El hogar

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¿Un laboratorio para el capital?

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En abril de 2020, a un mes del inicio de las medidas de restricción impuestas por la pandemia, escribimos que “deuda, vivienda y trabajo” eran las claves para una agenda feminista pos-pandemia. No imaginábamos la duración del covid, menos aún lo difícil que se haría hablar de un “pos”. Uno de los hilos de las conversaciones en el movimiento feminista, en medio de la preocupación por lo urgente, insistía: ¿dónde nos íbamos a cruzar si la calle era lo primero “suspendido”?. 

Otro manojo de preguntas aparecieron desde aquellos primeros meses de pandemia: ¿cómo pensar la espacialidad de los reclamos feministas cuando las “casas” son señalizadas como el lugar privilegiado para estar a salvo?, ¿cómo incide esta redefinición de lo doméstico durante la crisis sanitaria en la dinámica de nuestras reivindicaciones?, ¿qué trae de nuevo la idea de esencialidad en relación a esta mutación de los lugares de trabajo? Veníamos de un momento de efervescencia de las movilizaciones feministas. De ocupar la ciudad para desarmar su parcelamiento y sus circuitos cerrados. De repente, la calle pareció vaciarse.

Desde el movimiento feminista se lanzaron iniciativas -ensayos que desafiaron los primeros meses de encierro: se hicieron ruidazos, asambleas virtuales, ayudas de viandas, grafitis, campañas y redes de aborto, grupos de wasap para ayudas específicas, etc. “Nos sostienen las redes feministas” fue una contraseña que evidenció la capacidad de construir infraestructura en la emergencia, de reensamblar recursos, afectos y saberes, de insistir en acompañamientos en nuevas circunstancias, de crear alertas, de entrenar un sentido de la urgencia que no nos anulara.

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Judith Butler escribió que a veces la revolución sucede cuando nadie quiere volverse a su casa. Esa cuestión mutaba frente a nuestros ojos. ¿Qué pasa cuando debimos quedarnos puertas adentro frente a la alarma de los contagios? ¿A qué casas se vuelve? ¿Qué pasa cuando esa misma casa está asediada por deudas y violencia? ¿Y cuando la casa no está asegurada y la zozobra del desalojo acecha? ¿Cómo respondemos cuando los hogares devienen botines para el capital financiero y, a la vez, espacios de un continuum laboral sin pausa? De la huida y del desarme de lo doméstico como confinamiento pasamos a experimentar una domesticidad intensificada y en transformación, a tener que soportar la sobrecarga de tareas de higiene y cuidado, y algunas a convivir con agresores. Fue fundamental, creemos, usar las herramientas políticas de la calle para ponerla en debate. Algo así como ensayar desarmar la casa con las herramientas de la lucha. 

En nuestra investigación y militancia, detectamos cuatro dinámicas que se aterrizan y entrelazan en los hogares durante la pandemia:

  1. El aumento del endeudamiento doméstico para consumos básicos (alimentos y medicamentos), consecuencia de la restricción de ingresos 
  2. El aumento de deuda por alquileres (sea alquileres adeudados o sea tomar deuda para no deber el alquiler) y la mayor exposición a desalojos por acumulación de deudas. Esto se combina con la intensificación de la especulación inmobiliaria (tanto sobre el mercado formal e informal) a través del aumento (dolarización) de los alquileres y la restricción de oferta en reacción a la regulación de la nueva Ley 27.551.
  3. La reorganización e intensificación de las jornadas de trabajo reproductivo (especialmente no remunerado) y productivo en un mismo ámbito;
  4. Nuevos procesos de intrusión de tecnología financiera (FinTech) al interior de los hogares, a través de pagos móviles, billeteras electrónicas y bancos digitales.

  Esas cuatro dinámicas en conjunto ponen de relieve cómo la casa está siendo un terreno de batalla fundamental. Vamos a sostener que es un espacio que condensa el aterrizaje de formas financieras y de intensificación del trabajo. Se anudan allí, donde históricamente el capital quiso mostrar un espacio “no productivo”, formas decisivas de la valorización actual.

LA DEUDA EN EL CENTRO

En nuestro trabajo Una lectura feminista de la deuda. ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos! (2019) señalamos cómo el endeudamiento público en Argentina, acelerado exponencialmente con el mega préstamo con el FMI tomado por Mauricio Macri en 2018, se tradujo en políticas de ajuste que se derramaron en los hogares como deuda doméstica.

Esta realidad afectó en particular a las mujeres de los sectores populares. El empobrecimiento acelerado implicó un salto cualitativo y extensivo de la deuda ya existente en muchos hogares: el endeudamiento para garantizar lo necesario del día a día y pagar servicios -agua, gas y luz- devino un instrumento compulsivo. La deuda, como tecnología financiera, se capilariza como reparo frente a la precarización. La particularidad de este fenómeno es que el endeudamiento aparece no ya asociado al consumo puntual de un bien o servicio, sino que se transformó en una forma permanente y obligatoria de completar los ingresos en caída libre. Toda una nueva ecuación se produce entre ingresos y deuda cuando éstos (sean o no salariales) ya no logran garantizar la reproducción. Aquí entonces un hallazgo importante: hay un cambio cualitativo en lo que significa la deuda en las casas cuando se estructura como mandato cotidiano, bajo la fórmula de “endeudarse para vivir”. Afecta directamente la relación con el trabajo a futuro. De hecho, una dimensión clave en relación al estudio del endeudamiento doméstico es entender su relación con los trabajos no remunerados, mayoritariamente feminizados. Esta propuesta es una clave metodológica que agrega nuestra perspectiva feminista de la deuda y que resultó fundamental para comprender el impacto de la pandemia en la espacialidad doméstica. Contra la abstracción financiera que pretende ser un número matemático o un índice en los mercados, la deuda se aterriza en cuerpos y territorios concretos de los que extrae valor, a los cuales explota de modo diferencial.

LO DOMÉSTICO EN DISPUTA

En los últimos años, como efecto de las movilizaciones masivas del feminismo, la ocupación de las calles ha sido un aspecto fundamental para “desconfinarse” de los hogares, para criticar sus fronteras, para confrontar la invisibilización y privatización de las tareas que se hacen en su interior. El feminismo ha movido la lente de las espacialidades productivas y, como argumenta Silvia Federici, permite contabilizar la duración de la jornada laboral incluyendo las cocinas y los dormitorios. Agreguemos también los barrios y los espacios comunitarios. Es en esa trama de espacialidad laboriosa donde tiene lugar la tarea de reproducir la vida y donde se hacen los trabajos que mixturan lo autogestivo con los recursos escasos, desplegando tareas sociales que completan y/o reemplazan los servicios públicos deficientes o inexistentes, a la vez que sostienen una fuerza de trabajo disponible a niveles de cada vez mayor precariedad.

Así, hay casas que se convierten en guarderías ante la falta de vacantes en ciertos barrios, comedores que se prolongan también en las casas porque ya quedan chicos, ferias que sirven de resguardo para el consultorio médico, arreglo de calles y de espacios escolares a cargo de cuadrillas barriales, sobrecarga de las redes dedicadas a la violencia de género, sin contar la ayuda frente a desalojos.

Cuando hablamos de trabajo de reproducción nos referimos al trabajo que se realiza en los territorios domésticos que no sólo son los hogares, sino que han devenido espacios de reproducción colectiva, territorial, barrial frente a los despojos sistemáticos que privaron de formas de sustento básicas a esos lugares. 

LA CASA-FÁBRICA

 Entendemos que hoy el capital busca aprovechar esta crisis hiperexplotando el espacio doméstico. ¿Será que el imperativo del teletrabajo, de la escuela en casa, del home-office, está llevando al máximo la exigencia de productividad a esa casa-fábrica y que su temporalidad excederá a la pandemia?

Mientras, los delivery por plataformas aseguran logísticas precarias de reparto y abastecen algunos consumos de esos hogares hiper-productivos, ya casi sin tiempo de atender algunas necesidades básicas como cocinar. 

Los hogares mismos se han convertido en espacios de experimentación para nuevas dinámicas del capital. Allí parece anclarse una suerte de continuum de labores que, incluso, desafía la división entre público y privado que estructura el mercado laboral. De hecho, nuestra hipótesis es que estamos ante una reestructuración de las relaciones de clase que toma como escena principal el ámbito de la reproducción. Pasada la emergencia sanitaria en sus momentos más extremos, esos avances en la flexibilización laboral que atomizan a lxs trabajadorxs y que nos precarizan aún más no retroceden. 

Nuestra hipótesis busca analizar en qué sentido el lugar del confinamiento hogareño ha devenido espacio de valorización financiera y cómo esto se ha acelerado durante la pandemia. Invertimos así la lectura: de abajo hacia arriba. Los espacios cotidianos de los hogares se han convertido en “terminales” financieras (hacia donde se dirigen dispositivos financieros de deuda, de mediación de ingresos y de consumo, y de captura de renta) pero también son intensificados como lugares de producción de valor (trabajo reproductivo, teletrabajo y trabajo a domicilio en nuevas modalidades) que son explotados por distintos circuitos especulativos. En esa domesticidad, la deuda evidencia de modo paradojal la combinación entre posibilidad de resolución de la emergencia (tomar deuda para pagar el alquiler y evitar el desalojo, por ejemplo) y aumento de la extracción de valor (captura y comando del trabajo por venir), combinando de modo singular espacio doméstico y tecnología financiera.

Cuando decimos que la casa se ha transformado en un sitio predilecto para experimentaciones del capital no estamos afirmando que sea un proceso cerrado ni concluido. De allí la importancia de la dinámica feminista a la vez local y transnacional: vemos en ese espacio vital una disputa abierta y no unas modificaciones definitivas. 

¿Qué podemos pensar como agenda en medio de estas turbulencias que son también psíquicas, habitacionales, laborales y de los vínculos? Queremos contribuir a visibilizar la reproducción social en un sentido ampliado como esfera estratégica porque de allí también se desprende el afán programático de una pregunta: ¿qué significa reapropiarnos colectivamente de los medios de reproducción social? ¿Qué luchas se articulan? ¿Qué disputas sobre la riqueza social se evidencian?

Sobre la reproducción social recae el despojo neoliberal de servicios públicos que debe ser suplantado con más trabajo reproductivo (si no hay o escasean las guarderías, los servicios de salud y de provisión de agua, serán los esquemas y arreglos vecinales, comunitarios y las labores de las propias mujeres, lesbianas, travestis y trans las que lo reemplazarán). Sobre la reproducción social se enjambra el endeudamiento doméstico, poniendo soluciones monetarias rápidas al encarecimiento de la vida cotidiana y a las emergencias que dejan de ser excepcionales. 

Explicar y hacer pedagogía feminista de por qué hay una mutación de las relaciones de producción que tienen en el ámbito de la reproducción (violentamente agredido y vuelto “inseguro”) un lugar privilegiado se convierte en una tarea central para comprender las formas en que se hibridiza cuidado y teletrabajo.

Creemos que el sindicalismo feminista es un modo de organizar reivindicaciones tomando en serio la ampliación del concepto de trabajo y poniendo la lupa sobre la reproducción social, tal como ha sido impactada, agredida y explotada en pandemia.

Verónica Gago es docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de San Martín e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es autora de "La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular" y "La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo".

Luci Cavallero es feminista, licenciada en sociología e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Sus trabajos abordan el vínculo entre deuda, capital ilegal y violencias. Ha publicado "Una lectura feminista de la deuda" junto a Verónica Gago.

Este ensayo forma parte de la colección "Futuros de la Libertad" del pilar del Plan de la Internacional Progresista. Para saber más, escribe a [email protected]

Diseño: Gabriel Silveira

Available in
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Authors
Verónica Gago and Luci Cavallero
Published
17.06.2022
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