Estimadas compañeras y compañeros,
Antes que nada, permítanme agradecer profundamente esta invitación a la Internacional Progresista y sobre todo a nuestros anfitriones, a todo el pueblo de Martí y de Fidel, que año tras año, a pesar de todas las agresiones a las que es sometido, sigue siendo un ejemplo de humanidad, con respuestas como esta V Conferencia por el Equilibrio del Mundo, ya que, ante la ceguera de la violencia y la agresión imperialista, Cuba responde con debate, con luz y, sobre todo, con solidaridad
Quisiera, además, extenderles el más caluroso saludo, a todos los presentes, en nombre del pueblo venezolano, de su Revolución Bolivariana y del gobierno del Presidente Nicolás Maduro quien, como discípulo del Comandante Hugo Chávez, conduce nuestra política exterior por el camino de la construcción de un mundo pluripolar y multicéntrico.
Tenemos el diagnóstico. Al sistema capitalista no le interesa garantizar los derechos y necesidades básicas para la población y ni siquiera la preservación de nuestro único planeta. Corresponde entonces a nosotros, plantear soluciones, pero sobre todo, escuchar a nuestros pueblos, para construir con ellos, con su participación y protagonismo, las alternativas necesarias.
Evidentemente, esta crisis sistémica surge a partir de grandes desequilibrios entre pobreza y riqueza, entre desarrollo y destrucción ambiental, entre la democratización del acceso a la información y los monopolios que imponen una sola narrativa. Es precisamente contra estos desequilibrios que nos alertaba el Libertador Simón Bolívar cuando señaló que: "Hay otro equilibrio, el que nos importa a nosotros, el equilibrio del universo. Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque en ella se cruzan intereses inmensos esparcidos en todo el mundo."
En esta porción del mundo, como la llamaría Bolívar, venimos confrontando desde hace 200 años con una visión neocolonialista expresada en la doctrina Monroe de 1823, la cual se fue revelando a lo largo de los siglos XIX y XX, cada vez más como un proyecto recolonización por parte de los Estados Unidos; una sociedad que, a la luz de un supuesto destino manifiesto, percibe que posee derechos extraterritoriales. Esa doctrina, que con corolarios acomodaticios aumentaba cada década su avance sobre nuestra región, hoy incluso aspira una jurisdicción global. Cuando las fuerzas militares de una alianza militar concebida formalmente para un radio de acción en el Atlántico Norte, como lo es la OTAN, declara que la región del Indopacífico forma parte de sus intereses estratégicos, solo podemos concluir que la doctrina Monroe asume hoy en día un carácter global.
Esa doctrina Monroe global, además, ahora maneja un conjunto de herramientas que antes que ha fortalecido su capacidad de incidencia y afectación sobre el resto del mundo: el control casi absoluto del sistema financiero, sus redes y sus métodos de transferencia; el control de la principal moneda de referencia a nivel mundial; el control casi exclusivo de los más grandes medios de comunicación social; la posibilidad de ejercer presión por la vía de bloqueos y medidas coercitivas unilaterales; entre otra cosas.
No conforme con la inmensa ventaja que le da a Estados Unidos tener la principal sede de las Naciones Unidas en Nueva York, cada vez se utilizan más estas herramientas para ampliar la capacidad de influencia. Así como la doctrina Monroe, fue cambiando las reglas del juego con cada corolario y pasó de ser una advertencia a los europeos de no intervenir en asuntos del continente americano, a ser una especie de legitimación de la constante intervención estadounidense en nuestra región; así mismo hoy se busca alterar las reglas del juego en el ámbito multilateral, echando a un lado el multilateralismo por un supuesto “orden internacional basado en reglas” donde las reglas se puede hacer al instante, a la medida y a la conveniencia de la superpotencia y sus satélites.
Cuando en 1974, todo un impulso desde el Sur Global avanzó hacia la materialización del Nuevo Orden Económico Internacional, lo hizo buscando amparo en el derecho internacional y en las estructuras multilaterales que lo definen y que fueron acordadas en la Carta de Naciones Unidas. Mantener la paz en el mundo, uno de los principales pilares de Naciones Unidas, pasa por combatir la inmensa desigualdad entre Norte y Sur. Sin embargo, hoy, a casi 50 años no sólo el orden económico internacional está en riesgo por esta inmensa crisis sistémica, por la aceleración vertiginosa de la crisis climática, por la por la posibilidad real de un conflicto bélico internacional de escala nuclear, está en riesgo todo el marco legal del derecho internacional.
Venezuela, Cuba y un total de 20 naciones, han decidido conformar un Grupo de Países Amigos de la Carta de las Naciones Unidas, donde podríamos apreciar ese mismo espíritu de 1974: un espíritu que busca el equilibrio, que busca que al respetar las única reglas del derecho internacional que todo el concierto de naciones ha aceptado, podamos garantizar la convivencia y que nuestra mirada conjunta se torne hacia esos desafíos comunes: garantizar la paz, derrotar la hambruna, estabilizar el mercado energético, salvar la existencia de nuestro planeta, acabar con políticas para el desarrollo, el desequilibrio que produce la pobreza.
Estimadas compañeras y compañeros,
Aplaudimos que sea aquí mismo desde la ciudad de La Habana, que representa tanto la lucha de la humanidad por el respeto al derecho internacional y de resistencia ante la arbitrariedad, que podamos estar llevando a cabo esta reunión. El mundo espera una respuesta de nosotros, de las fuerzas progresistas y de las fuerzas revolucionarias, de todas las fuerzas que colocan a la humanidad como el centro de su accionar.
Aplaudimos y estudiaremos las propuestas de este encuentro, al mismo tiempo que elevamos una a consideración. Un clamor, que no es solo venezolano, pero que en ocasiones ha surgido del debate en espacios multilaterales: la necesidad de construir una zona libre de medidas coercitivas unilaterales – las mal llamadas sanciones. Un nuevo orden económico internacional para nuestros tiempos pasa por no permitir la violencia con que las medidas coercitivas han impedido el desarrollo de nuestros pueblos. Un 30% de la población mundial está bajo las sanciones ilegales de los Estados Unidos. Venezuela en 2020, por causa de estas medidas unilaterales, fuera de todo marco legal internacional, perdió 99% de su ingreso en relación a 2014, sometiendo a nuestro país a enormes dificultades y daños incalculables al tratarse de vidas humanas.
Venezuela, en particular, ha enfrentado un terrorismo económico impuesto desde Washington a través de más de 900 medidas de carácter coercitivo, restrictivo y punitivo, en flagrante violación de toda norma del derecho internacional y de los postulados de la Carta fundacional de las Naciones Unidas. Medidas que también han permitido el saqueo de recursos soberanos, incluyendo nuestras reservas de oro en el Banco de Inglaterra, y en el pillaje de nuestros activos en el extranjero, incluyendo la empresa petrolera CITGO en los Estados Unidos. Las estimaciones más conservadoras hablan de una pérdida por más de 30.000 millones de dólares. Un ataque que además se enfocó en atacar las arcas del Estado para golpear la inversión pública que desde inicios de la Revolución Bolivariana permitió saldar una enorme deuda social en salud, educación y viviendo, por ejemplo.
Un nuevo orden económico internacional debe erradicar la práctica unilateral de imponer esas medidas criminales, o siendo más realistas, debe crear un espacio jurídico, político, en que éstas no tengan alcance, no tenga vigor. No es una construcción fácil, la amenaza del sobrecumplimiento está latente y la persecución a todos los niveles también, pero es sin duda un importante camino a seguir y que nosotros y nosotras, en un espacio de políticas progresistas, populares o revolucionarias que estamos construyendo, debemos hacer todo lo posible para garantizar.
Ojalá logremos aglutinar la voluntad política suficiente, la participación popular suficiente, para avanzar hacia una nueva Declaración, de acuerdo con las realidades de nuestro mundo hoy y que nos permita avanzar hacia un nuevo y equilibrado orden económico internacional. Confiamos en liderazgo de Cuba frente al G77 para dar pasos hacia adelanteen este desafío. Un orden que refleje un espacio libre de medidas coercitivas, un espacio que derrote el apartheid de vacunas frente a una pandemia, un espacio donde se concrete el alivio de la deuda que impide el desarrollo, un espacio con unas relaciones internacionales más democráticas y más apegadas el derecho internacional, unas instituciones comprometidas con los valores que defiendan la humanidad.
Estimadas compañeras y compañeros,
Desde Venezuela, concluimos con nuestro compromiso activo de seguir trabajando en el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional que se ajuste a la realidad de lo que estamos viviendo, a las exigencias de nuestro mundo y, sobre todo, a las aspiraciones de nuestros pueblos. Nuestro Libertador Simón Bolívar, quien con su verbo y con su ejemplo, encendió también el fuego sagrado de la libertad en José Martí, nos dijo: “Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los demás todos los días”. Hagamos pues, posible, esta tarea que tenemos al frente.
Muchas gracias.