Esta no fue ni la primera ni la última excolonia francesa que experimentó un golpe así en los últimos años, lo que atrae renovada atención a cuestiones de larga tradición, como el neocolonialismo, la dependencia y la lucha por la soberanía en el África francófona.
Para discutir estos temas, Michael Galant, de la Internacional Progresista, entrevistó al Dr. Ndongo Samba Sylla, una incipiente estrella en el campo de la economía política africana y un destacado crítico del “imperialismo monetario” en África Occidental y Central.
Esta entrevista apareció por primera vez en la edición #60 de The Internationalist.
MG: Ndongo, gracias por acompañarnos.
NSS: Gracias por invitarme.
MG: Después de décadas de brutal colonización y de igual cantidad de años de dura resistencia, las décadas de 1950 y 1960 vieron una ola de victorias en la lucha por la liberación del África colonizada por los franceses.
Pero, como en gran parte del mundo, la independencia nominal no se tradujo necesariamente en independencia real. ¿Puede contarnos un poco sobre “Françafrique”, cómo Francia mantuvo su influencia en la región después de la independencia, y qué ha significado para la gente que allí vive?
NSS: A excepción de la Guinea de Sékou Touré, los territorios antes colonizados por Francia al sur del Sahara nunca han logrado una independencia real. Francia les ofreció el siguiente acuerdo: "Otorgaremos la independencia a su territorio con la condición de que renuncien a la soberanía en áreas como asuntos exteriores, comercio exterior, materias primas estratégicas, educación, defensa, gestión monetaria y financiera, etc.” Los líderes africanos que aceptaron firmar el "acuerdo de cooperación" en todas estas áreas fueron políticos formados generalmente en Francia durante el período colonial. Algunos de ellos fueron miembros ya sea del gobierno francés o del parlamento.. Muchos de ellos ni siquiera querían que sus países se independizaran. El general de Gaulle recurrió a este esquema neocolonial porque, para él, la dominación de África y el control sobre sus recursos era una condición fundamental para la autonomía estratégica de Francia en el contexto de la Guerra Fría.
Dada esta opción, Francia nunca permitió que los pueblos de sus excolonias eligiesen libremente a sus propios líderes. Es esta África francófona la que, a pesar de su independencia nominal, permanece de muchas maneras bajo el control neocolonial francés, lo que a menudo se refiere como “Françafrique”.
A largo plazo, las consecuencias del imperialismo francés han sido el subdesarrollo crónico de sus excolonias al sur del Sahara y el arraigo de sistemas políticos reaccionarios que no prestan la mínima atención a lo que el pueblo piensa o quiere, incluso a pesar de ser formalmente “democráticos”. Como resultado, algunos de los líderes más ricos del mundo (a menudo respaldados por Francia y Occidente) gobiernan algunas de las naciones más empobrecidas del mundo.
MG: Su trabajo se centra particularmente en el papel que cumplen los francos CFA (dos monedas utilizadas en África Occidental y Central) para perpetuar el “imperialismo monetario”. ¿Qué es el imperialismo monetario y cuál es su alternativa, la soberanía monetaria?
NSS: Durante los últimos dos siglos, los países con ambiciones imperialistas a menudo han forzado acuerdos monetarios y financieros restrictivos y perjudiciales sobre los territorios dominados. De esta manera, han impuesto duros sistemas de tipos de cambio fijos y han ejercido control sobre sus reservas de divisas, sus sistemas financieros, y su distribución de créditos y excedente económico. Más allá de su función disciplinaria (la posibilidad de imponer sanciones), el imperialismo monetario busca reforzar el poder económico y financiero de los países dominantes, que gozan prácticamente de libre acceso a los recursos humanos y materiales de los países dominados.
Este imperialismo monetario se ha manifestado de diversas maneras en todo el mundo, desde África hasta Asia, América Latina y el Caribe.[1] El franco CFA, originalmente el franco de las colonias francesas en África [Franc of the French colonies in Africa], nació en 1945 y circuló por la parte subsahariana del imperio francés. Sumidos en un nuevo orden económico y financiero global dominado por los Estados Unidos y el dólar estadounidense, este sistema monetario colonial permitió a Francia salvaguardar sus escasas reservas de dólares al poder comprar todas sus importaciones en la zona CFA con su propia moneda. También permitió a Francia apropiarse de las reservas de dólares de sus colonias para sus propias importaciones y para contribuir a la estabilización de su propio tipo de cambio. Como el comercio entre Francia y sus colonias africanas se vio interrumpido durante la Segunda Guerra Mundial, este sistema monetario colonial cumplió un rol fundamental al ayudar a Francia a retomar la participación comercial que había perdido en ese período. Después de la independencia, siguen intactos los principios de funcionamiento de este sistema de imperialismo monetario “gracias” a los acuerdos de cooperación a los que me referí antes. Hoy en día, las dos monedas (el CFA de África Occidental y el CFA de África Central, utilizado por ocho y seis países, respectivamente) están directamente vinculadas al euro (lo que antes fue el franco francés), y deja a los gobiernos independientes sin la herramienta esencial que significa una política monetaria, la cual queda bajo el control de la Tesorería francesa y de las autoridades políticas y monetarias de la eurozona.
El imperialismo monetario, entonces, es un impedimento para el desarrollo económico y monetario en la medida en que niega a las naciones el derecho a utilizar su propia moneda y sus propias finanzas para desarrollarse de forma independiente.
La soberanía monetaria no debe entenderse solo como el derecho del gobierno a emitir su propia moneda. En mi opinión, debe definirse en primera instancia según la Teoría Monetaria Moderna (Modern Monetary Theory,MMT o TMM) y la capacidad de un gobierno para gastar sin restricciones financieras intrínsecas, teniendo en cuenta los límites de disponibilidad de recursos reales. En el caso de los países del Sur, su menor grado de soberanía monetaria refleja la falta de control sobre sus recursos reales (a menudo robados por corporaciones transnacionales y que, en ocasiones, conduce a la necesidad de emitir deuda en moneda extranjeracon altas tasas de interés). A su vez, se refuerza un modelo económico (de naturaleza extractiva) que agrava la necesidad de dólares estadounidenses en el contexto de un sistema de pagos internacional que todavía gira en torno a esta moneda.
MG: Mali, Burkina Faso, Níger, Gabón. En los últimos tres años, una ola de golpes militares arrasó en África francófona. Si bien cada caso es único, la mayoría parece tener en común un cierto grado de intención declarada en contra de la influencia francesa. ¿Cómo podemos entender la fuerza que está tomando esta tendencia?
NSS: Más allá de la opinión que uno pueda tener sobre los golpes de Estado, es importante estudiarlos de manera científica. La literatura sobre golpes de Estado en África es ahistórica, además de estar sesgada por un centrismo occidental. África es un continente colosal con 55 países. Nuestras fronteras actuales se trazaron en Berlín en 1885 por una división colonial, desligada de cualquier lógica de pertenencia o identidad cultural.
El colonialismo fue desde el comienzo un negocio extractivo y no permitió ningún desarrollo institucional independiente, en un sentido democrático. Peor aún, manipuló y se aprovechó de las identidades étnicas y comunitarias. Así era la situación en el momento de la independencia. A esto se le suma el contexto de la Guerra Fría, cuando las potencias, tanto de Oriente como de Occidente, se adjudicaron el derecho a intervenir para apoyar a sus aliados o derrocar a sus detractores. Dado este intenso legado histórico, habría que ser muy parcial para pensar que cada país africano podría haberse convertido en un modelo de "democracia liberal" de la noche a la mañana. En retrospectiva, tiene sentido —estadísticamente hablando— la cantidad de golpes militares que tuvieron lugar en África entre 1960 y 1990 (hacia el fin de la Guerra Fría). Que esta transición haya ocurrido en tan solo cuatro décadas fue una “hazaña” histórica para el continente (basta comparar la experiencia de los países latinoamericanos desde su independencia en el siglo XIX hasta 1990).
Desde 2020, los nueve golpes de Estado que han tenido lugar en África difieren en sus causas y motivaciones, pero se basan en dos determinantes estructurales complejos. El primer determinante es ser una zona militarizada por Occidente, que sucede en países como los de la banda saheliana (Mali, Burkina Faso, Níger, Chad y Sudán). El segundo, es la condición de excolonias francesas, donde se llevaron a cabo tal número de golpes de estado que llegaron a ser campeones mundiales desde 1960 hasta la actualidad. Desde 2020, ocho de los nueve golpes militares registrados en África ocurrieron en países francófonos.
MG: Estos golpes parecen haber inspirado la gran esperanza de quizás poder revocar el estatus quo neocolonial. Al mismo tiempo, algunos dudan que el camino hacia el socialismo o el poder democrático en manos de los trabajadores se logre con golpes de Estado y gobiernos de agendas mal definidas. ¿Cuáles son los límites o las contradicciones de la liberación que ofrece potencialmente esta ola golpista? ¿Se podrán trascender estos límites?
NSS: En un libro aún por publicar, estudié con mi coautora, la periodista francesa Fanny Pigeaud, la historia de la democracia y las elecciones en las excolonias africanas de Francia durante el período comprendido entre 1789 y 2023. También detallamos las razones por las que son las campeonas en golpes militares. En resumen, ha sido más fácil organizar golpes de Estado en estos países por la fragilidad del Estado. Si sumamos el envejecimiento de los líderes en el poder y la creciente exclusión de jóvenes civiles como candidatos debido al fraude constitucional hecho a menudo con la ayuda de expertos franceses, el hecho es que solo son los jóvenes uniformados quienes pueden lograr un "cambio generacional". En los países del Sahel, los golpistas son jóvenes que derrocaron a líderes relativamente viejos. Por último, debido al largo dominio de Francia sobre la selección de líderes en países africanos francófonos al sur del Sahara, solo los líderes militares han podido, en alguna ocasión, ser capaces de proponer un proyecto político que rompiese con el neocolonialismo francés. El caso más famoso es el de Thomas Sankara, que llegó al poder a los 33 años y fue asesinado cuatro años más tarde.
Esto no quiere decir que el ejército sea inherentemente progresista. No lo es. Pero dondequiera que el imperialismo haya aplastado de manera estructural a intelectuales, líderes y movimientos de izquierda y, junto a sus aliados locales, haya seguido causando estragos sobre las demandas populares, fue el ejército la única fuerza organizada capaz de ofrecer una opción fuera del status quo. Y, en el contexto de subdesarrollo crónico, la probabilidad de tal ruptura a menudo llama enormemente la atención. De todos modos, mientras algunos golpes de Estado como los de Mali, Burkina Faso y Níger están abiertamente en contra del neocolonialismo francés (y ambiguos frente al militarismo ruso y estadounidense en el Sahel), otros han sido, de hecho, respaldados por Francia, como es el caso en Chad y Gabón.
La buena noticia es que los pueblos africanos ya no quieren líderes que los controlen desde fuera.
Con el resurgimiento del espíritu panafricanista, aspiran con toda la razón al progreso económico y a la libertad. Para que la presente sublevación conduzca a un proyecto de liberación genuino, será necesario, no solo avanzar hacia formas democráticas de organización más allá de la "democracia y oligarquía liberal" (cuyas limitaciones son obvias), sino también promover una agenda para lograr una economía por y al servicio del pueblo. Son estos dos elementos los que hasta ahora han faltado.
MG: Para los lectores de The Internationalist, ¿cómo es la solidaridad con los pueblos del África francófona en este momento?
NSS: La solidaridad internacional requiere que, sobre todo, se entienda la situación y se transmita la cuestión en un lenguaje que, no solo esté libre de los prejuicios y las omisiones del centrismo occidental, sino que sea crítico en el verdadero sentido de la palabra. (La solidaridad Sur-Sur no debería implicar hacer la vista gorda ante prácticas repudiables en países aliados).
En este sentido, espero que la Internacional Progresista pueda contribuir a visibilizar la lucha contra el imperialismo monetario francés, la militarización del continente por parte de países occidentales, las asfixiantes sanciones económicas impuestas contra quienes desafían el orden occidental, y las políticas inhumanas de migración de la Unión Europea en suelo africano, entre otras.
[1]En el caso de Inglaterra, bajo el patron oro (International Gold Standard), su sistema de imperialismo monetario lo describió muy bien Utsa Patnaik en relación con la India, y también Wadan Narseyde forma más general. Las obras de Narsey y Gerold Krozewski muestran el importante papel que cumplen países africanos como Nigeria y Ghana, manteniendo la zona de la libra esterlina después de la Segunda Guerra Mundial. Peter James Hudson, en su libro Bankers and Empire, (Banqueros e Imperio), describe el sistema de dominación financiera que establecieron las potencias occidentales y sus grandes bancos en el Caribe desde la Revolución Haitiana (1804) hasta hoy. Para entender el sistema de imperialismo monetario global bajo la hegemonía estadounidense, es indispensable leer el trabajo de Michael Hudson. También aborda un caso poco conocido de dependencia monetaria el fantástico trabajo de investigación de Lumba en las Filipinas.
El Dr. Ndogo Samba Sylla es el Director de Investigación y Políticas de África en la Asociación Internacional de Economía del Desarrollo (IDEA), así como cofundador de la iniciativa de Soberanía Económica y Monetaria Africana. Es autor, coautor y editor de numerosos libros, entre ellos “La última divisa colonial de África”, “Soberanía económica y monetaria en el África del siglo 21”; “Movimientos revolucionarios en África: una historia por contar”; y, como presentamos a continuación, su próximo libro “De la Démocratie en Françafrique. Une histoire de l’Imperialisme électoral” (en coautoría con Fanny Pigeaud). También es campeón del mundo de Scrabble en Francia.
Foto: The Internationalist, edición #60.