera terrestre. Es decir, todxs.

Cada día Zohr extrae el carbono equivalente a toda la producción diaria de Austria, consumiendo el presupuesto de carbono del planeta para que una pequeña dictadura pueda pagar las odiosas deudas contraídas con el fin de mantener los niveles de exportación industrial de armas y tecnologías de combustibles fósiles.

Cada día, el gas vendido del fondo de los mares de Egipto vuelve lentamente a nosotros como un mar de inundaciones. Nuevas proyecciones para el año 2050 indican que Alejandría estará completamente sumergida.

LA CADENA DE CARBONO 2: LEVIATÁN

El segundo yacimiento de gas más grande del Mediterráneo se llama Leviatán, y su ruta de producción es mucho más complicada.

Desde su materialización en la llanura costera de Palestina, Israel ha tenido un constante talón de Aquiles: la energía. La única franja de territorio entre Casablanca e Ispahán aparentemente sin reservas de combustibles fósiles, ha sido durante mucho tiempo dependiente de las importaciones de los aliados.

En 2008, uno de los principales acólitos de Mubarak, Hussein Salem, diseñó un acuerdo para construir un gasoducto desde Egipto hasta Israel. El público egipcio estaba furioso, pero sin poder para detenerlo. Mubarak no sólo vendía gas al enemigo de la nación, sino que lo hacía a un precio inferior al del mercado. En ese momento Turquía, Grecia e Italia pagaban entre $7 y $10 por millón de BTU, Israel —sin ninguna otra opción de importación de gasoductos— pagaba $4.

El gasoducto se convirtió en uno de los símbolos del cobarde régimen de Mubarak. Cuando se lo juzgó en 2011, el fiscal alegó que esta venta a corto plazo le costó al público $714 millones, aunque lxs especialistas en energía han dicho que la cifra podría llegar a los $11.000 millones.

Durante las jornadas de 2011-2013 el oleoducto fue volado doce veces. A la treceava vez, el gobierno dejó de repararlo.

Entonces se descubrió Leviatán en la costa de Haifa. Una serie de artículos de opinión mesiánicos declararon que Israel era verdaderamente el pueblo elegido por Dios.

Sin embargo, el problema era que para hacer financieramente viable la explotación del yacimiento, Israel tendría que exportar gas. El uso doméstico por sí solo no ofrecía una tasa de rendimiento suficientemente atractiva para lxs inversorxs, que desconfiaban del panorama rápidamente cambiante en un mundo en vías de descarbonización.

Durante años, Leviatán permaneció sin ser explotado. Israel carecía de la infraestructura para licuar y enviar el gas en camiones cisterna o para canalizarlo a otro país. Hasta que Jordania intervino con una orden de compra de $10.000 millones y se inició la construcción de un nuevo gasoducto. A continuación, Egipto presentó una propuesta de $15.000 millones para revertir el flujo a través del gasoducto de Mubarak hasta la terminal de exportación de gas en la costa norte, donde el gas de Leviatán se combinaría con el de Zohr y convertiría a Egipto en un centro de exportación de energía.

El acuerdo fue firmado en 2018 por una empresa llamada Dolphinus Holdings: una empresa fantasma controlada por los Servicios Generales de Inteligencia de Egipto, según reveló el periódico egipcio Mada Masr.

Desde Leviatán, tres regímenes vecinos se entrelazan ahora mediante una infraestructura física de gasoductos. Egipto, en este caso, ocupa una posición más elevada en la Cadena del Carbono, donde no es una colonia de recursos sino un facilitador colonial, lo que enriquece y afianza aún más el poder colonial en Palestina.

Leviatán, gracias a la cooperación y vinculación de los regímenes egipcio, jordano e israelí, arderá a partir de ahora; el mundo árabe seguirá fragmentado e incoherente a medida que Palestina se va reduciendo, las elites militares egipcias y jordanas se enriquecerán aún más, y el equivalente de todas las emisiones deCO2de Alemania en un año se utilizará a cuenta del presupuesto de carbono del planeta.

LA CADENA DE CARBONO 3: ARAMCO

No se puede reflexionar sobre la política petrolera sin referirse a Arabia Saudita, el petroestado colonial por excelencia. La vasta riqueza petrolera de Arabia Saudita ha sido durante mucho tiempo el sustento de una red regional de ideólogxs, predicadorxs y medios de comunicación, de yihadistas y guerrerxs sectarios y, más recientemente, de gobiernos delegados. Desvía parte de su flujo de riqueza hacia empresas de armamento estadounidenses y británicas, a cambio de protección regional y equipo complejo, con el que sigue siendo incapaz de derrotar en la guerra a sus vecinos asimétricamente sub equipados.

Desde el estallido de la Primavera Árabe, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han actuado cada vez más activamente en el apoyo de lxs reaccionarixs locales: ofreciendo refugio al tunecino Ben Ali, librando una desastrosa guerra aérea contra el Yemen, financiando el consejo militar de transición de Sudán, interviniendo torpemente en Libia y en Siria, manteniendo el estado policial de Bahrein, secuestrando al Primer Ministro del Líbano e intentando negociar el abandono definitivo de Palestina como parte del “acuerdo del siglo” de Trump.

En Egipto, el régimen de Sisi se ha mantenido a flote gracias a un flujo de préstamos, donaciones, inversiones, empresas conjuntas y compra de islas por un valor de por lo menos $78.000 millones, una asombrosa cantidad de dinero que ha desaparecido en el agujero negro del nepotismo egipcio. Hay razones ideológicas y logísticas: Arabia Saudita desprecia a la Hermandad Musulmana casi tanto como a Irán, y apoyó al golpe militar que los derrocó. Logísticamente, Egipto es un país crucial para el tránsito del petróleo saudí que cruza el Canal de Suez, y un oleoducto clave que conecta al mar Rojo con el Mediterráneo.

Egipto ocupa aquí la posición más baja en la Cadena de Carbono: estado vasallo, país de tránsito.

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Colonia de recursos, habilitador colonial, estado vasallo, país de tránsito. Egipto ocupa todos estos puntos dentro de la Cadena de Carbono: una red global compuesta por miles de puntos de contacto entre infraestructura, estados, corporaciones, geografía, historia que une al planeta entero en encrucijadas de poder y represión, y de vulnerabilidad y oportunidad.

La Cadena de Carbono lleva 250 años en marcha, partiendo en embarcaciones desde Southampton, Amberes, L'Orient y Kiel y desembarcando en Manila, Río de Janeiro, Nueva Orleans, Puerto Príncipe, Calcuta y Hong Kong: un implacable despliegue de barcos de esclavxs, rieles de hierro, carreteras asfaltadas, canales de navegación, cables de telégrafo, ondas de radio, oleoductos, estaciones satélite, contenedores y cables de fibra óptica que han unido al mundo de manera cada vez más estrecha tanto espacial como temporalmente, derrumbando diferencias entre continentes, creando una jerarquía global unificada de clase y casta.

Los ganadores a veces han librado guerras entre sí. Pero desde el colapso de la Unión Soviética, hemos estado observando el claro surgimiento de una clase supranacional unida, con un lenguaje compartido y una ideología uniforme de: Progreso, Seguridad y Estabilidad.

Progreso: eliminación de las condiciones regulatorias que buscan limitar el afán de lucro del capital internacional.

Seguridad: desarrollo e implementación de técnicas para el control de la población.

Estabilidad económica: mantenimiento de gobiernos nacionales que respalden las condiciones locales necesarias para que el capital internacional obtenga beneficios.

De Davos a Wall Street, a Sao Paulo y a Beijing, ha surgido un 1 por ciento global que ha acumulado un nivel de riqueza antes sólo alterable por una gran guerra.

Sin embargo, la perspectiva más aterradora para nuestro futuro no es la guerra, sino que será nuestra paz duradera. Las guerras de hoy son guerras de lxs ricxs contra lxs pobres, guerras de contrainsurgencia, guerras contra el terrorismo, las drogas, el crimen. Son guerras policiales. Las élites de todo el mundo se están atrincherando detrás de sistemas de seguridad uniformes: vigilancia masiva, aplicación militarizada de la ley, fronteras rígidas, mientras que el capital móvil se mantiene seguro y libre de impuestos en los bancos extraterritoriales. Cualquiera que sea la función de amortiguamiento que en el pasado desempeñó la clase media entre la élite y lxs trabajadorxs, está siendo sustituida por el aparato de seguridad en expansión de la élite.

En el caso de Egipto disfrutamos de la doble bendición de la colosal burocracia de un Estado socialista establecido para intervenir en casi todos los aspectos de la vida, que ahora opera sobre un dogma de rigurosa austeridad — una fusión entre Stalin y Reagan que limita las funciones del Estado a poco más que la protección violenta de la riqueza de recursos de sus cómplices, ya sean nacionales o extranjeros.

El estado egipcio se ha convertido en vanguardia de la fusión de la élite actual y dedica grandes energías para mantener a sus ciudadanxs atomizadxs e incapaces de organizarse: controla y fragmenta el espacio público mientras estrangula y silencia la vida política, desmembra la producción cultural independiente mientras "armoniza" los medios de comunicación, trabaja sin descanso en la creación de una esfera pública definida totalmente por la corrupción, garantizando oportunidades para la división y el conflicto en todas las actividades cotidianas.

Pero la Cadena de Carbono puede ofrecernos la oportunidad de ver más allá — de vera través — de la desagradable corporeidad de nuestros regímenes actuales.

Veamos de nuevo las tres posiciones de Egipto dentro de la Cadena de Carbono. En cada una de ellas, podemos ver oportunidades de acción y pensamiento políticos que no pueden ser detenidos por lxs agentes estatales represivxs o sus patrocinadores extractivxs.

LA CADENA DE CARBONO 1: SOLIDARIDAD INTER-NACIONAL

Zohr es propiedad de la empresa italiana Eni, con participación minoritaria de la empresa rusa Rosneft (30 por ciento) y la británica BP (10 por ciento). Actualmente, no hay manera que quienes nos encontramos físicamente en Egipto podamos impedir que Eni extraiga gas. Pero el carbono producido en Egipto se propaga en nuestros cielos compartidos.

En los países con infraestructuras democráticas, las corporaciones cómplices pueden ser objeto de acciones y demandas legales directas, se puede escudriñar a lxs patrocinadores de lxs funcionarixs electxs, se puede diseñar una legislación y luchar por ella, se puede impugnar las elecciones.

Hoy en día somos testigos de una ola internacional de demandas legales potencialmente importantes. Hay actualmente 15 casos importantes relacionados con la responsabilidad climática en los tribunales de los Estados Unidos: la ciudad de Baltimore está demandando por el costo de las protecciones contra las inundaciones, San Francisco por el precio de su dique y el estado de Rhode Island por la devaluación de la propiedad costera. El histórico caso Juliana contra los Estados Unidos — presentado por 21 jóvenes demandantes — que se acerca a su sexto año, es uno de las docenas de casos en todo el mundo en el que lxs niñxs están demandando por violaciones de sus derechos futuros.

Ya ha habido notables victorias, la más significativa de las cuales, Urgenda contra Holanda, ha ordenado al gobierno holandés reducir este año sus emisiones a un 25 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Urgenda sirve como precedente para unos 1442 casos presentados en todo el mundo que afirman, de diferentes maneras, que los gobiernos están violando los derechos humanos de sus ciudadanxs al no actuar para mantener un medio ambiente limpio y habitable.

Es muy posible que una empresa como Eni sea vulnerable en Italia, su jurisdicción nacional, en varios frentes: desde el simple derecho de lxs italianxs a un medio ambiente sano y al Mar Mediterráneo compartido, hasta denuncias por trabajar en contra de la política exterior de Italia (como se expone en el reciente Examen Periódico Universal), pasando por investigaciones sobre asuntos financieros y contables, o como cómplice o apoyo material a un régimen militar que lleva como insignia de honor sus abusos a los derechos humanos, y que ha asesinado al menos a un ciudadano italiano: Giulio Regeni.

Pero no es sólo Eni quien apoya al régimen de Sisi desde Roma. En las primeras líneas de la violencia de estado vemos un logo italiano en los faros de una furgoneta antidisturbios: Iveco. A la mañana siguiente, recogemos los cartuchos de bala y leemos la palabra Fiocchi. Cuando tapamos las cámaras de nuestras computadoras y dejamos nuestros teléfonos en el microondas es del Equipo de Hacking de Milán y de Area S.p.A. de quienes tratamos de escondernos.

El estado egipcio, con hardware italiano, mantiene un "ambiente de negocios estable". El capital italiano, huyendo de la regulación del norte, encuentra un refugio feliz en esta dictadura del sur, donde los sindicatos han sido vaciados desde hace mucho tiempo y las huelgas industriales pueden ser reprimidas con rompehuelgas de carácter militar. La crisis laboral de Italia (el 33 por ciento de lxs jóvenes actualmente desempleadxs) está íntimamente relacionada con la mano de obra barata de las autocracias extranjeras y la alta tasa de rendimiento que las élites combinadas disfrutan al mantener su capital supranacional.

Este escenario empresarial debe ser desestabilizado, tanto en el Norte como en el Sur.

El 27 de septiembre, mirando esas dos cronologías, vi marchas de Huelga Climática en Munich, Milán, París y Waterloo y Ontario. Esas cuatro ciudades albergan las sedes de las empresas que desarrollan y venden las seis piezas clave de tecnología que conocemos que conforman el "Control Electrónico" de la vigilancia digital del régimen egipcio: Gamma International y Trovicor de Munich, Hacking Team y Área SpA de Milán, Nexa de París y Sandvine de Waterloo.

Un mapa de las concesiones de petróleo y gas de Egipto de 2019 muestra el país dividido en 195 zonas geográficas diferentes para la exploración por parte de compañías energéticas estatales, locales e internacionales. Ese año, un total de 20 compañías internacionales de energía operaban en Egipto. Tienen sede en Londres (BP, Perenco, SDX, Pharos), Houston (Apache, Apex), París (Total, Perenco), Hamburgo (Dea), La Haya (Shell), Roma (Eni), Dublín (Petroceltic), Moscú (Lukoil), Kiev (Nafto Gas), Zagreb (Ina-Nafte), Santiago de Chile (Sipetrol) y Calgary (TransGlobe).

Hubo huelgas climáticas en cada una de esas ciudades.

El entorno empresarial debe ser desestabilizado. Las oportunidades para una nueva solidaridad internacional de fondo nos rodean.

LA CADENA DE CARBONO 2: LEVIATÁN Y LA SOLIDARIDAD SUPRANACIONAL

Estamos inmersos en las redes de comunicación del capitalismo. ¿Cómo podemos usarlas mejor para coordinar los esfuerzos entre espacios hoy en día divididos por fronteras rígidas y barreras económicas?

He denominado a los ejemplos anteriores como solidaridad inter-nacional — se producen entre personas que se encuentran dentro de sus respectivas naciones. También deberíamos considerar las oportunidades supra-nacionales que podemos detectar mediante los eslabones de las Cadenas de Carbono que nos rodean.

En el ámbito jurídico, Saúl Lliuya, un agricultor peruano, está demandando actualmente al mayor productor de electricidad de Alemania, RWE, en un tribunal alemán. Argumenta que RWE debe pagar el 0,47 por ciento de las defensas contra las inundaciones de su ciudad: se calcula que el 0,47 por ciento es la cuota anual de la empresa en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Aunque el caso fue inicialmente sobreseído, ahora está avanzando en el tribunal regional de apelaciones de Essen.

En Filipinas, la Comisión de Derechos Humanos del país ha sentado un precedente mundial con su investigación acerca de la forma en que las 50 "grandes compañías de carbono" que cotizan en bolsa han perjudicado los derechos humanos de lxs filipinxs. La Comisión señala que "intenta determinar la responsabilidad de las compañías que no están domiciliadas en Filipinas basándose en los efectos transfronterizos que tienen sus operaciones comerciales".

La Comisión Filipina de Derechos Humanos estima que Eni es responsable del 0,41 por ciento del total de las emisiones de CO2 desde 1751. ¿Cuál es el 0,41 por ciento del costo de las defensas costeras necesarias para proteger Alejandría? ¿Cuál es el 0,41 por ciento del costo de las tierras agrícolas que estamos perdiendo por una salinización que no puede ser contenida con un muro? ¿Cuál es el 0,41 por ciento del costo de la limpieza de la maravilla natural del arrecife de coral del Sinaí?

¿Qué nuevos casos se pueden construir en coordinación supra-nacional entre quienes se encuentran en las ciudades de la Huelga Climática y quienes están encerradxs en colonias de recursos?

El Movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones por los derechos de lxs palestinxs nos ofrece el mejor ejemplo para desarrollar. Un comité central palestino, el BNC, emite pautas y sugerencias sobre principios de acción y objetivos legítimos: compañías multinacionales cuyas obras de infraestructura infringen el derecho internacional, bancos con acciones en empresas de armamento, marcas comerciales que obtienen beneficios de instituciones estatales israelíes, eventos culturales que reciben financiación de los ministerios del gobierno israelí, etc. Este marco abierto, en el que se emiten pautas que permiten la participación de cualquier miembro del público, ha hecho posible que el movimiento BDS gane impulso año tras año durante quince años, generando una conciencia política y económica mundial sobre la elección del consumidor, permitiendo un fácil acceso al compromiso político para gente de todo el mundo, mientras logra importantes victorias económicas y culturales.

Este modelo debe ser desarrollado, y quizás un organismo como Internacional Progresista sea el marco adecuado para ello. Podría crear un comité supra-nacional para boicots de carbono con un cuerpo rotativo de miembros de los países del Sur Global que designe a compañías con sede en el Norte para ser añadidas a una lista negra. Cada año se podrían añadir veinte compañías a la lista, junto con pautas y directivas acerca de cómo se pueden orientar. Entre ellas se incluirían, por supuesto, las compañías de energía, pero también debería extenderse a las compañías que ocupan posiciones estratégicas más oscuras en la Cadena de Carbono.

Ese comité, si cuenta con los recursos necesarios, podría elaborar y publicar un portafolio informativo anual incluyendo el siguiente análisis de las 20 empresas:

  • Arquitectura legal: Como se señaló anteriormente en los casos de Eni y RWE, el comité podría investigar las posibilidades legales y jurisdiccionales, reunir a lxs demandantes con lxs abogadxs, ayudar a reunir las demandas colectivas; el comité proporcionaría un mecanismo técnico y logístico para la coordinación entre el Sur y el Norte, necesaria para entablar juicio en esos casos. De las 50 "Grandes Compañías de Carbono", sólo dos tienen su sede en un territorio jurisdiccional en el que, siendo realistas, no se les podría demandar: en Rusia, Lukoil y Yukos. El resto están en América del Norte, Europa, Australia, Japón y Sudáfrica.
  • Composición económica: El comité podría publicar estrategias de desinversión e información sobre lxs accionistas, fondos de inversión y de pensiones con participaciones. En 2020 ya se ha producido un marcado cambio en el lenguaje de los administradores de activos, especialmente de BlackRock, el más grande del mundo, que anunció que eliminaría las inversiones con un "alto riesgo de sustentabilidad", una idea dinámica que debe ser impulsada más allá de la simple venta de activos de carbón.
  • Presencia pública: Para lxs consumidorxs promedio es más sencillo boicotear ciertas empresas que otras. El comité debería publicar mapas de las cadenas de suministro, información sobre las filiales orientadas al consumidor y, en el caso de empresas de servicios públicos, alternativas renovables locales, herramientas para ayudar a la gente a interpretar el panorama económico que les rodea. Además de ejercer presión económica, la lista negra anual debería servir como fuente de presión cultural, desencadenando críticas en las redes sociales, escrutinio en los medios de comunicación y campañas de difusión entre lxs consumidorxs. Debería incluir sugerencias para acciones directas, mapeando las inversiones orientadas al público.

Dicho comité podría convertirse en un foro decisivo para la apertura de un nuevo capítulo en la coordinación supra-nacional, indispensable para enfrentar a la ganancia supra-nacional de la que disfrutan los principales grupos en la cima de la cadena de carbono y sus beneficiarixs de nivel medio. Podría ser también un ámbito útil para la coordinación Sur-Sur: en Egipto tenemos mucho que aprender, por ejemplo, de Nigeria y de las múltiples demandas presentadas contra las multinacionales, incluida Eni, en los últimos años.

Por último, podría hacer posible la coordinación necesaria para llevar a cabo campañas multianuales y multipaíses. Tomemos, por ejemplo, a Siemens. Como ya se ha mencionado, esta empresa obtuvo recientemente el mayor contrato en su historia para construir tres centrales de ciclo combinado en Egipto. Estos hechos, tomados por sí solos, no presentan un objetivo realista para una campaña de boicot. Pero hay que señalar que en 2019 Siemens retiró su oferta para construir una extensión del Tren Ligero de Jerusalén: un proyecto controvertido de infraestructura para consolidar aún más la colonización de Jerusalén por parte de Israel. La retirada de Siemens fue el resultado de varios años de campaña parte de activistas de BDS. Sin embargo, Siemens fue fundamental en la construcción de la infraestructura de hidrocarburos en Egipto, que ha permitido a Israel exportar el gas de Leviatán. Existía allí una oportunidad para un esfuerzo supra-nacional, no debemos desperdiciar las que se presenten en el futuro.

LA CADENA DE CARBONO 3: ARAMCO Y EL FIN DEL PETRÓLEO

El fin del capitalismo industrial colapsará el régimen saudí y hará que pierda su red regional de representantes reaccionarios sostenidos por sus petrodólares, ilimitados hasta ahora.

Saudi Aramco — la compañía más "valiosa" del mundo, el recurso principal del régimen saudí y la fuente de mayor contaminación de la historia — se ha puesto en venta. ¿Por qué? ¿Por qué vender la columna vertebral de su país a inversorxs guiados únicamente por la obtención de beneficios? Porque el tiempo se está acabando.

El precio de las energías renovables cae año tras año. Ahora estamos cerca de que sea más barato construir nuevas plantas eólicas y solares quemantenerlas plantas térmicas existentes. El 79 por ciento de los generadores de carbón europeos — reducidos por la competencia de energías renovables — ya están funcionando con pérdidas. Las energías renovables, incluso según las estimaciones conservadoras de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), igualarán la producción de carbón dentro de cinco años. Las emisiones de la India continuaron creciendo en un 2 por ciento el año pasado, pero fue el aumento más bajo en 20 años, ya que la energía eólica y solar se han incrementado. Cada mes se alcanza un nuevo récord de energía fotovoltaica de bajo costo. Un nuevo informe histórico (de nuevo, de la conservadora AIE), declaró que la energía eólica marina tiene la capacidad de satisfacer 11 veces la demanda de energía de todo el mundo.

Todo esto fueprevioa la fuerza mayor del coronavirus. La guerra de precios desencadenada por Mohammed Bin Salman en marzo, combinada con el colapso mundial de la demanda, provocó que los precios del petróleo cayeran brevemente en territorio negativo, a medida que los depósitos estadounidenses se llenaban; los océanos están actualmente salpicados de grandes transportadores de crudo que operan como depósitos flotantes de petróleo sin ningún lugar a donde ir; Warren Buffet se deshizo de todas sus acciones en las aerolíneas estadounidenses, argumentando que la industria probablemente nunca se recupere completamente; los trabajadores de las industrias pesadas han exigido que sus plantas sean reutilizadas para la producción de equipos médicos; lxs alcaldes de 40 grandes ciudades han publicado una declaración conjunta en la que comprometen sus planes de recuperación a una mayor igualdad y resiliencia climática, trabajando rápidamente para fomentar el uso de la bicicleta y aumentar el espacio público; un importante estudio sobre estrategias políticas en el que se encuestó a 200 banquerxs centrales y a ministrxs de finanzas de todo el mundo, reveló que existe consenso en que los esfuerzos de recuperación económica deben reducir las emisiones de carbono.

Existe la oportunidad de lograr que el 2019 sea el año en que el petróleo alcanzó su máximo nivel.

Por otra parte, tanto China como los Estados Unidos han suspendido las protecciones ambientales, resctaraon a lxs contaminadores y otorgaron exenciones fiscales a las compañías aéreas; las grandes empresas están preparadas para absorber a un sinnúmero de pequeños competidores; el petróleo barato fomentará el consumo, los problemas de salud impulsarán el uso de automóviles; las importaciones de carbón han aumentado en un 35 por ciento en China; algunos segmentos de la sociedad acogerán con entusiasmo una mayor vigilancia y controles fronterizos y, en todos los países, sin lugar a dudas, son lxs pobres lxs que más sufren.

El momento en el que estamos está marcado por peligro y posibilidad.

El fin de la era del petróleo alterará radicalmente el statu quo político en todo el mundo, en particular en el norte de África y Asia occidental, donde el control de los recursos de hidrocarburos es una característica definitoria del régimen militar argelino, de la fragmentación libia, de la hostilidad intra sudanesa, de la situación de guerra turca en el Mediterráneo, de la supresión territorial kurdistani, de la guerra fría saudi-iraní, de la política de Trump de "llevarse el petróleo" de Siria, del proto-imperialismo de los emiratí y qatarí, de la destrucción de Iraq y de las dictaduras azerí, kazaja, turcomana y uzbeka.

Hubo un impulso político y tecnológico en todo el mundo, acelerado ahora por el Covid-19. Al trabajar para poner fin a la Era del Petróleo, también estamos trabajando para poner fin a la política de gobierno de esta época.

La descarbonización y la descolonización no son proyectos políticos separados, son aceleradores mutuos.

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Tanto Bernie Sanders como Jeremy Corbyn incluyeron el Nuevo Acuerdo Verde en el centro de su plataforma electoral, y ambos fueron derrotados –en gran parte por maniobras internas de sus propios partidos. Hoy en día, desde la izquierda radical hasta el centro neoliberal ofrecen estímulos verdes y programas de recuperación verde. La idea de qué es "verde" es en sí misma discutible.

¿Sería verde subsidiar el despliegue de coches eléctricos para la propiedad individual? Técnicamente, sí: menos motores de combustión significa menos emisiones de carbono. Pero la batería de cada automóvil eléctrico requiere una cantidad significativa de cobalto, el 75 por ciento del cual se extrae en la República Democrática del Congo, en su mayoría en condiciones "artesanales" terribles. Las corporaciones que usan baterías en sus productos, como Apple y Tesla, han prometido a lo largo de los años "mejorar la visibilidad de la cadena de suministro" o eliminar el cobalto de sus baterías por completo, pero esto no ha sucedido.

El cobalto es un ejemplo entre muchos de las futuras complejidades de la descarbonización. En un estudio reciente de la Comisión Europea se llegó a la conclusión de que para que Europa se descarbonice plenamente en 2050, será necesario un aumento masivo de los actuales suministros mundiales de materias primas. A fin de construir la infraestructura eólica y solar necesaria para alimentar a la Unión Europea, se necesitará el 300 por ciento de todo el germanio que se produce actualmente en el mundo, 40 veces los suministros actuales de indio, galio, telurio, cadmio y selenio, y la producción mundial actual de cobre, vidrio, acero, hormigón, aluminio y plástico deberá aumentar 20 veces. Y eso es sólo para descarbonizar la UE.

Las avalanchas de recursos que impulsaron la colonización de las Américas y África no ha terminado. Los programas de Recuperación Verde del Norte podrían resultar muy perjudiciales para quienes viven en las colonias de recursos. Si estos programas no van acompañados de una política seria de descolonización, es fácil ver cómo lxs dictadores del Sur se instalarán de forma permanente siempre y cuando aseguren las líneas de suministro de minerales clave; cómo incluso los Estados semi-funcionales colapsarán en repúblicas de tántalo de canteras artesanales gobernadas por pequeñxs caudillxs militares; cómo, una vez que la UE haya alcanzado las emisiones netas cero, las antiguas naciones salvajes serán relanzadas como contaminadores primitivos, y las enormes deudas coloniales y de carbono que se les deben, sencillamente, quedarán en el olvido.

Franjas de África, Asia y América Latina serán sacrificadas para "salvar" al planeta. Es un futuro, en otras palabras, no muy diferente a nuestro presente.

Lo que nos trae de vuelta al presente y a la necesidad vital de un Nuevo Acuerdo Verde Global.

Es imposible predecir lo que nos depararán los próximos meses. Ya está en marcha una importante reorganización de nuestro mundo: ha comenzado una depresión sin precedentes, el petróleo está en crisis, a las naciones-estado resurgentes se les están otorgando poderes policiales extraordinarios, se están adoptando medidas de vigilancia sin precedentes y cada día se acerca más la posibilidad de un colapso en cadena de los sistemas financieros y políticos.

¿Quién sabe dónde estaremos dentro de un año?

La Ventana de Overton — el cambiante espectro de ideas consideradas políticamente aceptables — se ha abierto tan completamente en estas últimas semanas que prácticamente cualquier futuro parece posible. Quién se sorprendería si, dentro de tres años, nos encontramos viviendo en un sistema mundial de vigilancia biométrica constante, dirigido por la superpotencia china recientemente dominante, que reorganiza el mundo en una jerarquía de salud para garantizar que no se produzca ninguna interrupción futura del crecimiento del mercado.

Igualmente posible sería una reorganización social masiva en torno a la salud pública a medida que las poblaciones de todo el mundo — que hayan dejado atrás por un momento los ritmos supuestamente inalterables del capitalismo — salgan de sus encierros a un orden económico colapsado y exijan que éste se reconstruya sobre principios de sostenibilidad, transparencia y comunidad, con una primacía continua de la vida humana y ecológica sobre las demandas del mercado.

A través de los ciclos de crisis de la historia existen oportunidades en el momento de la reconstrucción.

Nos estamos acercando a uno ahora.

Una versión de este ensayo apareció originalmente en Mada Masr como Carbon Colonies & A Green New Deal en enero de 2020. Ha sido actualizado considerablemente para su publicación aquí.

Foto: Pikist

Available in
EnglishGermanSpanishFrenchPortuguese (Brazil)Portuguese (Portugal)
Author
Omar Robert Hamilton
Translators
Nora Bendersky and Maria Inés Cuervo
Date
24.06.2020
Source
Mada MasrOriginal article🔗
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