La deuda, y en particular la deuda soberana, es una preocupación cada vez mayor. Su tamaño aumenta constantemente y los pagos de intereses están agotando los fondos públicos tan necesarios en los países de bajos ingresos. A medida que los sistemas fiscales se vuelven más regresivos, la financiación de la deuda se convierte en una distribución ascendente de la riqueza de lxs ciudadanxs de bajos ingresos a una clase de inversorxs financierxs adineradxs. A medida que disminuye la rentabilidad en los sectores que crean empleo, la deuda como forma de inversión que extrae riqueza se produce a expensas de inversiones más igualitarias para la creación empleo y riqueza.
Algunos temas relacionados con la deuda se discuten mucho menos de lo que deberían, y la Internacional Progresista es la plataforma perfecta para fomentar el debate y coordinar movimientos progresistas hacia el cambio.
Globalmente, los siguientes puntos deben guiar los principios progresistas en materia de justicia de la deuda:
(1) La titularidad de la deuda pública —y los beneficios que de ella se derivan— deben democratizarse.
(2) Los impuestos deben ser progresivos y lxs ricxs no deben poder evadirlos. Por lo tanto, los gobiernos podrían asumir menos deuda.
(3) El poder adquisitivo de las personas de bajos ingresos no debe incrementarse mediante el endeudamiento, sino que deben recibir apoyo compartiendo la riqueza de la sociedad a través de incrementos reales en los ingresos. Hoy en día, vemos en muchos países del Sur Global el encarcelamiento masivo de mujeres pobres por su incapacidad de pagar deudas tan pequeñas como de $100.
Un tema específico que requiere atención —y que la Internacional Progresista está bien posicionada para abordar— es cómo medimos la deuda pública en primer lugar. Se ha convertido en algo convencional medirla como un porcentaje del producto interno bruto (PIB), y en esta medida se basan importantes decisiones políticas y financieras, incluida la calificación crediticia de los países, los tipos de interés y las decisiones sobre la sostenibilidad de la deuda. Sin embargo, el PIB, que mide la producción actual de un país en función de los precios de mercado actuales, no es la reserva de recursos a la que el gobierno puede recurrir para pagar sus deudas. Los ingresos fiscales lo son.
El método tradicional del PIB subestima las consecuencias de la deuda en los países de bajos ingresos porque casi siempre recaudan menos impuestos como porcentaje del PIB en comparación con sus contrapartes de altos ingresos. El uso del PIB como medida también crea disparidades entre los países: un país cuyos ingresos fiscales son la mitad que los de otro país soportará el doble de la carga del servicio de la deuda, incluso si este país tiene los mismos niveles de deuda en relación con el PIB.
Deberíamos alejarnos de la medida del PIB y, en su lugar, tomar decisiones políticas importantes basadas en indicadores que consideren la base impositiva o los ingresos de un país.
Sin embargo, tal cambio —y otros necesarios para realizar los tres principios mencionados— ha sido difícil de lograr porque los regímenes actuales favorecen a lxs acreedorxs y a lxs ricxs. Se necesitarán nuevas ideas políticas y una coordinación progresista global para cambiar el status quo.