Migration

La guerra de Europa contra lxs refugiadxs alimenta el ascenso de la extrema derecha

Los derechos internacionales garantizados a las personas refugiadas se están socavando a ambos lados del Atlántico
Los 27 países de la UE adoptan en silencio medidas aún más duras contra lxs refugiadxs —y para contenerlxs, se alían con dictadores. El continente más rico del mundo se está convirtiendo también en el más avaro —y con ello alimenta a la ultraderecha.

Este artículo fue   publicado originalmente en Truthout

La Unión Europea está librando una guerra contra las personas refugiadas.

El gobierno italiano de extrema derecha declaró recientemente el estado de emergencia, sellando herméticamente sus puertos. Mientras tanto, los demás estados miembros de la UE miran para otro lado.

En febrero, lxs líderes de los 27 países de la UE acordaron medidas más duras para hacer frente a la “inmigración ilegal”. Esto incluye, sobre todo, el reconocimiento mutuo de las decisiones de deportación y denegación de asilo y el refuerzo de la protección fronteriza con nuevas infraestructuras, más capacidad de vigilancia y mejor equipamiento para la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, Frontex.

Mientras tanto, los cadáveres de las personas que buscan ayuda llegan a las costas europeas. Desde 2014, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, más de 26.000 personas han muerto o desaparecido cruzando el Mediterráneo.

Sin duda, se trata de una subestimación significativa del número real de víctimas. El proyecto de investigación “Migrant Files” calcula que entre 2000 y 2014 murieron, sólo en el mar, hasta 80.000 personas que huían de sus países de origen; además, habría al menos el mismo número de víctimas que murieron de sed en los desiertos, de hambre o asesinadas. Y luego están lxs que sufrieron violencia o violaciones, entre ellos lxs niñxs.

La guerra de la UE contra las personas refugiadas no ha empezado hoy. Empezó, al menos, con las tragedias militares de los Balcanes en los años noventa. Por aquel entonces, mucha gente intentó huir a países de Europa Occidental.

En 1993, se desmanteló la ley de asilo alemana, incluida una enmienda a la Ley Fundamental, para “protegerse” de quienes huían de la antigua Yugoslavia. Hasta entonces, todx perseguidx políticx que llegaba a suelo alemán estaba protegidx. Tras el giro histórico, cualquiera que entrara en el país a través de un tercer país llamado seguro ya no podía invocar el derecho al asilo. Ahora, Alemania, a menudo llamada la “potencia” europea, tiene la ley de asilo más restrictiva de todos los Estados miembros de la UE.

Además, la UE, bajo la dirección de la cancillería alemana, creó el llamado Convenio de Dublín, que entró en vigor en 1997. Con este acuerdo se obligó a los países de las fronteras exteriores de la UE a acoger a las personas que llegaran a Europa en busca de asilo.

Este sistema mantiene a lxs migrantes más o menos alejados de los prósperos países del norte mientras se deteriora la situación de lxs refugiadxs en los países más pobres del sur. Las personas refugiadas se encuentran ahora atrapadas en los Estados fronterizos que les tratan mal o son empujadas de un lado a otro de los Estados miembros. El diseño del sistema de Dublín pretende claramente desmoralizar a las personas refugiadas y ahuyentarlas.

Al mismo tiempo, la UE hizo los llamados “acuerdos portero” con Turquía, Libia y otros países africanos. En el marco de estos acuerdos, la UE coopera con regímenes autocráticos para detener a lxs refugiadxs en sus países, empujarlxs de vuelta al mar, encarcelarlxs y deportarlxs de vuelta, mientras los regímenes reciben ayuda y dinero a cambio. De este modo, las vías de escape hacia el continente quedaron bloqueadas y criminalizadas por diversos muros reales y virtuales. Desde entonces, prácticamente no ha habido vías seguras y legales para que las personas migrantes entren en la UE.

Angela Merkel, entonces canciller alemana, resumió la estrategia de repulsión en un discurso ante la Fundación Bertelsmann en 2009, cuando señaló que el Gobierno alemán también participaba en la "lucha contra lxs refugiadxs", debería haber dicho: era Berlín la que  imponía el bloqueo en la UE según sus propios intereses.

Mientras Alemania se "beneficiaba" posteriormente del endurecimiento del procedimiento de Dublín (mediante una afluencia de refugiadxs cada vez menor y elevados pagos compensatorios, que se distribuyen a todos los Estados miembros en función de su número absoluto de refugiadxs con cargo a un fondo de la UE), el Gobierno alemán permanecía de brazos cruzados mientras se erosionaba cada vez más la protección de las personas refugiadas en los principales países receptores de la UE en las fronteras exteriores, como Grecia e Italia.

Con sus diversas medidas restrictivas, repelentes y de sellado, el continente más rico del mundo, con 500 millones de habitantes, ha logrado aislarse con relativo éxito de la mayoría de lxs que llegan del sur del Mediterráneo en busca de protección. En más de 30 años, la "Fortaleza Europa" solo ha tenido algunos periodos de crisis, como en 2015/2016.

Por aquel entonces, la situación de millones de sirixs, afganxs, iraquíes o yemeníes que huían de las guerras y la destrucción llegó a un punto extremo. Los campos de refugiadxs de la región estaban superpoblados y carecían de alimentos y medicinas debido a la infrafinanciación de los países donantes de ACNUR. Y los países vecinos como Líbano o Turquía ya no podían o no estaban preparados para hacer el trabajo pesado. Los que buscaban protección empezaron a dirigirse al norte.

Pero, ¿no debería aplicarse al menos el principio de responsabilidad causal? Las guerras de Estados Unidos y sus aliados europeos en Oriente Medio, la guerra de Siria y el apoyo a dictadores y regímenes autoritarios por parte de Occidente crearon las condiciones de las que huyen muchxs migrantes, como los envíos de armas de Estados Unidos o Alemania a la guerra liderada por Arabia Saudí en Yemen. Estas devastaciones produjeron crisis de refugiadxs tras crisis de refugiadxs, mientras los muros de Europa se hacían cada vez más altos.

También se construyeron muros reales, incluso antes de que Donald Trump se pusiera manos a la obra con su "gran y hermoso muro" por el que recibió la indignación de los liberales en Europa. En la frontera de Turquía con Siria e Irán se terminó de construir en el 2018 un muro de hormigón de cientos de kilómetros de largo y tres metros de alto, sobre el que se tendieron  alambres de espino. La UE ha equipado a la guardia fronteriza turca con tecnología de seguridad y vigilancia por valor de 80 millones de euros.

Las personas son maltratadas en la frontera, asesinadas y deportadas a zonas de guerra, haciendo caso omiso del derecho internacional de los refugiados.

El resultado: violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Hoy, la UE mantiene a las personas refugiadas en campos de concentración en Grecia, a pesar de las fuertes objeciones de las organizaciones de derechos humanos. Muchxs se ahogan en el Mediterráneo, ya que los barcos son empujados ilegalmente de vuelta al mar.

Más de 100 millones buscan protección

Todo esto podría mitigarse o acabarse. Expertxs y ONGs llevan décadas señalando las soluciones: transbordadores para lxs refugiadxs, cooperación y distribución regulada equitativamente según las capacidades entre los países, desmantelamiento de barreras, nada de tratos sucios con autócratas, internacionalización de la administración del asilo y de la atención a quienes buscan protección, armonización de las normas de atención a refugiadxs y de las solicitudes de asilo.

Sobre todo, hay que abordar las causas de la huida. Lxs gobernantes sólo hablan pero no actúan.

Pero, ¿qué ocurre con la invocación por parte de los medios de comunicación y lxs políticxs de una "carga máxima" que impide a los Estados hacer más? ¿No hay límites para la misericordia? La verdad es que sí: Podríamos hacer mucho más. Disponemos de enormes capacidades y recursos. Es una cuestión de voluntad política, como señalan acertadamente las organizaciones de refugiadxs.

Mientras que el número mundial de personas refugiadas se ha duplicado sólo en la última década, y ya se ha batido el triste récord de los 100 millones, hasta fines del 2021, durante el mismo período, los países de la UE han proporcionado protección a 3 millones de personas refugiadas.

Pero no olvidemos lo que Kenneth Roth, exdirector ejecutivo de Human Rights Watch, dijo en 2015 cuando la alarma recorrió Europa ante la llegada de un "tsunami" de refugiadxs desesperados. "Esta 'ola de gente' es más bien un goteo si se compara con la piscina que debe absorberla", dijo.

Roth tiene razón: La UE es una región extremadamente rica con 500 millones de habitantes que ha gastado literalmente billones en los últimos 15 años para salvar a bancos y empresas. Por ejemplo, tras la crisis financiera, la Comisión de la UE aprobó 1,564 billones de dólares en ayudas similares al capital más 3,924 billones como apoyo de liquidez al sector financiero entre 2008 y 2017.

Durante la crisis del Covid-19, la UE puso en marcha un programa de ayuda masiva por valor de 763.000 millones de dólares para revitalizar las economías de los Estados miembros y ayudar a las empresas afectadas por la pandemia de coronavirus a seguir siendo viables.

Y lxs que acuden a nosotrxs necesitan ayuda. Como ocurría en 2015/2016, la mayoría reciben hoy estatus de protección. La tasa de protección en Alemania es del 72 por ciento. En el caso de sirixs y afganxs llega al 100 por ciento. Por tanto, son auténticxs refugiadxs. Rechazarlxs es, en última instancia, una violación de un derecho humano elemental y legalmente garantizado en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados.

Noventa y siete millones de personas refugiadas y desplazadas internamente no están en la UE, sino en los llamados Estados de primera línea, la mayoría de los cuales son países en desarrollo que difícilmente pueden asumir los muchos millones que necesitan ayuda adicional debido a la pobreza rampante, los acuerdos comerciales y de deuda explotadores y muchos otros problemas.

Gracias a la "Fortaleza Europa" —y, por supuesto, también gracias a la "Fortaleza América"—, la mayoría de las personas refugiadas permanecen atrapadas en los llamados "experimentos infernales", como dijo una vez un documental de ARTE TV. Están hacinadas en sistemas de campamentos inhumanos que crecen en la arena y el barro del desierto como enormes guetos de tiendas de campaña.

La miseria y el apartheid de las personas refugiadas no carecen en absoluto de alternativa. Europa está demostrando una vez más, como hicimos con los refugiados de la RDA y de Europa del Este durante la era soviética, que podemos hacer otra cosa. Entre 1988 y 1992, más de 2,2 millones de ciudadanxs de los antiguos países de Europa del Este gobernados por el comunismo emigraron a la República Federal de Alemania en un plazo de cinco años. ¿Por qué se aceptó a estas personas? Porque eran políticamente útiles para el anticomunismo durante la Guerra Fría.

Desde la invasión rusa de Ucrania hace un año, unos 4 millones de ucranianxs han llegado a la UE y han sido bien recibidos. Polonia, históricamente contraria a los inmigrantes, aceptó a 1,4 millones de ellxs, mientras lxs polacxs apoyaban a lxs que huían con donaciones y ayuda.

Aunque el gobierno de Varsovia ha empezado a reducir la financiación destinada a lxs ucranianxs, una encuesta reciente muestra que el 78 por ciento de ellxs en Polonia tenían trabajo, porque el Estado y la sociedad polacos se aseguraron de que lxs refugiadxs ucranianxs pudieran encontrarlo. Mientras tanto, Alemania ha establecido un procedimiento de admisión no burocrático para lxs ucranianxs, suspendiendo las agotadoras solicitudes de asilo y, sobre todo, suspendiendo también el uso de alojamientos masivos degradantes.

Era lo que había que hacer. Pero es hipócrita y racista que el pánico a las personas refugiadas se avive ahora de repente —a menudo para obtener beneficios políticos— y se dirija específicamente contra africanxs, árabes y musulmanxs.

Sin duda, existen verdaderos retos. Hay que gestionar el alojamiento de las personas refugiadas y proporcionarles recursos. Pero los problemas de Europa son caseros y fabricados artificialmente. La razón es que los fondos para los municipios se han reducido y no hay nuevos fondos a la vista. Esto debe cambiar lo antes posible.

Instrumentalizar las capacidades intencionadamente reducidas de estos municipios para alimentar debates sobre la seguridad fronteriza, el endurecimiento de las barreras, un mayor sabotaje de la protección de las personas refugiadas (es decir, trasladar los procedimientos de asilo a la frontera exterior) y la limitación de las admisiones no sólo no resuelve ninguno de los problemas, sino que fomenta la xenofobia, el racismo y la hostilidad entre la población.

¿De verdad quieren lxs europexs volver a alimentar la retórica protofascista de "nosotrxs" contra "ellxs", como hicimos durante la última "crisis de lxs refugiadxs"? En aquel entonces, la retórica de las "avalanchas de gente", la superpoblación y los intrusxs criminales, a menudo utilizada tanto por liberales y socialdemócratas como por fuerzas de extrema derecha, llevó al partido neonazi Alternative für Deutschland (AfD) a todos los parlamentos estatales y al Bundestag en Alemania. En toda Europa, la derecha ha cobrado fuerza gracias a ello.

Si Europa es tan contraria a lxs refugiadxs, ¿por qué no ha abandonado la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados?

Realmente no hay razón para hablar de sobrecarga, aunque tras años de descenso de las admisiones de refugiadxs, las cifras vuelvan a subir. Este aumento tampoco es sorprendente, dadas las numerosas crisis mundiales y la pandemia de Covid-19.

Por ejemplo, el número de nuevxs solicitantes de asilo que llegaron a Alemania en 2022 fue de cerca de 193.000, todavía por debajo del límite de 200.000 exigido repetidamente por los partidos conservadores. Para 2023, sin embargo, se espera una cifra mucho mayor. Aun así, sigue siendo un goteo, dados los 100 millones de personas que buscan protección en todo el mundo.

En cambio, sólo Alemania ha acogido a más de un millón de ucranianxs que, como ya se ha dicho, no tienen que pasar por un proceso de asilo.

Aunque lxs solicitantes de asilo representan sólo una pequeña parte de lxs admitidxs, están en el centro del debate mediático, que vuelve a centrarse en el aumento de las barreras, las deportaciones y la repulsión, como ocurrió durante la última "crisis de lxs refugiadxs", que fue una crisis de cierre de facto a la que se respondió con medidas de no-entrada aún mayores.

El líder de los democristianos conservadores en Alemania, Friedrich Merz, vuelve a hablar de que la nación ha alcanzado la "carga máxima", como si se tratara de una cantidad fijada por las leyes de la naturaleza. Pide más protección del territorio de la UE y centros de asilo en las fronteras, una demanda reciclada de AfD. En realidad, el partido de extrema derecha, así como el nuevo representante especial del gobierno alemán para los acuerdos migratorios, Joachim Stamp (liberales), quieren establecer estos centros en países africanos.

Esta retórica es una cortina de humo populista sin fundamento, que arroja arena a los ojos de la gente sobre la realidad, incluido el derecho internacional. Los Estados africanos llevan tiempo desestimando  estas ideas por ser "neocoloniales".

El líder del Partido Popular Europeo (PPE) en el Parlamento Europeo, el político alemán Manfred Weber (del partido alemán Unión Social Cristiana, CSU), habla de que la UE "camina sonámbula hacia una nueva crisis migratoria", de cientos de miles de "inmigrantes ilegales", y subraya: "Los muros deben construirse como último recurso, pero si no hay otro modo de detener la inmigración ilegal, debemos estar preparados para construir vallas", como si el número relativamente pequeño de "inmigrantes ilegales" sin ningún derecho, condenadxs a vivir en la clandestinidad, fuera un problema para la UE. Mientras tanto, el colega de Weber, el ministro del Interior del estado alemán de Baviera, Joachim Herrmann, ha puesto en duda los beneficios sociales de los solicitantes de asilo.

Si la UE, lxs líderes políticxs y lxs periodistas de élite quieren posicionarse en contra del derecho de lxs refugiadxs no deseadxs a buscar protección —excluyendo así a lxs ucranianxs políticamente valiosxs— y utilizar esto para crear un sentimiento antimigrante y ganar puntos, ¿por qué la UE simplemente no se retira del todo de la convención sobre refugiadxs?

Varios Estados, como la India, no han firmado la Convención de Ginebra, como tampoco lo ha hecho Turquía en la práctica, ya que el país mantiene una limitación geográfica a su ramificación, lo que significa que sólo se puede conceder el estatuto de refugiadx a quienes huyen como consecuencia de "acontecimientos ocurridos en Europa". Entonces, ¿por qué la UE lleva décadas realizando todos estos esfuerzos para aislar al continente de los refugiadxs protegidxs por el derecho internacional —esfuerzos para los que, por cierto, se han despilfarrado insensatamente mucho dinero y recursos?

La sucia verdad que se esconde tras la autoimagen humanitaria y liberal de las élites europeas y alemanas, que llevan con orgullo a gala su compromiso con los derechos humanos y de lxs refugiadxs, es que piensan y actúan menos en consonancia con los intereses humanitarios que con los geoestratégicos y nacionalistas.

James C. Hathaway, uno de lxs principales expertxs en derechos de lxs refugiadxs y autor de la obra de referencia "The Rights of Refugees under International Law" (Los derechos de lxs refugiadxs según el Derecho Internacional), lo expresó una vez de esta manera:

Si el Norte global se retirara por completo del Derecho de las personas refugiadas, no habría ninguna base políticamente viable sobre la que insistir en que los países más pobres siguieran asumiendo sus obligaciones en materia de Derecho de las personas refugiadas en virtud del actual sistema de responsabilidad atomizada y caridad fluctuante del mundo más rico. Y si los Estados menos desarrollados siguieran su ejemplo y abandonaran el derecho de las personas refugiadas en un contexto de inestabilidad continuada en gran parte del Sur global —lo que produce flujos de refugiadxs a menudo masivos—, las ramificaciones negativas tanto para la seguridad global como para el bienestar económico podrían ser inmensas. De hecho, con menos opciones para encontrar protección cerca de casa, la lógica de las personas refugiadas de buscar protección más lejos seguramente aumentaría, un escenario que los países más ricos no desean ni contemplar.

Existen soluciones racionales y sostenibles, así como propuestas de reforma beneficiosas para todas las partes implicadas —especialmente para lxs refugiadxs y los Estados en primera línea, pero también para los países ricos industrializados y sus poblaciones— que van más allá de la gestión ad hoc de las crisis. Llevan décadas sobre la mesa, elaboradas por órganos consultivos parlamentarios, organizaciones de derechos humanos y el mundo académico. También cuentan con un amplio apoyo en Europa, si se aplican de forma justa.

Pero en el debate mediático, estas propuestas están prácticamente ausentes. Mientras así sea, la UE seguirá haciendo la guerra a los refugiados no deseados como hace Estados Unidos, con todas las nefastas consecuencias que ello conlleva.

Lamentablemente, no hay modelos a seguir. La administración Biden prometió desmantelar la dura agenda de inmigración de Trump. Pero en lugar de ello, sustituyó las restricciones del Título 42 por una política aún más dura. Ahora a las personas que huyen se les prohíbe básicamente el asilo, ya que tienen que concertar previamente una cita en un puerto de entrada a través de una aplicación móvil poco fiable o cumplir con una norma defectuosa de terceros países , acompañada de diversas formas de acoso en las fronteras. Los derechos internacionales garantizados de las personas refugiadas se están erosionando a ambos lados del Atlántico, en Estados Unidos y en Europa.

Las lágrimas de cocodrilo sobre refugiadxs torturadxs —en países con los que hemos hecho tratos  portero— y solicitantes de asilo ahogadxs o hambrientxs —a quienes devolvemos al mar o deportamos— no cambian esto.

David Goeßmann es periodista, autor y editor de la revista alemana de noticias Telepolis.

Foto: Mstyslav Chernov / Wikimedia Commons

Available in
EnglishPortuguese (Brazil)SpanishGermanFrench
Author
David Goeßmann
Translators
Lluís Pascual Masiá and Victoria Leighton Mendez
Date
04.10.2023
Source
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