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Congreso de los Pueblos: legislando desde los pueblos de Colombia

El Congreso de los Pueblos está construyendo un movimiento para reemplazar la economía política de la explotación con una ética de los bienes comunes.
Desde su concepción, el Congreso de los Pueblos ha argumentado que la dignidad emerge de la lucha democrática e internacionalista. La pandemia ha hecho que esta lucha sea más urgente que nunca.
Desde su concepción, el Congreso de los Pueblos ha argumentado que la dignidad emerge de la lucha democrática e internacionalista. La pandemia ha hecho que esta lucha sea más urgente que nunca.

Con alegría nos vamos sumando a los esfuerzos de los pueblos del mundo para seguir sembrando otro futuro, como uno más construyendo y fortaleciendo en nuestro rincón del mundo, las estructuras que esperamos serán las semillas de nuevos amaneceres.

Colombia está llena de procesos populares, con diferentes grados de autonomía territorial legal o de hecho, algo de historia nos permite entender que la colonización no fue un proceso contenido en el tiempo sino que sigue en curso. La disputa se sigue dando en los territorios. Poblar el territorio colombiano no se hizo en unos años pero a lo largo de los últimos 500 años. Ese proceso de colonización se fue dando por olas, hasta hace poco, cuando el movimiento se fue revirtiendo para llenar las mega-ciudades, buscando mejor vida o simplemente buscando escapar de la guerra. A lo largo de los siglos movimientos de "colonos" llegaban a "nuevos territorios", en algunos casos conviviendo armónicamente con los pueblos ancestrales indígenas o palenqueros, constituido a lo largo de largos siglos de población negra rebelde negándose a ser esclavizada.

La ausencia de Estado es el punto de inicio, donde en algunos territorios de Colombia la única presencia del estado que se haya conocido es la llegada de helicópteros y sus tropas militares. Es así como algunas comunidades se han organizado, siempre, resolviendo el tema, del acceso al agua, a la comida, teniendo sus estructuras propias de autogobierno, siendo autoridades tradicionales, asambleas, o otras formas de expresiones propias.

Es decir tenemos unas sociedades, unos pueblos, y luego tenemos la llegada de un Estado centralizado en La Capital Bogotá, cuya forma principal de relacionarse con el resto de lo que considera su territorio nacional es la guerra, es decir una guerra contra la autonomía de los pueblos.

De ahí mismo nacen la mayoría de las insurgencias armadas que ha conocido el país, de la falta de posibilidad para participar, ser escuchadxs y de la falta de posibilidad de existir. Por eso históricamente hay conflicto armado, porque estos pueblos se fueron armando, algunos solo para defenderse, algunos para la toma del poder, otros para construirlo, la oligarquía colombiana mantiene década tras década su único lenguaje, la guerra, sin temblarle la mano, para armar gente pobre para que haga la guerra al resto del pueblo. Esa situación que se mantiene no ha cambiado y es la que nos tiene con unos acuerdos de paz incumplidos, unas mesas de dialogo suspendidas en violación de cuanto tratado internacional se pueda, y que dejan los territorios y sus sueños de autonomía inmersos en un conflicto político, social y armado.

Este desarrollo histórico hace que sigan existiendo cantidad de procesos organizativos que recrean y resisten, en el 2008 tenemos un momento de inflexión, cuando en plena fase actual de la guerra, con un gobierno paramilitar al poder, los pueblos indígenas del Cauca, dicen ya basta, nos vamos de Minga, bajo la consigna preferimos morir de pie que arrodillados. Son todas estas comunidades organizadas, todas sus expresiones que se suman a esta caminata hacia Bogotá, y que dicen aquí estamos, es nuestro territorio y vamos a pelear por él.

De ese impulso, de la inspiradora determinación de comunidades organizadas ya históricamente o en proceso de organización, que saben la necesidad de articularse nacionalmente, es que nace el Congreso de los Pueblos en el 2010. El Congreso se ha reunido en tres ocasiones, con entre 15 y 20 mil personas delegadas en su mayoría de todos estos territorios, donde en una organización campesina, un gobierno tradicional Afro o indígena, o un movimiento regional organizado crean a diario lo que solemos llamar Poder Popular.

Sesiona masivamente el Congreso de los Pueblos porque ahí convergen pueblos originarios y afros, comunidades campesinas, organizaciones populares, de mujeres y sindicales, partidos y agrupaciones políticas, presxs políticxs, colectivos LGBTI, centros de investigación y promoción popular, y activistas, que proponen construir unos mandatos populares y se reclaman como Congreso soberano de este país.

El mandato no es una reivindicación, es una ley propia que nos damos, por eso cuando mandatamos por la soberanía alimentaria, tenemos el deber de cumplir con nuestra palabra, de organizarnos para transicionar a la agricultura orgánica donde la agroindustria arrasó, y de seguir preservando las semillas y los territorios libres de químico y de transgénico que hay; tenemos el deber de cumplir nuestra palabra, abrir tienda en las ciudades, organizar el transporte de alimentos, construir economía propia. En el camino eso implica reivindicar y enfrentarse al Estado, bloquear las carreteras como se ha hecho conjuntamente con otras expresiones sociales y políticas del país en 2013, 2014, 2016 y 2018, abrir mesas de negociación para darle espacio a las autoridades campesinas, indígenas y afros.

Construir poder popular, implica defender el territorio, defender ese espacio, estas estructuras sociales, esa defensa la asumen la guardias indígenas y cimarronas históricamente, y hoy conjuntamente con guardias campesinas y expresiones de guardias urbanas, como los son las denominadas primeras líneas, que se hicieron famosas en las últimas movilizaciones en toda América Latina. Estas guardias, van armadas de un simple bastón, el bastón de mando: el bastón representa la autoridad colectiva depositada en cada miembro de la comunidad, el que nos recuerda que debemos de cumplir con los mandatos que nos damos.

La legislación popular aplica en todos los campos, por eso tenemos una serie de mandatos:

  • TIERRA, TERRITORIO Y SOBERANÍA: para dar cuenta de la construcción territorial y regional que como comunidades realizamos a diario, en una apuesta de autonomía y autodeterminación.
  • ECONOMÍA PARA LA VIDA Y CONTRA LA LEGISLACIÓN DEL DESPOJO: para seguir enfrentando un modelo de producción en el cual el despojo y la desigualdad han sido la regla general.
  • CONSTRUYENDO PODER PARA EL BUEN VIVIR: la política y las dinámicas del poder entendidos como proceso y como medio para liberar las potencialidades de la vida social y natural que permita recuperar su integralidad y su armonía.
  • CULTURA, DIVERSIDAD Y ÉTICA DE LO COMÚN: dando cuenta de las múltiples maneras en las que construimos vida en común, pensándonos un país diverso.
  • VIDA, JUSTICIA Y CAMINOS PARA LA PAZ: es imposible construir un país para todxs sin hacer una apuesta por la paz y la justicia. La esencia del conflicto la constituye el desequilibrio social y natural que el modelo dominante ha producido, por tal razón, nuestro marco para pensar su superación no es coyuntural ni parcial, parte del carácter de la vida misma y la dimensión de sus relaciones.
  • VIOLACIÓN DE DERECHOS Y ACUERDOS INCUMPLIDOS: en todos estos siglos de camino, los acuerdos que hemos hecho con los gobiernos han sido traicionados, tergiversados, rotos e irrespetados; de la misma forma, nuestros derechos han sido sistemáticamente violados y desconocidos. Como un ejercicio de memoria que fortalezca y fundamente nuestra lucha, tenemos que dar cuenta de esta historia, de la manera como se han desconocido nuestros intereses.
  • INTEGRACIÓN DE LOS PUEBLOS Y GLOBALIZACIÓN DE LAS LUCHAS: Colombia no es nuestra frontera limitante. En América Latina y el mundo entero los pueblos vienen caminando otras visiones de mundo y de relacionamiento internacional posible que se corresponden con nuestras propias apuestas. Articularlas y proyectarlas en conjunto es nuestro reto.

Es así como ser congreso y mandatar popularmente implica pensar país desde las comunidades y crear poder popular.

Siempre ha sido claro en el andar del Congreso de los Pueblos que un país para la vida digna, solo es posible en el marco de la lucha internacionalista y del cambio a escala global. La pandemia, que devela con tanta crueldad el estado de nuestro mundo, sus múltiples crisis, hace más urgente que nunca la unidad de los procesos populares del mundo y la construcción de un bloque popular con la capacidad de levantarse, disputar, proponer y construir otro sistema político económico basado en una ética de lo común. Nuestras críticas no pueden limitarse al neoliberalismo y al desmantelamiento de los servicios públicos, si bien hay que luchar por la salud, la educación y el conjunto de los servicios públicos urge replantear el sistema económico y político, el capitalismo patriarcal en su conjunto. Si no vamos al fondo de nuestro análisis de la realidad podríamos creer que si el neoliberalismo desmanteló el Estado, es nuestro deber reforzarlo, pero el Estado no estará nunca al servicio de los pueblos. La presencia de los movimientos populares en las estructuras públicas, es esencial para la disputa del poder, pero el poder popular si bien un gobierno lo puede incentivar, lo crea el pueblo, y lo crea fuera del Estado. Los servicios públicos sin Estado existen en cada cooperativa, acueducto, centro de salud o colegio comunitario. Hace falta construir muchos más, pero también hace falta reconocer lo que ya hemos ido sembrando.

Hoy les hablamos de poder popular contando la historia del Congreso de los Pueblos, pero es una de las tantas historias de lucha popular de Colombia, tierra fértil donde están enraizados pueblos rebeldes.

Se las contamos con el ánimo de juntar fuerzas, conocernos y reconocernos como unx mismx en la construcción de un bloque popular que nos permita actuar de manera decisiva y cambiar el rumbo del mundo.

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Date
19.08.2020
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