Nota del Editor: las semanas pasadas han visto la rápida y sangrienta escalada de un conflicto de largo tiempo en la región de Nagorno-Karabaj en el Cáucaso. A un lado, Armenia y la población de mayoría étnica armenia de la región; en el otro lado, están lxs gobernadorxs de jure de Azerbaiyán, respaldadxs por una Turquía expansionista. Este conflicto no está arraigado en un odio inmemorial entre armenixs y azerbaiyanxs. En cambio, es el producto de circunstancias históricas que rompieron comunidades indígenas con fronteras arbitrarias. Como en muchas guerras, es la clase trabajadora la que soporta los costes mortales de esta guerra, mientras que lxs fabricantes de armas consiguen beneficios y la clase dirigente apoya por medio de un ferviente nacionalismo. La siguiente declaración — una versión más extensa que fue inicialmente publicada por Sev Bibar, miembro de Armenia para La Agencia de la Internacional Progresista — muestra el punto de vista particular de lxs autorxs sobre el conflicto, sus orígenes y un camino para la paz y la justicia en la región.
El conflicto Արցախ / Qarabağ, una disputa sobre la región sin litoral conocida como "Nagorno-Karabaj" en el denominado "Cáucaso Sur", data desde los tiempos Soviéticos tempranos cuando la región, habitada por una mayoría de población indígena armenia, fue puesta bajo el control de la petrolera y rica República Socialista Soviética de Azerbaiyán. En 1988, después de décadas de enfrentar políticas colonizadoras opresivas de la RSS de Azerbaiyán,la población armenia de la región autónoma de Nagorno-Karabaj votó democráticamente a favor de separarse de Azerbaiyán y unirse a la Armenia soviética. Sin embargo, estos intentos de autodeterminación se encontraron con pogromos anti-Armenia en muchas ciudades azerbaiyanas. Las tensiones escalaron rápidamente a guerra de guerrillas entre ambos bandos, y en una guerra destructiva a escala completa en Արցախ / Qarabağ, que terminó en 1994 con una gran parte de la antigua Óblast Autónomo de Nagorno-Karabaj (NKAO por sus siglas en inglés) y 7 territorios adyacentes terminando bajo el control de las fuerzas armenias.
Desde el cese al fuego en 1994, la amenaza de guerra controló y privó la gente de Armenia, Արցախ / Qarabağ y Azerbaiyán de una decisión autónoma y descolonizadora en problemas sociales, políticos y económicos. Durante décadas, gobiernos corruptos y no elegidos saquearon, oprimieron y ejercieron violencia sobre la gente, previniendo cualquier oportunidad por progreso político en estos países.
Técnicas similares de explotación y opresión usadas por las clases dirigentes en Armenia, Azerbaiyán, Rusia y Turquía, las cuales se beneficiaron de la corrupción, autoritarismo, minería de metales pesados y petróleo, del comercio y venta de armas de destrucción masiva que dieron terreno a la glorificación de la guerra y un hetero-patriarcado, extrangularon cualquier posibilidad por una solidaridad a largo plazo más allá de las fronteras y entre localidades afectadas.
La minoría de élites políticas y las clases dirigentes de cada país también demostraron más solidaridad entre sí mismos que con la mayoría oprimida de la gente, silenciando las discrepancias al instigar a romper el cese al fuego en las fronteras cerradas. Lxs ricxs se rescataron a si mismxs del servicio militar obligatorio, mientras que lxs reclutas de los estratos más bajos de la sociedad fueron sujetos a la violencia, abusos, suicidios y asesinatos durante el servicio militar.
Cualquier posibilidad de resolución pacífica del conflicto fue enterrada en reuniones diplomáticas representativas y clasificadas y terminaron en el mantenimiento del estatus-quo preservado durante 30 años, fue beneficiando los poderes imperialistas comerciantes de armas y sus representantes en los países en conflicto.
La gente de Armenia, Արցախ / Qarabağ y Azerbaiyán se adaptaron a una retórica fascista y xenófoba entre sí mismxs. Tres generaciones crecieron reproduciendo la hostilidad étnica y religiosa, previamente más o menos apaciguada por la política de "hermandad nacional" en la era Soviética. El fascismo, racismo y xenofobia alcanzaron un nivel particularmente alto en Azerbaiyán, manifestándose en discurso oficial, como el que tuiteó el presidente Aliyev en 2015, diciendo que "Armenia no es siquiera una colonia, no es digna de ser un sirviente", y en la práctica estatal, con el ejemplo del oficial azerbaiyano del ejército que mató con un hacha al teniente armenio Gurgen Margaryan mientras dormía, en un seminario de entrenamiento patrocinado por la OTAN en Budapest, y luego siendo indultado, proclamado un héroe, promocionado y exaltado por el presidente Aliyev.
Mientras Azerbaiyán permanece como un estado dictatorial, la gente en Armenia hizo un intento por romper el círculo vicioso e iniciaron un movimiento de protesta en 2018, que resultó en una transferencia pacífica del poder de una oligarquía cleptocrática a un establecimiento neoliberal. El recién formado gobierno democrático hizo numerosos, pero insuficientes, llamados a restaurar los recursos públicos saqueados. Sin embargo, cualquier "revolución" burguesa y democrática que no rechace el sistema colonial, neoliberal y ecocida está condenada al fracaso, y los riesgos regresan tarde o temprano. No hay duda que los poderes autocráticos regionales buscarían ese regreso, si no era por medio de un golpe de estado, entonces quizás por medio de una guerra.
El 27 de septiembre de 2020, el régimen dictatorial de Azerbaiyán desató una guerra respaldada por Turquía contra Արցախ / Qarabağ con el objetivo político de "terminar la ocupación armenia" y restaurar su "integridad territorial". La pregunta de quién inició la agresión no es materia de comentarios o de opinión, como sugieren muchos puntos de vista centristas "imparciales". Es materia de registro. Encontrándose a sí mismo en un punto muerto político y económico, exacerbado por los precios bajos del petróleo desde marzo de este año, el régimen autocrático azerbaiyano del presidente Aliyev parece haber decidido, una vez más, jugar su última carta de la guerra y el nacionalismo, desviando la atención de la gente a Qarabağ.
No hay 'victoria' en la guerra de nacionalismos en competencia, excepto para aquellos que se beneficien de ello. La glorificación de la guerra tiene raíces profundas en el patriarcado, la perpetuación de la cual depende de la existencia misma de la guerra nacionalista y su hegemonía ideológica. Otra guerra significa otra ola de odio, cerrando las puertas a la reconciliación y la verdad, y atacando las voces marginadas que enfrentan la maquinaria de la expansión imperialista. Esta guerra, como ninguna otra, tiene también graves consecuencias medioambientales. Esta parte de la tierra, dañada y exhausta por la minería, está siendo destruida a diario.
Hoy, la única solidaridad legítima que se nos permite tener es la de morir juntxs u organizar la logística y apoyo para aquellxs que escapan de la zona de combate, la solidaridad genérica de cuidado, sanación y limpieza del desorden físico, psicológico y ecológico. Desde la juventud, nuestros cuerpos no nos pertenecen; son sirvientes del conflicto. Este ciclo tiene que terminar. Necesitamos un movimiento político antifascista y pro-pacífico.
De momento, hemos fallado en formar un movimiento como este por a) la crítica del nacionalismo, patriarcado, capitalismo y militarismo permanece en gran parte como un discurso marginado y suprimido, b) las posiciones anti guerra no son viables en las condiciones de agresión militar extranjera y discurso expansionista, c) los ya marginados discursos pro-pacíficos son dominados a menudo por enfoques liberales que equiparan y homogeneizan las dinámicas de poder, contextos y realidades, y d) las posturas anti-nacionalistas e internacionalistas en Armenia se identifican frecuentemente con la experiencia Soviética, la memoria colectiva que deja poco espacio para una política expansiva de izquierda a día de hoy. Para que esos espacios se abran en la región entera, debe coordinarse una lucha por la descolonización, precedida o no por una victoria democrática, con el poder de lxs trabajadorxs en Azerbaiyán, Turquía y Rusia.
Hacemos un llamado a Azerbaiyán a detener los ataques: este conflicto no puede tener una solución militar.
Hacemos un llamado para sustituir los marcos ideológicos de nación y territorio con los de personas y derechos. Los derechos de la gente, no los derechos del Estado. El conflicto no puede continuar siendo visto solo por el principio legalista de integridad territorial.
Hacemos un llamado por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Արցախ / Qarabağ. Las fronteras dibujadas a inicios del siglo XX nunca han reflejado los derechos de la mayoría de Արցախ / Qarabağ. Han creado condiciones para la guerra perpetua en la región, y el siguiente desplazamiento de las poblaciones.
Hacemos hincapié en la importancia del derecho de todxs lxs refugiadxs de ambos bandos a regresar a sus hogares y el derecho a la autodeterminación en condiciones de desmilitarización, desintoxicación del odio mutuo en las sociedades, garantías mutuas y sólidas de seguridad y restricción de los poderes fascistas e imperialistas que se entrometen en la región.
Hacemos un llamado a reemplazar las posturas expansionistas y maximalistas con unas post-nacionalistas.
Hacemos un llamado por el reconocimiento multilateral de y las reparaciones por genocidios pasados y masacres en nombre de prevenir otras masacres futuras, como el Genocidio Armenio, la masacre de Shushi, los pogromos de Sumgait, Kirovabad, Baku y la masacre de Khojaly.
Expresamos nuestra solidaridad con nuestrxs compañerxs en Azerbaiyán, Turquía y más allá, que levantaron sus voces contra esta guerra.
Hacemos un llamado por la paz y la desmilitarización. Por la abolición del complejo colonial de la industria militar y comercio de armas, apoyado por la industria de metales pesados y combustibles fósiles. Por un alto a la minería de metales pesados y quema de combustibles fósiles en todo el mundo.
Hacemos un llamado a la solidaridad y coexistencia pacífica a lo largo de las fronteras, identidades y clases oprimidas.
Hacemos un llamado por adoptar el respeto a la vida, tanto humana como no humana, como regla general y principio político.
Hacemos un llamado por una lucha internacionalista para suprimir el fascismo, los apetitos dictatoriales del sistema capitalista y sus agentes en nuestra región y todo el mundo. Denunciamos el autoritarismo nacional y su propaganda en todas sus formas.
Soñamos con una coexistencia post-nacionalista, pluralista y sostenible para la gente del Cáucaso, con una política ecológica y orientada a la vida, por medio de la creación de comunidades autónomas e internacionalistas con gobernación propia en la región.
Esta declaración fue escrita por algunxs integrantes del miembro de la IP "Left Resistance" ("Resistencia de la izquierda") entre otrxs.