Palestine

Dos meses

La guerra en Gaza ha expuesto los mecanismos del sistema mundial.
El Movimiento Juvenil Palestino reflexiona acerca de la guerra en Gaza y la obligación de continuar la lucha por la liberación palestina.
El Movimiento Juvenil Palestino reflexiona acerca de la guerra en Gaza y la obligación de continuar la lucha por la liberación palestina.

Si he de morir

tú debes vivir 

para contar mi historia 

para vender mis cosas

para comprar un trozo de tela 

y unas cuerdas,

(que sea blanca y con una larga cola) 

para que un niñx, en algún lugar de Gaza 

mientras mira al cielo a los ojos 

esperando a su padre que se fue en una llamarada

–y no se despidió de nadie 

ni siquiera a su carne 

ni siquiera a sí mismo–

vea la cometa, mi cometa que tú hiciste, volando en lo alto

y por un momento crea que un ángel está allí 

trayendo de vuelta amor

Si he de morir 

que traiga esperanza 

que sea un cuento.

—Dr. Refaat Alareer

En Gaza tenemos la evidencia del funcionamiento del sistema mundial. En Gaza, toda crueldad creada por el hombre tiene su campo de pruebas, el espíritu de la eliminación se materializa en los circuitos de los drones cuadricópteros y los lanzadores de proyectiles de fósforo, y las municiones guiadas por láser. Las arquitecturas de la muerte y el desmembramiento no perdonan nada ni a nadie en Gaza.

Nos despertamos ayer en la mañana, dos meses empapados de sangre en el sangriento calendario de operaciones, con la noticia de que la entidad sionista y los Estados Unidos habían acorralado a hombres palestinos en Beit Lahia, los habían despojado de sus ropas y los habían secuestrado. Se suman a lxs más de 8.700 presxs políticxs que nos han arrebatado, cada una de cuyas historias abarca un mundo, cada una de las cuales representa los términos de todo aquello por lo que vale la pena luchar. Nos despertamos con la noticia de miles de personas clamando cerca de un lugar de acaparamiento de alimentos de la UNRWA en Deir al-Balah; con la hambruna coordinada, producto de la ingeniería de la entidad sionista para asediar y atacar depósitos de alimentos y panaderías. Seguimos despertándonos con noticias: archivos palestinos, edificios de la administración pública, universidades enteras hechas escombros; despertamos a un mundo sin el mártir Dr. Refaat Alareer, cuyas palabras abren este ensayo. 

Las indignidades amenazan con abrumar. Pero para lxs solidarixs con el pueblo palestino, no hay tiempo para la desesperación. Le debemos a cada mártir la lucha, tenemos obligaciones, hemos asumido compromisos. Cuando todo parece diseñado para generar resignación, para producir aceptación, esos compromisos son vivificantes y pueden llevarnos hasta el final. Ese final puede ser abrupto, puede ser tranquilo o duro, pero el rechazo es un signo de nuestra vitalidad. Cuando nos acecha un nihilismo que no podemos rechazar por completo, debemos pedirle que sea fugaz, y dejar que el trabajo productivo nos encamine hacia algo diferente.

Como en todas las guerras, el frente interno también se convierte en un lugar de disputa. Los dos últimos meses han estado marcados por un intento intensificado de represión por parte de las fuerzas estatales occidentales y las formaciones sionistas, que va desde la desinformación descarada de los medios de comunicación hasta los violentos crímenes de odio contra árabes y musulmanes; desde el refuerzo de la vigilancia y el encarcelamiento hasta la duplicación de los envíos de armas a la entidad sionista. El feminismo imperial sacó a sus tácticas preferidas para colocar sus talones sobre los cuellos de lxs oprimidxs. Lxs charlatanes y racistas del Congreso se interrogaron unxs a otrxs sobre la seguridad de lxs judíxs en las mismas salas que autorizan la muerte masiva de palestinxs. Es un juego enfermizo para ellxs: hablar en nombre de un pozo sin fondo. Quieren hacerte creer que te equivocas al exigir que el sistema que extrae tu mano de obra, que segrega tus ciudades y encarcela a tus seres queridos deje de funcionar con normalidad, que deje de transferir sus excedentes a los monopolistas que coreografían los campos de exterminio de Gaza.

Muchxs lo han diagnosticado como una "psicosis" colectiva que ha cubierto Occidente. Pero es más apropiado describir lo que está ocurriendo como un apocalipsis para la mitología de los colonos, sus sistemas de consentimiento y producción de conocimiento ahora perforados por la piedra y el cohete. Es más apropiado describir lo que estamos viendo como fríamente calculado, la metabolización de la conmoción y la consternación —que el "problema" palestino se niega a ser contenido, que el espíritu liberador de nuestra resistencia es inquebrantable— en castigo y censura. En su musculatura está la organización estratégica de todos los sistemas burocráticos para quebrar las espaldas de quienes luchan. Por tanto, lo psicótico del revanchismo actual no es su núcleo psíquico de racismo y las ganancias, ni su aplicación por el poder estatal y paraestatal. En cambio, la psicosis es nuestra. Es una locura tener que presenciar un horror tras otro —mucho miedo, pérdida de contacto con amigxs y familiares, punzadas de dolor puntuadas por la rabia— y mantener la calma y el trabajo constante. Consideramos que todo esto es cierto y acogemos con satisfacción las tensiones, pues nuestros movimientos siempre han estado poblados por locxs y vivxs.

Es importante que tengamos una visión clara de lo que está ocurriendo en todos los lugares donde viven lxs palestinxs. Las condiciones impuestas a Gaza desafían cualquier descripción. Rafah sigue cerrada, al igual que el camino de vuelta a casa. Las cárceles están a reventar y nuestro pueblo se enfrenta a torturas indecibles. La resistencia palestina permanece; la ocupación sionista sigue siendo humillada en el campo de batalla. Una y otra vez, la resistencia ha cobrado un inmenso costo al ejército de ocupación que busca nuestra aniquilación. Y, por mucho que intenten doblegar la conciencia popular hasta la sumisión, Palestina se ha convertido en algo innegable. Esto no es sólo resultado de la fuerza moral, sino también, de la táctica.

Desde la última vez que hablamos, 500.000 personas marcharon en Washington. Allí, partes del movimiento palestino hicieron un llamado a lxs trabajadorxs organizadxs, al sector estudiantil, a lxs trabajadorxs de los medios de comunicación, a lxs trabajadorxs de la salud y a toda la sociedad civil para que participaran en diversas tácticas de interrupción y escalada hasta que se lograra el alto al fuego y se pusiera fin al asedio de Gaza. Lxs manifestantes han cerrado autopistas, estaciones de tren y puentes en los Estados Unidos; en Canadá, cientos de activistas indígenas y sindicalistas de base han cerrado fábricas de armas; algunos de los mayores sindicatos belgas e italianos se niegan a transportar armas; Sudáfrica, Bolivia, Chile y Colombia han retirado a sus embajadorxs o han cortado sus lazos diplomáticos, y miles de personas han protestado ante embajadas cómplices del genocidio. Hemos visto paros estudiantiles organizados, sentadas ante oficinas políticas y enfrentamientos directos con líderes y lideresas que apoyan la violencia genocida, que han intensificado las contradicciones políticas, así como consolidado las relaciones entre organizaciones y sectores. Los sindicatos han aprobado resoluciones de alto al fuego y han continuado la necesaria labor de desinversión y sanciones. Han surgido grupos comunitarios en todos los barrios de los Estados Unidos. Están animados por Palestina porque están animados por sus propias luchas: vivir una vida digna libre de interferencias de todo lo que hace la guerra a la dignidad humana. Un policía de Nueva York le dice a unx transeúnte que están agotadxs, que las protestas son interminables, que las ciudades pierden dinero intentando mantener el ritmo. Nosotrxs, en cambio, no nos cansamos. Hace más frío y seguimos marchando al aire libre; hace más frío en Gaza y siguen durmiendo al aire libre.

La historia es la unidad, igual que la historia "no basta". La historia es la voluntad de las masas populares ignoradas sin contemplaciones por la clase dominante. La historia es la del pueblo de Gaza formando una estrella del norte revolucionaria. Y, sin embargo, ésa no es la historia que leerás en los medios dominantes. Sostenemos que la total y completa negligencia periodística de la que estamos siendo testigos es escandalosa, incluso para los estándares de deshumanización y mentiras que han marcado históricamente la cobertura de Palestina. Lo que está claro es que las potencias imperiales occidentales quieren desesperadamente que creas que este castigo colectivo está justificado; quieren que odies lxs palestinxs, desde lxs luchadorxs hasta lxs bebés, para que des la espalda y te encojas de hombros. Creen que eres estúpidx y que eres desechable. Han decidido su política o su política les ha decidido a ellos, pero ahora la misión de lxs agentes del aparato y taquígrafxs es la justificación post-hoc y la autoconservación. El dinero sigue fluyendo, las bombas siguen lloviendo, y o te conviertes en su problema o vendrán a por ti por la mañana.

Seguimos sobrecogidxs por la valentía y la firmeza de nuestro pueblo en Gaza, en Yabalia y Jan Yunis y Shuja'iya. Las imágenes se amontonan sobre nosotrxs, amenazando con hacernos bajar la cabeza, pero, en lugar de ello, cargamos con ese peso. Si tratáramos el último aliento palestino igual que todos los anteriores, nos acobardaríamos ante la totalidad. Entenderíamos que una muerte es tanto un fracaso colectivo como una vida de asedio y desnutrición y sueños truncados. Veríamos en un martirio la misma promesa de seguir adelante que nos mueve al estudio cuidadoso y a la camaradería y la oración mientras estamos en esta tierra. Y, sobre todo, comprenderíamos quién está en contra de la vida misma, en contra de una vida palestina que amenaza con reorganizar el mundo y acabar con la cadena de robo y desposesión que ha marcado el largo siglo de los Estados Unidos. 

Este artículo apareció originalmente en New Inquiry.

Available in
EnglishSpanish
Author
Palestinian Youth Movement
Translator
Maria Inés Cuervo
Date
10.12.2023
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